Hacía buen tiempo que no se veía una performance exigente y lograda de Nicole Kidman, que en el último lustro ha participado en filmes como Hechizada, Australia o Just Go with It. Lo hace, compartiendo los créditos de producción, en el tercer largometraje de John Cameron Mitchell (Hedwig and the Angry Inch, Shortbus), Rabbit Hole, estrenado en el Perú como Al otro lado del corazón, un filme que ha costado unos 5 millones de dólares, presupuesto muy bajo para los estándares de Hollywood.
Es una historia de luto y desasosiego, en el que un matrimonio de edad intermedia, Becca y Howie Corbett, intenta recuperarse tras la pérdida de su único hijo, Danny, un niño de cuatro años. Acontece en un apacible suburbio donde se vive de modo muy sencillo y pausado, pero esa aparente atmósfera bucólica es punto de partida para crear tensión dramática. En medio de ella ocurre el absurdo accidente que cambia el destino de la pareja, y asimismo transcurre ahí el post trauma, en el que tratan de sobrellevar sus lazos familiares y amicales con tirantez y amargura.
En la narración de Cameron Mitchell, el episodio trágico se revela paulatinamente, una suerte de reconstrucción de la conciencia de sus aturdidos progenitores. Al principio es la pieza faltante en los diálogos nerviosos de Kidman y Aaron Eckhart –el Harvey Dent de The Dark Knight–, y que luego va adquiriendo mayor presencia en la interacción de Becca con terceros: en la terapia de grupo donde no se siente a gusto, en las discusiones con su madre Nat (Dianne Wiest), y principalmente en el contacto con Jason (Miles Teller), el joven que no pudo evitar el atropello y que parece estar atrapado en una adolescencia congelada.
El relato, basado en el guión de David Lindsay–Abaire, que adapta su propia novela, está encaminado a que los Corbett afronten el vacío dejado y lo asuman. En ese sentido, el uso de las locaciones y los objetos es clave, empezando por la casa, ancha y cada vez más excesiva para dos personas huérfanas y que en un momento dado buscan venderla. El dormitorio del niño, intacto, se convierte en una especie de santuario, donde los probables compradores se desaniman después de captar la energía negativa y el duelo inconcluso.
En la misma línea van los vaivenes de qué hacer con el perro, tan inocente y determinante; el visionado de los videos que el padre atesora en su celular; las comparaciones que realiza la abuela Nat entre la muerte anterior de su hijo mayor, de alcohólica adultez, y la de su nieto; las tensas conversaciones de Becca y su hermana embarazada. Todos los elementos recuerdan la fatalidad y conviven con las fuerzas de flaqueza.
Cameron Mitchell redondea la faena. Siempre se mantiene lejos de la estridencia, sabe cuándo y cuándo descargar, y brinda información precisa de manera sutil, como el hecho de que Jason ya no maneja automóvil, y quien lo hace en su búsqueda es Becca, atraída contradictoriamente hacia él, proyección de su pesar y también de lo que pudo ser su pequeño. Las escenas de Kidman y Teller están entre las mejores y repercuten en cierta medida en la dinámica de los Corbett. A su vez, la secuencia final representa una mudanza, de piel, de aires y de miradas.
Dir.: John Cameron Mitchell | 91 minutos | EE.UU.
Intérpretes: Nicole Kidman (Becca Corbett), Aaron Eckhart (Howie Corbett), Dianne Wiest (Nat), Tammy Blanchard (Izzy), Sandra Oh (Gaby), Miles Teller (Jason), Giancarlo Esposito (Auggie), Jon Tenney (Rick).
Estreno en el Perú: 18 de agosto de 2011
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