«La dama de oro»: un drama de la vida real sin mayores pretensiones


La dama de oro es una película a la antigua: un drama lleno de buenas actuaciones que nos presenta una historia interesante de manera directa y sin mayores ambiciones. El filme está basado en una historia de la vida real -como suele suceder con este tipo de producciones- y aunque estoy seguro que en más de una ocasión se desvía bastante de lo que verdaderamente ocurrió, en ningún momento sentí que el guionista estuviese tratando de manipularme o de cambiar la historia para obtener algún resultado en particular. «La dama de oro» no es una gran película, pero entretiene durante la mayor parte de su duración.

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La gran Helen Mirren interpreta a Maria Altman, una mujer judía austríaca que durante la Segunda Guerra Mundial tuvo que irse de su país para escapar de los nazis. Es a través de una serie de flashbacks (en los que Maria es interpretada por Tatiana Maslany, de «Orphan Black») que nos enteramos que su familia era acaudalada, y que cuando los nazis tomaron el poder, se llevaron la mayoría de sus más preciadas posesiones. Entre dichos tesoros se encontraba una pintura de su tía hecha por Gustav Klimt llamada “La dama de oro”, obra de arte que nunca más volvió a ver.

Pero es en el presente que se entera que la pintura se está exhibiendo en Austria, por lo que, después de atender el funeral de su hermana, decide tratar de recuperarla. Para ello, obtendrá la ayuda de un joven abogado judío llamado Randy Schoenberg (Ryan Reynolds). Pero su objetivo no será fácil de alcanzar. Incluso después de visitar Austria, se darán con la sorpresa de que el gobierno de aquel país no soltará la pintura fácilmente, por lo que también requerirán la ayuda de un joven periodista austríaco, Hubertus Czernin (Daniel Brühl). Entre los tres, llevarán al gobierno austríaco a la corte, mientras nos vamos enterando de la historia pasada de Maria a través de los mencionados flashbacks.

Si hay una razón por la cual uno debería ir a ver La Dama de Oro, son las actuaciones. Como siempre, Helen Mirren está excelente interpretando a Maria, una mujer fuerte pero cansada, una señora mayor que está dispuesta a pelear por el único recuerdo que queda de su vida pasada y de su familia, pero que no está lista para hacerlo sola. Se trata de una interpretación muy efectiva; Mirren logra darle una dimensión al personaje que no se encontraba en el guión necesariamente, y aunque no puedo saber si es que su acento austriaco es creíble, su actuación definitivamente lo es.

Como una Maria joven, Tatiana Maslany es igual de buena. Me sorprendió lo parecida que resultó ser a Helen Mirren (quizás también se deba al destacado trabajo de maquillaje), y me sorprendió la manera tan vulnerable y creíble en que interpretó a su personaje; me gustaría ver a esta actriz en más producciones. Por otra parte, Ryan Reynolds no estuvo del todo mal; quizás sea un poco difícil creérnoslo como un tipo común y corriente (hasta algo fracasado), pero a pesar de que no llega a igualar a Mirren o Maslany en intensidad o emotividad, no da una mala interpretación. En papeles secundarios, los experimentados Charles Dance (Juego de Tronos), Jonathan Pryce (Brazil) y Frances Fisher (Titanic) hacen buenos trabajos.

Lamentablemente, el guion escrito por Alexi Kaye Campbell no está a la altura de las actuaciones. No estoy diciendo que sea un mal guion; los personajes están decentemente caracterizados, los diálogos son realistas y los pocos momentos de humor que nos presenta funcionan. Pero la película nunca llegó a ser tan emocionante o profunda como estoy seguro les hubiera gustado a sus creadores. De hecho, me recordó bastante a Philomena (chico joven acompañando a una señora mayor a revivir su pasado), pero sin ser igual de emotiva o chocante. Quizás sea un problema de estructura —los flashbacks me resultaron mucho más interesantes que las escenas desarrolladas en el presente. ¿De repente hubiese sido mejor concentrarse en una María joven? ¿O contar la historia en orden cronológico, en vez de usar flashbacks? El hecho de que sepamos que Maria llega a convertirse en una señora mayor le quita tensión a las escenas del pasado, porque, sin importar cuántos nazis persigan a nuestros protagonistas, sabemos que van a sobrevivir.

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Además, La Dama de Oro no hace nada que no hayamos visto en varias películas anteriores (como la anteriormente mencionada «Philomena»). El camino emocional que recorre el personaje de Mirren es completamente predecible, y aunque la cinta se torna relativamente conmovedora durante un par de escenas (las cuales funcionan, principalmente, gracias a la actuación de Mirren), nunca me llegó a sorprender.

Visualmente, la película está bien lograda. La cámara del director Simon Curtis es elegante y minimalista, haciendo uso de movimientos suaves y pocos cortes para contar su historia de manera directa y sin demasiados toques estilísticos. Las escenas en el presente son cálidas y cercanas, mientras que las secuencias desarrolladas en la década de 1940 están más desaturadas, como para dar a entender, claramente, que estamos viendo extractos del pasado. La música, compuesta por Martin Phipps y Hans Zimmer (este último parece estar en todas partes, últimamente) no me resultó particularmente memorable, pero cumple su cometido.

La Dama de Oro es una película entretenida, y no mucho más. Estoy seguro que la historia que nos cuenta fue increíblemente interesante en la vida real, pero debido a su guión predecible y estructura poco efectiva, el filme nunca llega a funcionar al cien por ciento. Ryan Reynolds no está del todo mal -siempre es bueno ver a un actor como él tratar de salir de su zona de confort-, y tanto Helen Mirren como Tatiana Maslany dan actuaciones sobresalientes, pero la cinta nunca toma riesgos, nunca trata de sorprender a su audiencia, y por lo tanto, se siente por momentos más como una (lograda) producción para televisión que un largometraje para cine.

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