Cine Peruano

«La piel más temida»: Entrevista con el director Joel Calero

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El realizador huancaíno radicado en Lima, Joel Calero Gamarra (Huancayo, 1968) prepara el estreno comercial de «La piel más temida» (2023). Se trata de su cuarto largometraje, y el segundo de una saga de cuatro películas, iniciada con «La última tarde» (2016), que abordan desde distintos ángulos y ecos, los efectos que tuvo el conflicto armado interno en la sociedad peruana.

El film es protagonizado por Juana Burga, reconocida modelo de pasarela, quien aquí hace su debut en el cine peruano (anteriormente coprotagonizó el largometraje argentino «Los últimos»). Ella interpreta a Alejandra, una joven peruana que luego de veinte años viviendo en Suecia regresa al país, para finiquitar la venta de la casa materna en Cusco. Es ahí que descubre que su padre ausente aun vive, y está preso acusado de terrorismo. Acompañan a Juana Burga, la boliviana María Luque, quien interpreta a su abuela Dominga; y Lucho Cáceres que interpreta a su tío Américo. «La piel más temida» se estrena comercialmente en el Perú este 25 de abril.

Conversamos a continuación con el director Joel Calero. Esta entrevista ha sido editada y resumida, por motivos de longitud y claridad.

Laslo Rojas: Joel, quisiera empezar consultándote sobre el título: ¿por qué “la piel más temida”?

Joel Calero: Siendo honesto, es un título heredado de otra película que no tiene nada que ver con esta. En la primera versión de “La piel más temida”, la protagonista viaja a Cusco para conocer al padre y acaba descubriendo que su familia materna eran hacendados, y eso le sorprende porque ella ha vivido estrecheces en Europa. Adicionalmente, ella vivía una relación lésbica. En ese momento, esa relación lésbica me permitió heredarle el título de un tratamiento de una antigua película que nunca llegué a desarrollar, que se llamaba “La piel más temida”. En ese momento inicial, entonces, esa piel más temida alude a una condición de lo sexual. En la segunda o tercera reescritura del guion, desapareció esa línea argumental lésbica. Además se invirtió la situación, ella ya no viene a conocer al padre, sino viene a vender la casa colonial y acaba descubriendo que su padre, que es un agujero negro en su biografía, está preso.

Entonces, te puedo contestar ahora, tratando de justificar a posteriori que esa piel más temida tiene que ver con las pieles de origen en algún sentido, con esas asimetrías sociales entre sus dos familias de origen. Y en un punto, esa piel más temida es la piel oscura, la “marronidad”, simbolizada por el padre. Pero esta formulación que estoy haciendo es una formulación a posteriori, tramposa en un sentido. 

Laslo Rojas: Sí, el título me sonaba algo a esa “marronidad” que dices. Viendo la película, viendo al personaje principal, sabiendo que proviene de Cusco, pues, el título me remite a la piel cobriza de la mayoría de los peruanos. Algo que a ella de alguna manera le genera un tipo de rechazo, de miedo, porque es un encuentro que tiene ella con su piel, con su gente…

Joel Calero: O con descubrir que esa familia paterna es muy humilde, campesina, de cuyes revoloteando en la cocina. Mientras que su familia materna proviene de una zona importante de Cusco, con empleados de toda la vida. Yo me ponía a pensar en esa piel “de color humilde”, “color puerta”, y en las implicancias que tiene que ese papel esté desempeñado por una actriz que, paradójicamente, en su desempeño profesional es la top model peruana de mayor proyección internacional, pero que es alguien que tiene ese rasgo, esa piel también suya, aun si es exotizada [en el mundo de la moda], pero está allí presente. 

Laslo Rojas: Respecto a Juana Burga, cuando leí que la película sería protagonizada por ella, la reconocía básicamente por ser modelo de pasarela. Luego me enteré que además deseaba ser actriz, y ya había realizado una película anterior en Argentina. ¿Cómo es que tú llegas a ella para protagonizar tu película?

Joel Calero: Cuando todavía no había empezado el casting, un día veo en Facebook, para sorpresa mía, que ella aparece en el tráiler de “Los últimos” del argentino Nicolás Puenzo. La veo y me llama la atención, pensé: “me gustó su tipo físico en esa película”. De hecho, ahí ella interpreta una especie de aborigen. Entonces decidí buscarla. Conseguí su correo, le escribí. Y me contestó. Ella justo venía a Perú, así que le dije para tomarnos un café. Que ese siempre es mi primer casting: tomar un café con alguien para darme una idea de la persona. Y Juana me pareció bien interesante. Como ya se iba a Nueva York, le planteé hacer un casting con Lucho Cáceres. Vinimos acá, a este lugar [su sala de trabajo, en su domicilio], y lo hicimos, todo previo al proceso de casting oficial. Y me quedé con ese material. Luego de seis, siete meses, empecé realmente el casting, pero apenas llegué a entrevistar tres o cuatro actrices, porque me daba cuenta que ya se me había atravesado Juana en la cabeza. Me había gustado lo que había visto en ella como potencial. Entonces la llamé y le dije: “¿sabes qué?, honestamente, ya quiero que seas tú la protagonista”. Y así fue como la elegí.

Laslo Rojas: ¿Consideraste, en algún momento, como productor, que al incluir un nombre como el de ella, llamarías más la atención, y que su presencia te ayudaría de alguna manera a “vender” el proyecto?

Joel Calero: Honestamente, en el momento de la producción, nunca pienso en eso. Más bien, después descubrí que tampoco me servía de mucho: un día mostré el tráiler en mis tres clases de la universidad, y les pregunté a los chicos si conocían a la actriz. Nadie la reconocía. De hecho, en la versión original del afiche está solamente Juana y quien hace de su abuela [la boliviana María Luque]. Entonces, después de esa clase me dije: “¡Mierda! Tengo un afiche con dos desconocidas. Tengo que poner a Lucho Cáceres” (risas). Y lo incluimos, deliberadamente, porque me di cuenta que para cierta generación Juana Burga es una completa desconocida.

