Doubt
Dir. John Patrick Shanley | 104 min. | EEUU
Intérpretes: Meryl Streep (Sor Aloysius Beauvier), Philip Seymour Hoffman (Padre Brendan Flynn), Amy Adams (Sor James), Viola Davis (Señora Miller), Alice Drummond (Hermana Veronica), Audrie J. Neenan (Sor Raymond), Susan Blommaert (Señora Carson), Carrie Preston (Christine Hurley), John Costelloe (Warren Hurley), Lloyd Clay Brown (Jimmy Hurley), Joseph Foster (Donald Miller), Bridget Megan Clark (Noreen Horan), Mike Roukis (William London)
Estreno en España: 30 de enero de 2009
La duda, del dramaturgo John Patrick Shanley, es una de estas joyas que destacan como un manantial de aguas sanadoras contra la avalancha contaminadora de chatarrería cinéfila del resto del año, ya sea en cine, video o televisión. La duda es uno de esos filmes que nos enfrenta a nosotros mismos, utilizando un tema en concreto, y tan peliagudo como son los abundantes escándalos de pederastia que de vez en cuando sacuden a la Iglesia. Un producto que hace diana en su cometido de revolver al espectador, de no tomarle como actor pasivo y engullidor de parafraseados baldíos.
Los primeros meses del año son de apoteósico esplendor en las salas de estrenos cinematográficos. El espectador exigente se puede sentir feliz por la oferta, no solo por aquellas cintas nominadas por la Academia en todas sus categorías, también porque llegan estrenos premiados en otros festivales de suma importancia. La que suscribe está babeando estos días, y me consta que mis compañeros que hablan de cine, también. Estamos asistiendo a estrenos que son un lujo inhabitual por su sobriedad, sencillez, y buen hacer, aupados de una gran potencia visual en todos sus ángulos, y especialmente en los temas a tratar. La duda, del dramaturgo John Patrick Shanley, es una de estas joyas que destacan como un manantial de aguas sanadoras contra la avalancha contaminadora de chatarrería cinéfila del resto del año, ya sea en cine, video o televisión. Llega a nuestros cines con cinco nominaciones a los Oscar, centradas en las actuaciones, (una por cada intérprete, Streep como actriz principal, Seymour Hoffman, Adams y Davis como actores secundarios ) y guión adaptado.
John Patrick Shanley tiene en su haber un Oscar por el guión de Moonstruck (Claro de luna, con una Cher que aún parecía humana y un Nicolas Cage que parecía actor) y vuelve a la pantalla grande convirtiendo en guión su obra ganadora del Premio Pulitzer y avalada por un enorme éxito teatral. Es curiosa la transformación que experimenta el espectador frente a esta sesión. Llegamos a la sala con nuestras certezas adquiridas, insertadas día a día por los cada vez más condicionados medios de comunicación y prensa, y salimos llenos de dudas, como si hubiéramos aprendido a recuperar algo esencial de nuestra humanidad. Es espantoso comprobar como la intolerancia sigue criando igual de bien en las nuevas tecnologías como en las viejas mentes guardianas. La duda es uno de esos filmes que nos enfrenta a nosotros mismos, utilizando un tema en concreto, y tan peliagudo como son los abundantes escándalos de pederastia que de vez en cuando sacuden a la Iglesia. Su autor y director nos hace recapacitar y participar como parte activa en el desarrollo de la trama. En realidad la trama es una excusa, (podría haber sido cualquier otra) para que paremos en esta carrera de juicios rápidos y precipitados, y seamos conscientes de cómo estamos perdiendo la enorme gama de grises encerrados en eso que nos es dado por la mera existencia, la incertidumbre.
