Crítica: «Olvidados», la polémica película boliviana candidata al Oscar 2015

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Ya iniciada la temporada de premios hollywoodenses, se acerca el momento de conocer las películas nominadas a Mejor Filme Extranjero para los Premios Oscar 2015.

En un artículo reciente del diario Los Angeles Times se especula sobre 6 películas que suenan fuerte para quedar en la lista final de nominadas. Ahí se incluye a la archipopular «Relatos salvajes», de Argentina; y para sorpresa de no pocos, también a la boliviana Olvidados (Forgotten), una superproducción dirigida por el mexicano Carlos Bolado.

«Olvidados» se propone abordar los hechos ocurridos durante el infame Plan Cóndor, llevado a cabo por las dictaduras militares en Latinoamérica con apoyo de la CIA en las décadas de 1970 y 1980. La película, que aún se encuentra en cartelera en Bolivia, ha causado polémica por su tratamiento de tan delicado episodio de la vida política y social de nuestra región.

A continuación presentamos un texto crítico escrito por nuestra colaboradora boliviana Mary Carmen Molina:

Olvidados: Fracasos para la restitución histórica

En agosto de este año, las Abuelas de Plaza de Mayo encontraron al nieto número 114. En noviembre de 1977, durante la última dictadura militar en Argentina, Laura Carlotto fue secuestrada por un grupo de tareas cuando estaba embarazada. En cautiverio, el 26 de junio de 1978, dio a luz un niño, al que llamó Guido. Luego, fue asesinada y, ese mismo día, su cuerpo fue entregado a su madre, Estela de Carlotto. Después de 36 años de búsqueda, Estela, ahora presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, encontró a su nieto. “Es una reparación, para él, para nuestra familia, para la sociedad en su conjunto”, dijo la abuela al anunciar la noticia.

Casualmente, junto a esta reparación histórica se ubicó en el contexto boliviano el estreno de Olvidados, película coguionizada, producida y protagonizada por la actriz, modelo y productora Carla Ortiz, sobre la ‘Operación Cóndor’ que implementaron las dictaduras militares en Latinoamérica, los crímenes y represiones que se gestaron a partir de esta sanguinaria congregación política y, en particular, la historia de apropiación-secuestro de un menor en Argentina.

Con un aparato de marketing y prensa casi incomparable en el medio, la película se presentó como una interpelación para la recuperación de la memoria. “¿Te atreves a recordar?”, eslogan de la cinta, es, antes de verla, un enganche comercialmente efectivo, pero políticamente un tanto mediocre. ¿De pronto la urgencia histórica deviene atrevimiento curioso que sostiene la cadena de consumo?, ¿dónde cabe esta pregunta sino en la seducción fácil de un espectador en el que conviene preservar la ingenuidad? Sin embargo, los alcances de este slogan y la información difundida sobre la película se quedan cortos en la sala de cine, donde el despliegue de una ostentosa producción no termina de obnubilar al espectador y cubrir el desconcertante discurso de condonación de culpas y crímenes.

Desde un inicio, el montaje de las imágenes trabaja la articulación entre tiempos y espacios diferentes: pasado y presente confluyen a través de los personajes y sus historias, en el cruce del respaldo de las imágenes de archivo y la escenografía de lo contemporáneo. Estas historias viajan por el continente, de un país a otro: ágiles y serviles, las imágenes ilustran el flujo y la consolidación de acuerdos, poderes y personas que sostuvieron el Plan Cóndor. La didáctica de este planteamiento es deducible e, incluso, aburrida: la idea parece ser ubicar al espectador en un terreno distante a la realidad que ve en pantalla y, de esta manera, presentar la trama sin cargas subjetivas que participen en la comprensión de las imágenes y las interfieran.

Rápidamente, la película va descubriendo el punto de vista desde el que emana la narración, en los personajes del Coronel José Mendieta y Lucía, secuestrada y torturada por la dictadura. Viejo y solo, el coronel pasa sus últimos días en Bolivia, atormentado por los fantasmas del pasado, imágenes de angustia y desesperación que lo conducen hacia una suerte de catarsis: aunque parte de un operativo criminal, el coronel es una persona que cometió errores y está arrepentida. La voluntad de borrar y reparar el pasado sería suficiente para dejar de lado la condena a la impunidad.

El hecho de que sea él el personaje central de la película implica que, de manera sutil, el espacio privilegiado de la trama sea el de los altos mandos militares: conocemos de cerca los detalles del Plan Cóndor y no tan de cerca el movimiento social que éste reprimía. De este lado de opositores al régimen militar, Lucía es la figura central: ella es la esposa de un periodista europeo relacionado con grupos opositores socialistas, no una opositora activa. No es casual la lateralidad de este personaje: esta decisión narrativa la ubica en un lugar ambiguo, que conviene para la preservación de la mirada apolítica que busca la trama. Aquí reside el peligro de este discurso: lo apolítico es una vía de lectura insólita y poco justa para la realidad de crimen e impunidad de los regímenes dictatoriales. Esta osada mirada tiene su momento culminante en una escena, en la que un personaje equipara la criminalidad del régimen dictatorial militar con el “radicalismo” de sus opositores, entregados a ideales inútiles por los que no valdría la pena luchar.

Lo insólito se vuelve incorrecto y ofensivo en las secuencias que muestran las torturas que sufrieron los secuestrados y desaparecidos. La pretensión de fidelidad histórica –presente, por ejemplo, en la intención del uso de imágenes de archivo– halla una desafortunada ruta en la búsqueda de realismo en estas secuencias: violencia y sangre excesivas, en imágenes repetitivas y dilatadas innecesariamente, revelan torpeza en la comprensión de la responsabilidad de la representación de estos hechos históricos. Al parecer, a mayor cantidad de golpes y sangre, mayor fidelidad o correspondencia con la realidad, en la visión violenta de esta mirada, que no revela características diferentes a las de cualquier película comercial de acción, terror o gore. La violencia es gratuita, no restaurativa, es ofensiva porque su realismo no responde a la condena si no al afán de la seducción del espectáculo.

El aplauso para la calidad del trabajo de actores, actrices, técnicos y profesionales del cine en Bolivia se enmudece completamente cuando descubrimos la consolidación de una propuesta narrativa y ética que no es responsable con la historia, que no recurre a la memoria para restaurar el presente sino para relativizar la injusticia y criminalidad de los hechos, a favor de quienes asesinaron impunemente y dejaron una huella de violencia y represión en la historia de Latinoamérica.

Crítica originalmente publicada en el periódico mensual ‘El Desacuerdo’, en agosto de 2014. Reeditada en Extravío. Acercamientos críticos a Olvidados, publicación digital de Cinemas Cine y la Escuela Popular para la Comunicación, puesta en línea en agosto.

Texto de presentación: Laslo Rojas

Bonus: Recomendamos especialmente la lectura del dossier crítico realizado por nuestros colegas de Cinemas Cine:

Esta entrada fue modificada por última vez en 2 de diciembre de 2014 16:17

Ver comentarios

  • Hola, quisiera resaltar que en el texto "Montar/Olvidar" de Gilmar Gonzales se hace una grata mención a mi película "Reminiscencias", empieza en la página 36.
    saludos,
    JD

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