Juan Carlos Ugarelli: Entiendo que “La piel más temida” es la segunda parte de una tetralogía, que está centrada en personajes que tienen relación directa o indirecta con alguno de los actores que formaron parte del conflicto armado interno. ¿Qué te ha motivado a explorar ese tema en cuatro películas?

Joel Calero:  A ver, ese interés no surgió desde la primera película. “La última tarde” surge espontáneamente, es lo que es. En ese momento no tenía previsto siquiera que iba a haber una continuidad. Honestamente no recuerdo muy bien cómo surge “La piel más temida”, pero sí me acuerdo cómo surge la que será la tercera película, fue así: con “La última tarde” me invitaron a un festival en Frankfurt, y luego me enviaron dos días a Berlín porque había una fundación que también quería mostrar la película. Yo no conocía la ciudad, estuve solo tres días, y aun así me pasé dos días enteros en un museo impresionante que se llama Topografía del terror. Recuerdo que después de salir de ese museo, me dije: “si tengo una película con dos emerretistas, y ahora tengo una película con una hija de un senderista, si tuviera una película en la que de alguna manera un personaje esté vinculado con las Fuerzas Armadas, entonces tendría una trilogía”. Ese es el momento en que recién se configura la idea de una serie fílmica.

De todas mis películas, esta tercera parte titulada “Álbum de familia”, es la que ha tenido un desarrollo más fulgurante: regresé a Lima con esa idea, inventé una historia, la escribí en tres meses, postulé al concurso de DAFO, y lo gané. Así fue que me encontré con que había ganado DAFO el 2017 con “La piel más temida”, y el 2018 con “Álbum de familia”. Ahí ya tenía una trilogía completa.

Luego transcurre el tiempo, llegamos al 11 de septiembre del 2021, que como sabemos, es cuando muere Abimael Guzmán. Ese día leo en Facebook comentarios virulentos: “el cadáver de ese hijo de puta no puede estar en un lugar porque va a generar un martirologio”. Se lo compartí a mi suegro, y le digo: “mira todo lo que está pasando, de acá saldría una película, ¿no?”. Él me dice: “además, barata, porque es solo una conversación”. Entonces, con eso en mente, se me ocurrió una historia que transcurría el 11 de septiembre del 2021, donde un grupo de personas conversa a propósito de la muerte de Abimael, pero además conversan del 11 de septiembre de 1973, del bombardeo de La Moneda en Chile, y del 11 de septiembre del 2001, del ataque a las Torres Gemelas. Con eso escribí un guion muy rápido, que se llamaba “Septiembre”, que en el fondo era una especie de “La última tarde”, solo que con seis personajes, hablando sobre cuestiones de política. Pero luego hice una segunda versión, y ahí se ha diluido un poco eso. Ahora se llama “Las fatigas del querer”.

Digo que esta es una tetralogía porque si en las tres primeras películas, el personaje protagónico está asociado, directa o indirectamente, con algunos de los actores del conflicto, en el último film el protagónico podría ser esa izquierda pensante, activista, que no se comprometió en ese proceso. Esta creo que es la menos política de la saga.

Por último, el siguiente producto, una novela gráfica que estoy trabajando, está vinculada directamente con la tercera película. Es una suerte de secuela de “Álbum de familia”, que es la historia de un hijo que se discrimina de un padre militar del cual presume acciones genocidas. Esta tercera película es donde está más presente el conflicto armado en sus virulencias y ecos. En las otras, es un background, no es el conflicto central, pero como marco de fondo da acordes, resonancias, complejidades a lo que está pasando.

La boliviana María Luque interpreta a Dominga.

Juan Carlos Ugarelli: Así como en “La última tarde” los personajes tenían un ajuste de cuentas, en “La piel más temida” también hay un proceso de reconciliación con la propia identidad y la historia familiar. ¿Son estas representaciones de un país que aún está intentando procesar su propia historia y que a veces se niega a tener un diálogo sobre las huellas de ese conflicto armado?

Joel Calero: Yo nunca me propongo una intención de que el relato acabe representando algo. Creo que el elemento central de “La piel más temida” no va necesariamente por ese lado del conflicto armado, sino va por la paternidad. El origen lejano de esta película es una conversación con cuatro amigos, hace veintitantos años, y de pronto en la charla surge el hecho que de los cinco hay tres que no conocen al padre, o el padre los abandonó tempranamente, o tienen una visión distanciada del padre. Esa idea se me quedó ahí. Cuando decidí empezar a trabajar esta película, estaba entonces ese tema de la paternidad. Y me acuerdo que incluso en mi postulación a DAFO, hurgando, encontré una tesis de la psicóloga Carolina Janto, de la PUCP, que explora el tema de las paternidades. Según datos del INEI, por ejemplo, el Perú rural tiene el 24-25% de ausencia o carencia paterna, y en las zonas citadinas es 26-27%. ¡Imagínate, de un universo de 100 personas, 25 están signados por una ausencia paterna! Mi esposa, que es psicóloga, argentina, me decía: «eso sucede en todas partes, pero nunca lo he visto como en este país». Ese dato me llamó la atención.

