Pero Crichton fue seducido también por el cine en calidad de director, siendo su temprano debut Westworld, una dudosa realización sobre las tenebrosas consecuencias de los paraísos del placer artificiales, que sería una especie de antecedente notorio de la futura Jurassic Park. Tal vez los quince minutos de fama de Crichton como cineasta los vivió con Coma, el exitoso thriller con Geneviève Bujold, Michael Douglas y Richard Widmark, que creó una breve moda con la paranoica historia de los experimentos dentro de un hospital. Tras esta película, las puertas se le abrieron de par en par al autor en expansión. Así fue como realizó, a todo lujo, su mejor película: The Great Train Robbery, una simpática adaptación de su propia novela de ladrones en la era victoriana, con unos divertidos Sean Connery y Donald Sutherland. Lástima que esta película no se acercó ni por poco al suceso de la anterior.
Lo que siguió fue más caótico y concluyente: dos desastres de películas como Looker y Runaway (la última fue el mayor intento de Tom Selleck por convertirse en astro de acción). Desde ese momento, el buen Crichton tuvo que esperar buen tiempo antes de que la industria de Hollywood se acordara de él. Y quién mejor que Steven Spielberg que en compañía del especialista Stan Winston -finado este año, también-, para darle vida a sus dinosaurios clonados del parque jurásico. Crichton comenzó a ser testigo de cómo se encendía una fiebre de adaptaciones suyas que le reportaron más ingresos por derechos que todos los que ya tenía con su legión de lectores. Se puede decir que fue un creador cuestionable, pero no cabe duda que era un fabulista total, y más aún cuando supo sintonizar muy bien con su tiempo. Eso no lo hace cualquiera.
(Vía First Showing)
Esta entrada fue modificada por última vez en 5 de noviembre de 2008 17:18
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