Intérpretes: Ed Begley Jr. (John), Patricia Clarkson (Marietta), Larry David (Boris Yellnikoff), Michael McKean (Joe), Evan Rachel Wood (Melodie St. Ann Celestine), Conleth Hill (Leo Brockman).
Estreno en España: 2 de octubre de 2009
Whatever Works nos devuelve al mejor Allen, aquel que se sitúa delante de la pantalla a hablarnos en mini-monólogos a través de su personaje principal, en este caso un retirado profesor de física cuántica. El cineasta ha empleado sus mejores tácticas, y ha dejado de lado esta vez las estrellas fugaces, para centrarse en un grupo de buenos actores, desde la joven Evan Rachel Wood hasta la siempre estupenda Patricia Clarkson, pasando por un cómico televisivo muy en la línea del mismo Allen, Larry David. Todo ello en clave de humor gozoso e inteligente, rudo sin herir y mordaz sin morder.
Estoy feliz. Como espectadora he recibido satisfecha a mi hijo pródigo, mi genial Woody Allen de siempre, aunque haya vuelto a las andadas y se encuentre rodando en Londres con Antonio Banderas junto a Naomi Watts (elegida, espero, que por aquello de contrarrestar fallos). Pero ahora mismito las pantallas nos han devuelto al mejor Allen, que me tranquiliza cuando tengo un día neurótico, cuando veo que todo a mi alrededor se plastifica cada vez más, y eso que están reduciendo las bolsas de plástico. Aquel que se sitúa delante de la pantalla a hablarnos en mini-monólogos a través del personaje principal, en este caso un retirado profesor de física cuántica, Boris/Larry David, y lo hace, para más regalía, con un guión de hace treinta años, convenientemente puesto al día. Uff, ¡qué alivio!, le creía perdido en encargos de postal y ayuntamientos zascandiles entre alcaldes, productores y cineastas.
Si la cosa funciona (Whatever Works) demuestra que, a pesar de su edad y la continua -y quizás, a ratos, cansada- producción de este cineasta de una New York de ficción (él mismo reconoce en entrevistas que la New York que aprendió es la del glamour de las viejas películas, lo que le acarrea no pocas decepciones), sigue estando en forma, y sigue haciendo que salgamos de los cines satisfechos, como después de un buen yantar o ayuntar.
Woody ha empleado sus mejores tácticas, y ha dejado de lado esta vez las estrellas fugaces, para centrarse en un grupo de buenos y arcillosos actores, desde la joven Evan Rachel Wood (que vimos hace poco en The Wrestler); hasta la siempre estupenda Patricia Clarkson. Por supuesto, un valor seguro, el cómico televisivo muy en la línea del mismo Allen, Larry David, además de unos secundarios que sellan un acertado y apropiado casting, lo que ratifica el propio cineasta: «contratar a los actores indicados es un noventa y nueve por ciento del trabajo del director».
Deliciosa, auténticamente rica, la última de Allen hace gala de ese humor sardónico con buenas dosis de cinismo sin complejos (a pesar de los complejos de Allen con respecto al resto de cine de cartelera), acompañada de unos gags desternillantes, que hacen partícipe al espectador como cuando nos advierte que el pago de nuestra entrada hará la piscina más grande a algún productor, o que a pesar de haber alcanzado Obama la Casa Blanca sigue sin poder coger un taxi en plena noche, o lo del Dios decorador, o… mejor descubránlo por sí mismos, todo un gozo.
Esta entrada fue modificada por última vez en 6 de octubre de 2009 1:15
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