En principio en “La piel más temida”, el primer ajuste, la primera reconexión, tiene que ver con la paternidad. Esta chica que no sabe del padre, empieza a hurgar sobre él, y da la casualidad que ese padre ha sido de Sendero Luminoso, lo cual le da otras dimensiones. Si me pongo a hipotetizar y me pregunto por qué se da esta ausencia paterna, sospecho que hay razones históricas: somos un país que somos un producto, no vamos a decir de un mestizaje, que es un eufemismo para decir una violación. En una violación hay una presencia seminal masculina que engendra, pero que no se hace cargo. Estoy pensando en voz alta, pero no dejo de pensar que esas razones históricas pueden estar presentes en un país donde existen ausencias paternas. 

Juan Carlos Ugarelli: Sí, en algún momento he leído algo sobre el tema de la ausencia del padre tan fuerte en la sociedad peruana. Incluso a nivel de presidentes, políticos, es transversal en todos los niveles de la sociedad…

Joel Calero: Yo no lo recordaba hasta ahora, pero ese es el origen primero de la película. Una joven que llega al Perú y se da cuenta que no sabe nada del padre. Es más, cuando le cuenta esto al tío médico -que es una figura paterna sustituta-, le dice: “¿pero tú nunca le has preguntado a mi mamá sobre él?”. Américo [Lucho Cáceres] le dice: “muchas veces, pero la última vez se me quitaron las ganas”, y recuerda la frase que dice la madre: “Ese país es una letrina o un cementerio, y a mí no me interesa hablar ni de la mierda ni de los muertos”. Esa madre que ha decidido irse junto con su hija, si se va del país y no regresa en 20 años sin tener un impedimento, es porque realmente no quiere venir y está cerrando caminos. En ese cerrar caminos, una de las cosas que ha oscurecido es todo lo que tiene que ver con su rama paterna. Claro, la figura paterna, sustituta, Américo, es el incitador de la búsqueda. Él es quien la conduce hacia eso, y hace que acabe descubriendo, más allá del padre, el universo paterno. Porque el vínculo en realidad Alejandra no lo va a establecer con su padre, sino con la abuela paterna.

Laslo Rojas: En “La última tarde”, uno de los protagonistas es cusqueño. En “La piel más temida”, la protagonista regresa a Cusco, su familia tiene una casona tradicional cusqueña, la abuela paterna vive en otra parte de Cusco rural… Me pregunto entonces, ¿cuál es tu relación con Cusco?

Joel Calero: Bueno, no soy cusqueño, soy huancaíno. Mi madre es de Hualhuas, un pueblo que está a 12 km de Huancayo. Los domingos visitábamos a la tía abuela que crió a mi madre, una señora de polleras, exactamente como Dominga [la abuela de Alejandra], que tenía una cocina como la de Dominga. Entonces, esa es mi vivencia de lo andino. Y en esta película, deliberadamente quiero hurgar las texturas emocionales de lo andino. A propósito de esto, recuerdo que cuando vi “Climas” de Enrica Pérez, lo que más me llamó la atención fue el segmento de lo serrano, sus texturas, eso me hizo recordar mi propia infancia. Cuando decidí hacer “La piel más temida”, en cierto momento de la realización, la productora me dice: “¿de verdad quieres que vayamos a Cusco? Con lo que eso implica en términos de costos, en una ciudad serrana cara. ¿Por qué no lo hacemos en Huaraz? ¿O en Huancayo?”. Así que decidí hacer un viaje solito a Cusco, cuatro o cinco días, para pensar in situ si realmente necesitaba filmar en esa ciudad. Y de pronto encontré que en Cusco hay unas casonas coloniales, que no existen en Huancayo y probablemente no existen en Ayacucho, y en las que su sola presencia te acaba mostrando unas asimetrías sociales con una casa campesina, tan claras, tan marcadas, tan radicales. Confirmé entonces que sí necesitaba Cusco.

Yo hice “Cielo oscuro” el 2012,  que fue un parto, como lo es toda película. Y a continuación tenía, y aún tengo, un guion con el que hice mi maestría en guiones, que se llama “Cusco Affair”. Son cuatro historias en paralelo a la manera de “Shortcuts” de Altman. Escribí eso, y cuando estaba a punto de encarar ese proyecto, me dije: “si te has tardado ocho años con una película de mediano presupuesto como “Cielo oscuro”, ¿cómo te vas a mandar a hacer una película coral? ¡No la vas a acabar nunca!”. Entonces, reactivamente pensé: ¿por qué no hacer algo que sea de la hiper austeridad? Dos personajes, caminando, conversando, y así surge “La última tarde”. Pero se me quedaron esas ganas de querer filmar en Cusco, algo que se reaviva ahora en “La piel más temida”.

¿Y de dónde mi fascinación con Cusco? Bueno, es una ciudad visualmente espectacular. Tengo una foto de mí mismo, de niñito, en el Intihuatana. Y en la primera vez que viajo ya solo a Cusco, a mediados de los años 90, recuerdo haber estado nuevamente allí en el Intihuatana. Me paré junto a la piedra, pensando en la foto que yo tenía de mí. Pensaba, ese niño no tiene las fracturas que tengo yo ahora. En ese momento sentía que yo era un sujeto partido, desestructurado, quebrado, inconforme conmigo mismo. Creo que por ahí viene alguna carga emocional con Cusco.

Laslo Rojas: Algo que me comentaban amigos cusqueños, es que uno se enamora o encandila más con ese Cusco turístico, que es lindo porque es típicamente andino, y también porque está hecho para turistas.

