Crítica: “Ciudades de Papel”, amigos, adolescencia y Cara Delevingne

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Ciudades de papel, la adaptación cinematográfica del libro homónimo de John Green, llegó a los cines de nuestro país el pasado fin de semana. Contra lo que muchos suponen, la cinta resulta ser curiosamente interesante, agradable y muy bien actuada. Cuenta con elementos de drama y comedia decentemente equilibrados, aunque como toda típica película adolescente, carece de complejidad y ambición, algo que sinceramente no me sorprendió, por lo que trate de ignorarlo y disfrutar de sus buenos momentos.

En pocas escenas, la película nos cuenta como el tímido Quentin (Nat Wolff) conoce y se enamora de Margo Roth Spiegelman (Cara Delevingne), su bella vecina, quien rápidamente se convierte en su mejor amiga y su compinche en acciones poco ortodoxas. Luego nos enteramos que por azares del destino y por la clara diferencia de personalidades, ambos se distancian al entrar a la adolescencia y, cerca de acabar la escuela, apenas cruzan miradas y palabras. Aun así, Quentin no olvida a Margo, siente que la ama y le duele ser el único al que nunca le deje mensajes cada vez que se escapa de su casa, pues eso es algo que ella acostumbra hacer con la gente que le importa, y él se siente cada vez más lejos de esa posibilidad.

Poco antes de la graduación de secundaria, Margo se presenta en la habitación de Quentin y se lo lleva a la calle para la ayude a vengarse de su exnovio y de los amigos que considera traidores (lo que pasa es que el novio la engañó con una de sus mejores amigas). Margo y Quentin irrumpen en la casa de los chicos y viven una gran aventura que, para el muchacho, es suficiente para considerarla la más emocionante de su vida. Tras una serie de actos vengativos (y un poco vandálicos), los protagonistas terminan su noche en una oficina vacía, bailan y ella le dice a él que ‘la emoción que sintió esa noche es la que debería sentir toda su vida’. Quentin solo confirma que muere de amor por ella. Luego, con la rapidez con la que volvió a la vida de Quentin, Margo desaparece de la ciudad. Se empiezan a tejer mitos en la escuela y tras descubrir varias pistas dejadas por ella misma sobre su posible paradero, Quentin decide seguir su rastro. Junto a un grupo de amigos compuesto por Ben, Radar, Angela y Lacey, Quentin sale en busca de la chica desaparecida asumiendo que las difusas pistas son la demostración de que Margo quiere que sea él quien la encuentre.

Quentin se refiere a Margo como su ‘milagro’, la idealiza demasiado y la convierte en un mito, en algo prácticamente inalcanzable. Ella es valiente, dura y demasiado misteriosa. Como dice Quentin, ‘ama el misterio, quizá tanto que por eso se convirtió en uno’. Sin embargo, esa idealización del personaje no logra traspasar la pantalla: es muy difícil para el espectador identificarse con Margo o sentirse atraído sentimentalmente por ella. En pocas palabras, no se le agarra cariño. Y eso causa algunos problemas, tomando en cuenta los hechos que ocurren en la historia inmediatamente después de su misteriosa desaparición, elemento que se supone es el principal motor de la trama. Al no encariñarte con el personaje perdido, te preocupa poco que no lo encuentren. Ahí radica su punto flojo: la película puede sentirse por momentos como una trama sin dirección.

Para muchos puede ser una decepción el hecho de que vendan la película como el primer protagónico de Cara Delevingne y ella terminé apareciendo veinte minutos para después desaparecer, sobre todo porque no hay una presión palpable después de que ella se desvanece, y Wolff, aunque no es mal actor, no acaba por tener el carisma suficiente para mantener nuestra completa atención por sí solo. Para bien de la película, es ahí donde crece la figura de los amigos de Quentin, quienes a diferencia de Margo, sí se sienten más reales y desarrollados.

Por ejemplo, Radar y Angela viven un romance entrañable, atractivo y divertido, con toda la magia de la adolescencia. Ben, el más pequeño del grupo, es quien se roba el show, despierta las risas del público con sus chistes adolescentes y desarrolla una subtrama bastante identificable si alguna vez tuviste dieciséis años. Lacey, la amiga de Margo que busca redimirse, al inicio, parece un personaje decorativo, pero con el trascurrir de la trama, gana importancia y, de hecho, tiene la línea más importante de la película, la que le abre paso al desenlace y expone el mensaje final de la historia. Si quieren tomarlo así, ellos salvan a la película de caer en la monotonía. Lo curioso es que parece haberse hecho sin querer. Entre varias cosas más, ‘Ciudades de Papel’ cumple bien los patrones que ya identifican a este tipo de películas: música indie-pop, la escena del grupo reunido y bailando, la figura del padre al que le da igual donde está su hijo, y la comedia ligera que tiene miedo de pisar sentimientos sensibles.

‘Ciudades de Papel’, dirigida por Jake Schreier (de quien recomiendo ver Robot & Frank), es injustamente vendida como una historia de romance. Supongo que la gente de Fox asumió que presentarla como secuela espiritual de ‘Bajo la Misma Estrella’ iba a traerles más dinero.

Sin embargo, la película está lejos de ser algo parecido a lo que fue la historia de los enamorados enfermos de cáncer. ‘Ciudades de Papel’ es un relato sobre la amistad, la necesidad de autoconocernos y la importancia de saber elegir lo que nos conviene para ser felices. Y el hecho de estar situada al final de la secundaria es uno de sus más grandes aciertos, pues, como dije, la relación de Quentin con su grupo de amigos, al que posiblemente no vuelva a ver en mucho tiempo, y las situaciones que viven cuando deciden buscar a Margo son, por mucho, lo mejor de la película. Además, si eres friki, hay una escena que te emocionará demasiado. Es una buena excusa para salir de casa el fin de semana, siempre que vayas con ganas de reírte un rato.

Esta entrada fue modificada por última vez en 5 de agosto de 2015 0:09

Carlos Caramantín

Comunicador Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Editor General de El Celuloide.

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