Bajo una puesta en escena sobria, pero eficaz, donde la banda sonora es apenas invasora (muy al contrario de otra buena propuesta, Revolutionary Road), con unos actores, entre los cuales destaca asimismo Viola Davis que resuelve con sobresaliente uno de los momentos más tristes del filme, que dan muestra de su larga experiencia y talento y donde cada detalle juega su carta, nada sobra ni nada falta en esta historia. Todo, hasta el más nimio detalle es importante. Un producto que hace diana en su cometido de revolver al espectador, de no tomarle como actor pasivo y engullidor de parafraseados baldíos. Ya desde el comienzo del filme nos posicionamos rápidamente, nos da mal ojo la reseca intolerante, desconfiada e insatisfecha hermana Aloysius. Nos gusta el sacerdote joven y renovador, que no impone la religión con miedo, que pronuncia unos sermones de interés más sociológico que religioso, y que seduce con su inteligente compasión y comprensión, el padre Flynn. Y luego no sabemos muy bien que hacer con ese paquete que es la Sor débil, ingenua, respetuosa, un tanto miedosa, que intenta ser ecuánime y es manipulada convenientemente, Sor James.
Estamos de nuevo en los años sesenta, cuando Harvey Milk comenzaba a abandonar muchos de sus puntos de vista conservadores sobre la libertad individual y la expresión de la sexualidad, y cuando Martin Luther King era una esperanza para los derechos civiles de la población negra. Sin embargo en el barrio del Bronx hay un colegio que parece vivir en la edad media, regido con mano de hierro por una monja que da la impresión de estar enfadada con la vida. Allí llega el padre Flynn, con unas maneras y un discurso progre que no gustan lo más mínimo. Por lo tanto los ojos de las hermanas permanecen alertas constantemente. Cualquier dudoso detalle de comportamiento liberal es elevado a la categoría de falta. ¿No hay cabida entre personajes pecadores o virtuosos sin mácula?. Poco a poco los trazos firmes se nos van diluyendo en un oleaje de dudas, a medida que transcurre el metraje, las preguntas se multiplican, las certezas aparentes disminuyen.
¿Está quizá la hermana Aloysius en lo cierto con una mera intuición que no puede demostrar? ¿Es el padre Flynn tan perfecto en su cometido pastoral como parece? ¿No hay cierta misoginia en él, cierta fanfarronería irrespetuosa contra la mujer entre su grupo de sacerdotes? ¿Es lícito mentir para confirmar una certeza personal, basada más en la intolerancia que en hechos? ¿Llega la seducción del padre Flynn hasta nosotros, espectadores? Lo que es cierto es que la barra de mercurio entre Sor Aloysius y el cura que a todos gusta se va igualando a medida que transcurre la película. No me malinterpreten, no es que la trama de repentinamente un giro sorpresa a lo telefilme épatant, no. Lo que ocurre que el director y estos maravillosos actores nos llevan por caminos viscosos y borrosos sobre el bien y el mal. Nada queda resuelto, no se nos deja marcharnos en paz, más bien al contrario salimos con un regalo: unas gafas multifocales. ¿Es el padre Flynn una víctima de su tiempo? Seguimos queriendo certezas, y Shanley nos dice que nos busquemos la vida. Cine que es pura gloria divina. Gracias a Meryl, Phillip, Amy y Viola por darnos tanto placer.
Esta entrada fue modificada por última vez en 27 de febrero de 2019 21:55
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Excelente pelicula. Cuando fui a verla pensaba que sería una tipica pelicula de denuncia social americana; sin embargo, pese (o gracias) a la tematica convencional, deja de lado la superficialidad de esas peliculas "con mensaje", para dar paso a significaciones morales, hasta metafisicas intimamente relacionadas con cada uno de nosotros.
acabo de ver esta pelicula en el bus en que me venia de piura y me parecio superinteresante, lastima que los subtitulos no traducian correctamente los dialogos (segun mis hijos)pero igual me quedo la certeza de que los hechos tienen varias caras y muchas veces juzgamos en base a prejuicios, buena pelicula en donde no hay "malos", "buenos" ni verdades absolutas.