Joel Calero: Lo que me pareció bien interesante fueron unas declaraciones de Marco Panatonic [realizador cusqueño, director de “Kinra”], en la que habla de cómo perturba en sus encuadres ese Cusco marginal del cual él proviene, y hace una crítica a esas visiones estereotipadas, edulcoradas, embellecedoras del Cusco idealizado. Cuando leí eso me sentí interpelado. Luego me dije: “pero yo me siento muy honesto con mi registro del Cusco en “La piel más temida”. No conozco a Panatonic, pero entiendo que su visión es la de un cusqueño que ha tenido una vida en unos entornos marginales, fuera de este Cusco ideal. ¿Y yo quién soy? Soy un mestizo de origen andino. Sí creo que mi película me expresa desde esa condición, entre otras cosas, porque yo me he encargado de investir esta película. Un cusqueño purista seguro empezará a decir sobre mi película, por ejemplo, que en Cusco no se come cuy colorado, que es el plato que le llevan al padre cuando lo visitan en la cárcel. Y mi primera respuesta a eso sería: ¿a mí qué me importa? Eso será en tu Cusco. En mi Cusco particular sí se come cuy colorado, porque es el que yo comía de niño en Huancayo. Luego, la abuela Dominga usa el pañolón y una llamacata [una manta andina], que es la que mi abuelo, antes de morirse, le regaló a mi madre cuando tenía 16 años. Eso tampoco es típico de Cusco. Entonces, me he permitido investir de mi andinidad, de mi serranidad, una historia que transcurre en un universo andino. Ciertamente no me interesan esas correspondencias exactas y ajustadas.

Laslo Rojas: Justamente tenía algunas preguntas respecto a ese tema de “inexactitudes históricas”. La presencia de los retablos, por ejemplo, que son propios de Ayacucho. ¿O existen retablos cusqueños?

Joel Calero: No lo sé (risas). Este sí [coge un retablo que tiene en su oficina]. Este retablo lo compré en los mercadillos de Cusco, no fue hecho con fines comerciales, es un retablo auténtico, digamos, más religioso…

Laslo Rojas: Claro, yo me refiero a los retablos como el que aparece en la película, que tiene representaciones de hechos de violencia de la guerra interna.

Joel Calero: [Coge otro retablo] Como este retablo, que es el que mandé a hacer para postular a DAFO y que pensaba utilizarlo en la película. Pero luego, cuando ya empezaba a producir la película, la antropóloga María Eugenia Ulfe me dice: “tienes que conocer a Edilberto Jiménez”. Debo reconocer con mucha vergüenza que no lo conocía. Así acabé encontrando ese libro maravilloso que el IEP hace sobre él, me quedé fascinado. Por supuesto, contacté a Edilberto y le pedí si podía utilizar dos de sus retablos. Y aceptó.

El retablo más grande que aparece en la película, es una representación de las pinturas de la iglesia de Huaro. Sobre eso habría como una especie de prehistoria: estoy imaginando que Pedro, el padre ex senderista, debe haber visto de niño esas imágenes, esas representaciones medio apocalípticas que evocan el Bosco. Entonces él en su faceta de interno senderista, en proceso de resocialización, que está trabajando estos retablos, pues representa esas imágenes.

Laslo Rojas: Luego, hay una referencia que también tiene que ver con “La última tarde”, porque en ambas películas se habla de la presencia de terroristas en el Cusco, aunque en “La última tarde” eran emerretistas, no senderistas. Me preguntaba si es que en Cusco en esa época hubo presencia de Sendero.

Joel Calero: Con honestidad, no lo sé, y no me interesa ni siquiera investigarlo. [N.E.: según estos recortes periodísticos recopilados por el Lugar de la Memoria, sí se registran acciones y presencia de Sendero Luminoso en Cusco durante los años del conflicto].

Juan Carlos Ugarelli: Otro aspecto que impresiona en la película, que lo he conversado sobre todo con una amiga crítica de cine, es la escena del registro que se hace de las mujeres al llegar a la cárcel, que las hacen desnudarse y todo eso… 

Joel Calero: Eso sí lo investigué, y no es así en la realidad. Es un proceso bastante menos ominoso. Pero lo escribí así como lo vemos en la película, y luego de saber cómo era realmente, no pensé en modificarlo. Me parecía que así tiene un acento de lo dramático. Esta mujer que está yendo a reconocer a su padre, sufre esta vejación, hay una humillación primera. Ella piensa: yo me estoy vejando así para ir a conocerte y encima luego tú me vejas más porque, me enrostras tu silencio. Es evidentemente un acento dramático.

Juan Carlos Ugarelli: Hace un momento hablabas de la abuela, el personaje interpretado por la actriz boliviana María Luque, que recientemente ganó el Premio Apreci a la mejor actriz de reparto. ¿Cómo así llega ella a este proyecto?

Joel Calero: Esa historia es de las cosas más bonitas de la película. Cuando empiezo a buscar a esa abuela, evidentemente busco actrices que respondieran a una fisonomía andina. Sucede que la cosa aquí es bien simple: en el Perú, si eres una chola de polleras, no eres actriz. ¡Así nomás es! Es que eres una chola sobreviviente, de ninguna manera vas a ser actriz. Entonces, las mujeres de fisonomía andina que yo encontraba actuaban como andinas, y me generaban versiones de “La paisana Jacinta”. Para mí era realmente chocante verlas interpretar lo andino, interpretar la motosidad, la ingenuidad. Todo eso me jodía un montón. Entonces entré en crisis. Las pocas actrices que había visto, que habían actuado en películas haciendo de mujeres campesinas o de origen andino popular, no me terminaban de gustar. Así, un día, hablando con Amiel Cayo, me dice que en Bolivia existe un colectivo teatral que se llaman las Kory Warmis, todas mujeres de polleras y que son actrices. María Luque es una de ellas, trabaja de vendedora ambulante, y los fines de semana es actriz de teatro. Entonces le escribí a la directora del colectivo, me puso en contacto con dos mujeres, les pedí que me mandaran videos. Lo hicieron y al final me quedé con ella, con María.

