Crítica: «La boca del lobo» (1988), de Francisco Lombardi


Esta es una de las películas que mejor muestra las características de la guerra interna que padeció el Perú a causa de la insurgencia del grupo terrorista Sendero Luminoso, especialmente en los primeros años de la década de los 80.

Destaca, en primer lugar, la atmósfera de tensión permanente por la presencia de un enemigo “invisible” pero extremadamente cruel y sanguinario. Esta “invisibilización” no era una ausencia sino más bien una consecuencia del ocultamiento de los subversivos entre la población, al punto que no era posible distinguir quiénes lo eran y quiénes no. Muchas veces ellos no estaban uniformados, ni se identificaban como tales, al mismo tiempo que mantenían atemorizada a la gente y atacaban de manera sorpresiva, brutal y despiadada a las fuerzas del orden.

En la boca del Lobo
En esta película los personajes, procedentes de la costa, se perciben
como ajenos al ambiente y a las costumbres locales.
Un segundo factor es la diferencia cultural. Los soldados del destacamento acantonado en el poblado de Chuspi, ubicado en la sierra ayacuchana, procedían de la costa; lo cual marcaba una gran diferencia. Los militares se percibían como foráneos en un ambiente más o menos desconocido y rodeados de gente con costumbres y música distintas (aunque Lombardi sobre enfatiza este último aspecto); y muchos añoraban el retorno a sus lugares de origen. Algunos de ellos, además, evidenciarían abiertamente una actitud discriminatoria contra el poblador andino.

Estos dos factores actúan como tenazas sobre el destacamento militar y sus momentos más tranquilos pronto son interrumpidos por inesperados actos de violencia desmedida, seguidos por imágenes de una población anónima y pasiva, lo que acrecienta la desesperación de la tropa; sobre todo cuando su jefe –el teniente Basulto (interpretado por Ántero Sánchez)– aparece asesinado y es reemplazado por un nuevo oficial, el teniente Iván Roca (interpretado por Gustavo Bueno). Roca llega con una mentalidad distinta y a punta de gritos, entrenamiento y disciplina reordena al desmoralizado destacamento, ganándose la confianza del joven conscripto Vitín Luna (interpretado por Toño Vega), pero también la desconfianza de Kike Gallardo (José Tejada), amigo de Vitín. Más aún, el nuevo teniente desarrolla una nueva estrategia, buscando ir a encuentro de los terroristas.

A partir de este punto empieza a desarrollarse un relato que mezcla las aspiraciones de Vitín, el pasado de Roca y las intrigas y mentiras de Kike. La cinta va dejando atrás gradualmente las dos primeras líneas de acción conforme el nuevo jefe militar va implementando su estrategia y el destacamento involucrándose en la vida de la localidad. Así se entretejen dos relatos paralelos, el primero relacionado con los choques emocionales y culturales con los pobladores y el segundo con las respuestas que aplica Roca como reacción a los mismos (y a los crímenes senderistas). De esta forma, el curso de los acontecimientos nos devuelve a la resolución de los problemas planteados en el punto de partida de la película, mediante acciones de guerra sucia: ejecuciones extrajudiciales, violación de mujeres de la comunidad y tortura; lo que describe la situación de la población civil como atrapada entre dos fuegos.

En paralelo, Vitín –en medio de un conflicto de lealtades divididas– se ve obligado por lo anterior a romper sus lazos con la población y a pasar de la confianza en Roca a su radical enfrentamiento. Este último se produce en la notable secuencia de la “ruleta rusa”, inspirada en similares episodios de una película antibélica de esa época: “El francotirador”, de Michael Cimino.

En la boca del Lobo
El conscripto Vitín Luna (Toño Vega) pasa de ser el hombre de confianza del Teniente Roca (Gustavo Bueno) a enfrentarlo.
Aquí cabe destacar el buen trabajo de los guionistas (Augusto Cabada, Giovanna Pollarollo y Gerardo Herrero) para hilvanar estos dos niveles, diseñar la intensificación dramática y saber llevarla hasta buen puerto. Asimismo, las actuaciones memorables de Gustavo Bueno y Toño Vega. Un detalle muy interesante es el uso de lo que Robles Godoy llamaba en “tema” de la película, es decir, una escena muy breve que es colocada en distintas partes de la obra y que en cada uno de esos momentos asume un sentido distinto, registrando la progresión dramática y –al mismo tiempo– ilustrando el sentido general del filme. En este caso, se trata de la imagen de una niña con su rebaño de ovejas, que aparece al inicio, recibiendo a Vitín, para volver hacia el medio de la obra, ilustrando el conflicto interno del protagonista y adelantando la sanción al proceder de los militares, y al final, como despedida, simbolizando la sensación de profunda frustración que aqueja al protagonista y que se busca trasladar al público.

