Como rezagado exponente de las comedias de acción al estilo de Ocean’s Eleven, aparece en cartelera esta película que si no ostentara como protagonistas a Morgan Freeman y Antonio Banderas, probablemente pasaría más desapercibida de lo que ha venido siendo dentro de la amplia oferta de películas de corte similar que llegan a estrenarse para luego desaparecer intempestivamente sin que casi nadie se percate de su presencia. A decir verdad al no estar producida precisamente por los grandes estudios, Juego de ladrones ha tenido incluso solo estreno en DVD en algunos mercados importantes como el estadounidense o el británico. Pero a pesar de ello, vale la pena prestarle un poco de atención ya que estamos ante una película que en verdad entretiene.
Claro, no esperen a ver uno de esos juegos de estilo a lo retro con los que Steven Soderbergh le dio un ventarrón fresco al cine de gran espectáculo a comienzos de este siglo. En este caso la dirección se encuentra a cargo de Mimi Leder, una directora mucho menos talentosa, pero amplio oficio, que se extiende desde la televisión hasta largometrajes de gran presupuesto como El pacificador e Impacto profundo, los dos blockbusters con los que Spielberg y compañía iniciaron fuego con sus trabajos de ensueño. En el caso de esta nueva y más modesta producción, todo se limita a seguir al pie de la letra los mandamientos de esos juegos de tramas criminales prodigiosas, y engaños asumidos con imposible elegancia, que transcurren en medio de un pastiche de los clásicos del film noir atravesados por amantes ambiguos, sombras del poder en las calles detrás de uno, y hombres de la ley acechando con el castigo final si la jugada fracasa.
Los estereotipos casi siempre ineludibles pero que en este caso son eficazmente empleados, al menos con mayor fortuna que en las, ya lejanas, películas previas de su directora (no cuento Cadena de favores, un filme que prefería olvidar). Mientras transcurren los negocios millonarios que involucra al dúo Ripley-Gabriel, vale más prestarle atención a las imágenes bien compuestas entre la acción y ese entorno acerado de un Nueva York invadido por la diversidad de luces nocturnas e idiomas, que en los simulacros de juegos de seducción y momentos de tensión que hemos visto otras veces con mejores guiones. Toda esa estética recetada pero no escrita dentro del mainstream de los últimos años resulta funcional para las pocas pretensiones, conseguidas, de este filme.
De la misma forma, los protagonistas se comportan como les conviene más en estas circunstancias: acomodarse lo más que puedan a sus propias” imágenes de pantalla”. Freeman vuelve a ser el tipo experimentado, de verbo cadencioso y bien plantado, por el contrario Banderas es vuelve a ser el hispano algo atolondrado y nunca bien acondicionado a ese mundo ajeno, del cual trata de salir bien parado en base a su humor natural (y a veces involuntario). En estos juegos de apariencias, acaso los mil y un deformados pedazos de los espejos que reventaban en La dama de Shanghai, lo mejor es asumir esos saltos de los techos de un metro, o los ingresos a los más sofisticados sistemas de vigilancia como hasta los deliciosos sucesos de una realidad que valen más por su pertinaz consecución, o mejor digamos timing, que por la secreta fantasía de imaginárselos como propios. Tal vez no lo haríamos mejor, por ello le doy mi nota aprobatoria, mínima pero aprobatoria, que es lo que cuenta.
Intérpretes: Morgan Freeman (Keith Ripley), Antonio Banderas (Gabriel Martin), Radha Mitchell (Alexandra Korolenko), Robert Forster (Weber), Rade Serbedzija (Nicky / Victor), Gerrit Vooren (Bakker), Joshua Rubin (Joost), Tom Hardy (Michaels), Corey Johnson (Voutiritsas), Vladimir Kolev (Andrei), Constantine Gregory (Sergeev)
Estreno en Perú: 14 de enero de 2010
Esta entrada fue modificada por última vez en 26 de enero de 2010 23:33
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