Pero luego pensé: “ese personaje es el más arduo de la película, el más difícil de interpretar. No le puedo asignar un rol a una mujer que no conozco”. Así que le pedí encontrarnos en Cusco. Y en esos tres días que anduvimos juntos me quedó clarísimo que ella era la mujer que buscaba. Su historia es interesantísima: es una mujer que sufrió violencia de pareja. En ese proceso en el que se hunde, descubre el teatro y eso fortalece su autoestima, al punto que ahora es una mujer que empodera a otras mujeres víctimas de maltrato. Luego, cuando ya empezamos a trabajar, sentí que sí lo iba a lograr. Ella traía cosas como, por ejemplo, la dicción andina. Eso es algo bellísimo, algo que no se puede fingir. Hay fraseos andinos maravillosos, uno que dice ella, que me gusta mucho es: “mi hijo nomás estoy pensando”. Ese tipo de cosas me parecían fundamentales en el trabajo con María. Porque además, una cosa que siempre hago es trabajar la reescritura del guion con los actores. Esa reescritura son muchas sesiones en las que la actriz dice las cosas como ella las dice naturalmente. Ese proceso con María fue fantástico.

Juan Carlos Ugarelli: Además, como comentas, ella tiene formación teatral, pero su actuación aquí es cinematográfica, es muy naturalista, muy sobria.

Joel Calero: Y ella lo hizo todo en condiciones bien arduas, porque ya vino como una diabetes fuertísima, ¡y era el segundo personaje más importante! En todo el rodaje, desde el primer día, ella estaba sentada con los pies en alto, con una enfermera al lado. Recuerdo que en el cuarto día del rodaje vino con un ojo hinchadísimo. Suspendimos el rodaje, y en la clínica me dijeron: “si sigue así, esta mujer va a perder la vista pronto”. La atendimos lo mejor que pudimos. Cuando acabó el rodaje, llamé a sus familiares para darles esta información. Y poco tiempo después ella sucumbió masivamente. Ahora está bastante deteriorada, estuvo en UCI dos veces, no sé si se recupere, es realmente una pena.

Juan Carlos Ugarelli: Volviendo un poco al personaje de Juana Burga, ¿cómo se genera esa complicidad que hay entre ellas dos? Porque efectivamente se genera un vínculo de abuela-nieta. ¿Cómo trabajaste con ellas para que se logre esa familiaridad?

Joel Calero: Es bien loco que Juana Burga, siendo una top model, tiene una gran naturalidad, es una chiquilla traviesa. Uno de esos días, probablemente el día más hermoso del rodaje, estábamos en una campiña muy bella. De pronto volteo y veo que Juana, que había viajado con su novio, había alquilado una cuatrimoto, iba a toda velocidad con María Luque agarrada atrás suyo. Y yo corriendo detrás de ellas: “¡Juana, Juana! (risas). Fue así de espectacular el vínculo entre ellas. Luego, casi al final del rodaje, fuimos a una discoteca y María Luque fue también, yo le decía: “doña María, son las dos de la mañana, ¿ya descansará?”. “Todavía no, Joel”, me decía ella bailando. El rodaje fue una experiencia vital para ella. 

Laslo Rojas: Ustedes iban a rodar justo cuando inicia la pandemia, ¿no?

Joel Calero: Sí, ya estábamos listos para grabar, el martes 17 de marzo íbamos a partir a Cusco y el domingo 15, Vizcarra establece el cerco. Eso supuso un golpe fuerte para la película porque ya teníamos cosas contratadas, menos mal que no habíamos empezado a filmar. Entonces, todo se retomó mucho tiempo después, más de un año después. Fue extraño porque se paró, tuvimos la pandemia y ahí la reescribí, incorporé la pandemia al guion. De hecho, creo que esa fue una de las razones por las cuales ahora acabé haciendo una versión 13 minutos más corta que la que se proyectó en el Festival de Lima, el 2023. Cuando la vi ahí, hubo dos escenas en concreto que me perturbaron. Una, la de la presencia de unos senderistas que no eran verosímiles, eran unos jovenzuelos que no parecen ni remotamente ex senderistas…

Laslo Rojas: Nosotros no llegamos a ver esa versión…

Joel Calero: En esa versión, después de la escena del rito en medio del río, vemos que Américo se despide de Alejandra en un cementerio. Ella regresa al entierro, y estando ahí con el féretro, de pronto aparecen tres senderistas que cubren el ataúd con un manto rojo y lanzan sus consignas. La abuela les dice: “¡Váyanse, lárguense!”. Pero esos senderistas eran de caricatura, yo lo dejé pasar en la primera versión porque sentía que estaba amarrada con la escena en la que ella se despide de su tío. Pero después vi que era una escena autónoma.

La otra escena que recorté es al inicio, que era una escena larga, el taxista le contaba a Alejandra su historia, de cómo acabó haciéndose cargo de los dos hijos de su padre, así yo introducía el tema de la paternidad. Creo que en la primera versión dejé esa escena porque yo mismo fui traumatizado por la pandemia, mi hermano casi se muere. Entonces, desde esa emocionalidad de quien ha sido atravesado por la pandemia, esa escena inicial tenía toda esa carga. Pero después, con el tiempo, ya la pandemia es un periódico de ayer, y esa escena ya no tenía carga dramática. 

Laslo Rojas: Entonces, la película se rueda en post pandemia. ¿Cuánto tiempo duró ese rodaje? ¿En qué locaciones se grabó?

Joel Calero: Todos mis rodajes están durando cuatro semanas, pero por una sencilla razón: es lo que se puede pagar. Se filmó todo en Cusco. En Andahuaylillas, Huaro, Anta, hay pedacitos de todos los valles de Cusco. La casa de la abuela fue reconstruida para la película, en particular la cocina fue construida completamente.