“La Boca del Lobo” significó un avance muy importante en la carrera de Lombardi y también para el cine nacional, ya que evidenció un buen manejo de los patrones de la dramaturgia clásica, logrando enganchar así con el público a través de una historia que utiliza los recursos dramáticos convencionales para desarrollar eficazmente un enfoque crítico sobre la guerra interna que vivía por entonces el país. Y que ello trascienda hasta la actualidad, pese a que las investigaciones publicadas sobre la época han detallado horrores peores a los aquí narrados. No obstante, en esta cinta puede hallarse el inicio de los principales procedimientos que se mantendrían en adelante.

En tal sentido, la estrategia seguida por aquellos años por las Fuerzas Armadas evolucionó posteriormente hacia una política de acercamiento a la población civil y la creación de rondas campesinas para neutralizar al terrorismo y obligarlo a abandonar en gran medida el campo, lo que finalmente ocurriría. Sin embargo, los años más cruentos y con mayor cantidad de detenidos desaparecidos se corresponden con el periodo en que suceden los episodios mostrados en esta película. Además, el filme no presenta esas graves violaciones a los derechos humanos como parte de una estrategia diseñada ex profeso, sino como la reacción descontrolada de un militar en parte traumado por episodios de su pasado y en parte siguiendo procedimientos inadecuados para enfrentar el tipo de guerra que se planteaba en ese periodo.

En la boca del Lobo
Los años más cruentos coinciden con el periodo mostrado en la película, ganando verosimilitud y exactitud histórica.
De esta forma, la película no solo gana verosimilitud sino que también es fiel desde un punto de vista histórico al mostrar la falta de preparación del Estado y de las Fuerzas Armadas ante el efecto sorpresa y desde la invisibilidad –tanto táctica como estratégica– del senderismo en sus primeros años de actividad militar.

Demás está decir que esta cinta fue polémica y lo sigue siendo en la actualidad. En principio, porque no pretende demostrar sino solo mostrar, con la ayuda de la ficción, una etapa del fenómeno terrorista de los 80. Algunos se quejan de que el filme no enfatice la despiadada violencia senderista y sí las violaciones a los derechos humanos perpetrados por las fuerzas del orden, pero soslayan que –para ser eficaz– la narración audiovisual debe ser fiel a la verdad histórica, tal como se ha reseñado más arriba.

Vista en perspectiva, la realidad dio la razón a Lombardi, ya que:
1) las Fuerzas Armadas debieron cambiar su estrategia y, sobre todo,
2) fueron las acciones de inteligencia antes que las (sin embargo necesarias acciones) militares, las que terminaron por derrotar al terrorismo y llevar a sus líderes a la cárcel.

En cambio, las violaciones a los derechos humanos perpetradas por un reducido número de integrantes de las fuerzas del orden no han ayudado al triunfo sobre el terror y, al quedar muchas de ellas impunes, han dejado heridas profundas en miles de hogares peruanos que no han obtenido justicia ni reparación. Son esas heridas abiertas las que garantizan la vigencia de esta película, así como la de otras obras artísticas que tienen su fuente en la memoria de la experiencia vivida por esos hogares y por el país.

En la boca del lobo La boca del lobo
Perú, 1988, 128 min.
Dirección: Francisco Lombardi
Interpretación: Gustavo Bueno (Teniente Roca), Toño Vega (Vitín Luna), José Tejada (Kike Gallardo), Gilberto Torres (Sargento Moncada), Bertha Pegaza (Julia), Ántero Sanchez (Teniente Basulto), Aristóteles Picho (El Chino), Germán Guevara (campesino). Guion: Augusto Cabada, Giovanna Pollarollo y Gerardo Herrero. Fotografía: José Luis López Linares. Música: Bernaro Bonezzi. Montaje: Juan San Mateo.


Una respuesta

  1. […] como la de Francisco Lombardi. En su extensa filmografía encontramos varias cintas logradas como La boca del lobo, “Caídos del cielo”, “Sin compasión”, La ciudad y los perros, entre […]

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