Juan Carlos Ugarelli: ¿Y cómo consiguieron la casa colonial?

Joel Calero: Esa es una casa que está en plena vida. Es la casa de una fotógrafa, Adriana Peralta. Ella vive ahí, y la comparte en Airbnb. Visité muchas casas coloniales previamente, pero eran pocas realmente y esta era una que nos gustó.

El director de fotografía Llano, ABC (izq.) junto a Joel Calero, en el rodaje de «La piel más temida».

Laslo Rojas: En los créditos vemos que la dirección de fotografía la firma “Llano, ABC”. ¿Quién es él?

Joel Calero: Llano es un director de fotografía chileno que vive en Brasil. No solamente ha fotografiado esta película sino también “Álbum de familia”. Puedo decir que es mi colaborador más cercano. Llano anteriormente no había hecho largos convencionales como el mío. En un momento vi un primer trabajo suyo, “Do.C.orpo”, que es un corto experimental pero con una alta conciencia del color como significante al margen de la narrativa. En mi propia progresión como director, sentía para mí mismo que en mis clases de profesor de historia del cine, por ejemplo, podía comprender muy bien todo el trabajo visual en una película como “Happy Together”, y me decía: “¿por qué eso no aparece en mi cine personal?”. Me puedo estar equivocando en la apreciación de mí mismo, pero creo que una de mis fortalezas es la construcción del guion, de la historia y la dirección de actores. Pero siento que no he explorado lo suficiente las formas y los significantes mismos, entonces en “La piel más temida” quise explorar más eso, los movimientos de cámara. En “Álbum de familia” radicalizamos más ese aspecto, es una película en blanco y negro, por ejemplo. Es mi preocupación en este tiempo plantearme retos de una película a otra, y este reto tiene que ver con las formas más específicas de lo fílmico.

Lo de Llano fue un hallazgo fantástico (él no desea que se conozca su nombre completo, Llano es su apellido). Lo descubrí gracias a Inti Briones con quien iba a trabajar en esta película, pero en ese momento Inti iba a ser padre, así que no pudo estar. De todas maneras le dije: “no me quiero quedar con esta sensación, me interesa alguien que esté valorizando el trabajo de la forma, quiero explorar eso”. Ahí es que él me presenta a Llano.

Laslo Rojas: En el apartado de la música, veo que algunos temas los firma el mismo Amiel Cayo…

Joel Calero: Sí, él compone la música. Yo sé que Amiel es un Yuyachkani, y como todos ahí, son polifuncionales y músicos. El primer momento donde aparece lo musical es una escena, que para mí fue de las más emotivas cuando la filmé, en la que él desgañita algunas cuerdas, unas cuantas notas, y nos va contando su historia personal. Es una escena totalmente mijalkoviana, que aparece en “Una pieza inconclusa para piano mecánico” y luego en “Sol ardiente”. En las dos escenas, Nikita Mijalkov hace lo mismo: un sujeto que agarra su guitarra y va contando una historia. Yo soy un mijalkoviano absoluto y devoto, entonces recuerdo que le mostré eso a Amiel, y él inmediatamente me dice: “oye, pero ese tipo no está tocando”. Fue alucinante darme cuenta que en una película como “Una pieza inconclusa…”, que habré visto 20 veces o más, nunca me había dado cuenta que el personaje no está tocando su instrumento realmente. Bueno, entonces con Amiel hicimos que sí toque. Al inicio, o tocaba y se olvidaba de la fuerza del parlamento, o estaba en el parlamento y no en el instrumento. No podía hacer las dos cosas, y lo desafié de alguna manera. Fue largo ese entrenamiento, pero es una de las escenas que más me gratifica. El día que la estaba filmando, me emocioné tanto que no podía decir corte porque estaba llorando.

Luego, para la escena del río, mi primer gran y lejano referente era el sueño en “Tiempo de gitanos” de Kusturica. Había pensado que esa escena fúnebre, de un ritual andino que no existe, debía tener esos aires. Pensé en utilizar música barroca en versión de cantores andinos, por ejemplo, entre otras opciones. Hasta que un día en internet encontré un chiquillo que tocaba violín, era de Apurímac. Lo contacté, y era literalmente un chiquillo que tocaba música fúnebre con su violín, un experto, maravilloso. Pero el chibolo me paseaba, nunca me contestaba. Entonces un día lo confronté, le dije: “yo estoy hablando en serio, hago cine de verdad”. Ahí ya me dijo que sí quería hacerlo. Pero luego lo pensé bien: “no puedo confiar en este chibolo, no me lo voy a llevar de Apurímac a Cusco para que luego se me caiga”. En ese punto fue que pensé en Amiel. Probamos y empezamos a construir esa pieza de violín que él improvisa y luego trabaja.

María Luque y Amiel Cayo, en una escena de «La piel más temida».

Juan Carlos Ugarelli: La película es una coproducción con Colombia. ¿Cuál es el aporte de esos socios para poder completar la película?

Joel Calero: Estoy trabajando la trilogía completa con una misma coproductora, que es Bhakti Films. Ellos además se asocian con los estudios La Tina Sonido, y con 2.35 Digital. El aporte concreto es toda la postproducción, 2.35 Digital en la parte de imagen y La Tina en el sonido. Ya desde “La última tarde” ellos me habían cautivado, porque sé que por ejemplo en Perú, alguien coloriza en su computadora y luego va a testearlo a una sala de cine. En cambio, en Colombia estamos colorizando y vemos en simultáneo lo que estamos produciendo en una pantalla de cine. Lo mismo con el sonido, porque la mezcla está produciéndose y reproduciéndose en una sala de cine. Ya eso te da otro estándar completamente superior a lo que tenemos en este momento en Perú.

Luego, por las exigencias de Ibermedia tenemos la presencia de un actor colombiano, el cura. El personaje lo dice explícitamente, que es colombiano, no me voy a esforzar en trabajar más eso. Es el mismo actor que hace de juez en “La última tarde”. Y lo mismo pasa en “Álbum de familia”, donde también hay una actriz colombiana.

Laslo Rojas: Joel, por otro lado, en los últimos meses apareció el tema del proyecto de ley Tudela, y la amenaza que hubo y existe aún sobre el cine peruano. Pensaba sobre cómo fue nuestra reacción desde el colectivo “En defensa del cine peruano”. Me queda la sensación de que es una cosa más reactiva: aparece la amenaza real casi inminente y ahí todos se activan. Y cuando el tema pasa a procesos burocráticos, y el frente nuevamente se enfría, parece estar ahí como dormido… 

Joel Calero: Pero incluso así, hay una capacidad de respuesta que no había hace diez o quince años. Hay una cantidad de nuevos actores que tienen un trabajo sostenido, se la están jugando, es impresionante. Pero sí debo decir, yo por ejemplo soy muy poco gregario, veo [el chat de] “En defensa del cine peruano”, que empiezan con tal y cual discusión, “no, que las bases, compañeros”, y todo eso… La representatividad me abruma, veo eso y me digo: yo no quiero estar en esa vaina. Es bien complejo, creo que también hasta en eso están expresadas nuestras propias fracturas como país. Por ejemplo, en la virulencia con que los sectores del llamado cine regional hacen sus reclamos. Ellos encuentran en ese momento la oportunidad para poder posicionar sus demandas. Entonces, es bien interesante cómo, en el fondo, esto que es una expresión de unidad también es una expresión de profunda divergencia, y cómo cada uno está tratando de legitimar su necesidad, que es lo que no nos permite articularlo. Es bien compleja la democracia, es muy difícil de llevar a la práctica.

Juan Carlos Ugarelli: Aunque esto sea evidente para nosotros, pero pensando en el público general que lee esta entrevista: ¿por qué crees que es importante que el Estado ofrezca ayudas económicas en un país como el nuestro?

Joel Calero: Es bien simple, si no existieran esas ayudas estatales, todo un sector de un cine que vamos a llamar autoral, artístico, personal, desaparecería. Porque es un cine inviable en términos económicos. Si piensas económicamente, ¿cuánto cuesta una película? 300 mil dólares. ¿Cuánto dejan los espectadores que la van a ver? 20 mil dólares. Entonces, estamos hablando de que el cine es una actividad económica donde lo normal es que la pérdida sea de 280 mil dólares… Pero eso sería verlo solo desde la fría óptica del mercado. Yo creo que el cine tiene otro valor. Imaginaría inconcebible una sociedad que no tuviera “Wiñaypacha”, que no tuviera “Días de Santiago”, “Retablo”, en fin, infinidad de películas. Porque esas son películas que nos sirven para representarnos, para pensarnos, para discutirnos, para visibilizarnos, en nuestras contradicciones, nuestras taras, nuestro rostro. Por eso tienen que existir las ayudas. Por otra parte, lo dice un estudio de la Universidad del Pacífico: cada dólar invertido en el cine se convierte en 1.2 dólares de dinamización de la economía. Lo podemos ver desde la pura dinamización de la economía, desde los valores culturales, desde los valores sociales de la representación.

Nunca me olvido de una frase de Jorge Bruce en “Nos habíamos choleado tanto”, que dice algo así como: “¿qué pensará esa chica de barrio marginal, mientras camina por las calles y ve las vallas de publicidad de Falabella, de Ripley, que no la representan, que no es ella?”. Si un día, dice Bruce, llegara un marciano al Perú y viera la publicidad pensaría que ha llegado a Finlandia. Llevando esa idea al cine, una película peruana en cambio está permitiendo una representación de muchos sectores que de otra manera no tendrían esa legitimidad visual. Pongamos un ejemplo concreto: si yo soy un aimara y veo “Yana-Wara”, algo mío se tiene que fortalecer y decir, mi lenguaje es tan maravilloso, que permite que haya una película que esté hablada en aimara.

Creo que en el cine, las temáticas no son lo que le dan valor a las películas, sino más bien sus propias formas cinematográficas autónomas. Mi propio cine está hablando de cómo ese conflicto armado tan lejano en el tiempo, está tan presente hoy. Una de las cosas que signan actualmente el diálogo, la política y la acción ciudadana es el “terruqueo”. Esa es una de las peores imbecilidades que se ejercen en este país. Ese terruqueo sistemático por el cual se denigra a Rosa María Palacios, a Gustavo Gorriti. Cuando un estudiante sanmarquino protesta, legítimamente, le dicen: “¡fuera terruco!”. En este país, producto de la imbecilización del fujimorismo, entendemos que todo acto de disidencia, de rebelión, de desacato, ya puede ser identificado de terrorismo. El “terruqueo” es una consecuencia del conflicto armado, y muestra cómo ese conflicto armado está presente hoy.

El cine, pues, sirve para poner en visibilidad identidades conflictivas, y a partir de ahí, pensarnos. Para mí probablemente el mayor valor del cine es el que me lo recuerda Lucho Cáceres. Esto ya lo he comentado varias veces, Lucho siempre me dice una frase: “si yo no hubiera hecho “La última tarde”, sería igual de imbécil que buena parte de mis amigos”. Nunca me voy a olvidar, el día que le muestro el guion de esa película, me dice: “mientras esos personajes no le pidan perdón al país por lo que hicieron, yo no filmo tu película”. Es ese Lucho Cáceres, que en nuestras primeras conversaciones me decía: “tú eres un terruco encubierto, y me estás queriendo comer la cabeza”, y que de pronto en las lecturas de José Carlos Agüero descubre una comprensión de ese fenómeno, y empieza un proceso de mutación personal. Para mí eso es interesantísimo, cómo un actor mutó en sus valoraciones, sus reflexiones. Por “La última tarde” recibí muchos correos, uno en particular fue de un embajador que me decía: “yo crecí en Chaclacayo, con el temor de que cada vez que escuchaba bombas, pensaba que mi padre no llegaría a casa. Los responsables de esas bombas eran los demonios, los terrucos, y viendo tu película vi que eran como yo. Me sentí mal de estar empatizando con unos terrucos”.

Laslo Rojas: Esos actores del conflicto armado que hemos tenido en nuestra historia generan todavía en nosotros ese tipo de relación bien tanática, ¿no?

Joel Calero: Pero creo que esa relación tanática es creada, políticamente. Eso lo dice maravillosamente Alberto Gálvez Olaeachea, en “Con la palabra desarmada”: es esa especie de demonización del subversivo, como si tuviera un gen perverso. En esa construcción del relato, pareciera que el terrorista es un sujeto cuyo ADN perverso hace que haga cagada y media. Si lo pones con las gallinas, las viola. Si lo pones con los niños, los degüella. Pero así nos acabamos olvidando de que su accionar es una consecuencia histórica. No puede ser posible que ese país que se retrata y se muestra en “La revolución y la tierra” no provocara de manera casi natural la aparición de Sendero Luminoso. Es lo que dice el personaje del tío Américo en cierto momento: “¿qué esperábamos? ¿acaso no es lógico?”.

A ver, si profundizamos un poco más, en “La piel más temida” vemos el vínculo con Mariano [el empleado de la casa materna]. ¿No es anómalo que en un país como el nuestro exista un sujeto, cuyo signo fundamental sea la servidumbre? Completa, absoluta y total servidumbre. Y está naturalizada, es decir, yo no me he inventado a Mariano. En Cusco hay doscientos mil Marianos. Un íntimo amigo, el dibujante de la novela gráfica que estoy haciendo, vive en Viena. Una vez vino a Lima con su mujer peruana y lo primero que le dijo fue: “yo no sabía que en Perú eras de la altísima burguesía. Todas las casas a las que vamos, tienen empleada doméstica, permanente”. Y, ¿cuántas empleadas del hogar rubias, blancas, existen en el Perú? Cero, todas tienen un color, una procedencia determinada. Entonces, ¿acaso no era esperable, no existen causas históricas que expliquen el surgimiento de Sendero?

Laslo Rojas: Para terminar, ya nos habías adelantado sobre los proyectos que tienes a continuación. ¿Cómo has trazado el plan para cerrar la tetralogía y la novela gráfica?

Joel Calero: El año que viene, en abril también, voy a estrenar “Álbum de familia”. Esa película ya está lista, completa. La película es sobre un aspirante a novelista gráfico, que encuentra unas fotos que le hacen presumir que su madre fue infiel a su padre, y hurgando esa pista acaba descubriendo más bien la participación del padre, un militar en retiro, en actos de violencia y acaba confrontándolo. Yo le encuentro un valor, en un país en el que si te apellidas García o Fujimori porque eres hijo de un presidente, o te apellidas Alegría porque eres hijo de un diputado, pareciera que tienes que heredar el gen delincuencial de tus padres y comportarte tan delincuente como ellos. Pienso que en cambio puedes ejercer el valor de la discriminación: yo me discrimino de ti, puedo ser tu hijo pero no tengo por qué seguir tu estela de corrupción. Le encuentro un valor al film en un país como este, donde estamos viendo muchos políticos hijos que se comportan como sus padres, y parecen ser los heraldos de su corrupción y de su podredumbre. Es una película inspirada, de alguna manera, en el colectivo argentino “Historias Desobedientes”, donde los hijos de militares genocidas abdican de ellos. La película es en blanco y negro, está protagonizada por Emanuel Soriano, también participa Lucho Cáceres, María Fernanda Valera, Camila Ferrer y Natalia Torres Vilar.

Luego viene un siguiente proyecto, que tardará la mar de años que tardan las películas peruanas, se llama “Las fatigas del querer”. Este es el proyecto que les mencioné, que anteriormente se llamaba “Setiembre”. Ese guion ya está escrito en una segunda versión, siempre con asesoría de Paz Alicia Garciadiego. Y más pronto que eso va a aparecer la novela gráfica que se llama “Mientras dure el silencio”, que es la expansión del universo narrativo de “Álbum de familia”. Esa película acaba y la novela gráfica narra lo que pasa con el personaje protagonista seis años después. Ese es todo el proyecto mayúsculo en el que ando embarcado.

Lo último que quisiera decir es esto: la absoluta necesidad de que el espectador, un peruano comprometido con un cierto tipo de cine, vaya a ver la película pero en cuatro días claves: el jueves, viernes, sábado y domingo de la primera semana de estreno. Porque si los espectadores no van en un volumen suficiente en esos cuatro primeros días, literalmente ocho a diez años de trabajo y cientos de miles de dólares se van al carajo. Evidentemente los cineastas que queremos hacer un cine valioso, desde muy diversos puntos de vista, queremos que este esfuerzo no se dilapide, así que véanla en los cuatro primeros días.

Laslo Rojas: Gracias por tu tiempo, Joel.

Joel Calero: Gracias a ustedes también.

Entrevista realizada por Laslo Rojas y Juan Carlos Ugarelli, el 19 de marzo de 2024, en San Isidro.

Esta entrada fue modificada por última vez en 23 de abril de 2024 9:06

Laslo Rojas Contreras

Editor de Cinencuentro.com. Miembro de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica, APRECI.

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