[Netflix] «Tigertail»: un acierto del cocreador de «Master of None»

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La ópera prima de Alan Yang, cocreador y escritor de «Master of None», expande una historia la cual los fans de esa celebrada serie podrán identificar con facilidad: El capítulo se llama “Padres”, y presenta las historias de la primera generación de migrantes, los padres de los protagonistas (de origen indio y taiwanés), y cómo ellos tuvieron que atravesar fuertes experiencias, la mayoría incluyendo la inminente separación de toda su familia, la soledad, racismo y dificultades con el lenguaje, todo aquello que tuvieron que superar para adaptarse desde cero a una nueva cultura.

En este su primer largometraje como director, Yang retoma ese interés por regresar a sus origenes, en una historia sobre el distanciamiento emocional que una persona puede crear, inclusive sobre uno mismo, para protegerse del dolor de una experiencia traumática. Para Pin-Jui, el protagonista de esta historia, este distanciamiento es tan profundo que no puede ni reconocerse a sí mismo para poder ayudar a su hija cuando más lo necesita.

El largometraje nos transporta al Taiwán de los años 60, Pin-Jui es un niño que vive con su abuela en una zona rural rodeado de campos de arroz. Al crecer se muda con su madre a Huwei, donde comienza un apasionado romance con una chica del pueblo, a la vez que trabaja en una fábrica junto a su madre para poder aportar a su precario hogar. Pin-Jui sueña con viajar a los Estados Unidos y darle una mejor calidad de vida a su madre. 

En paralelo, vemos a nuestro protagonista en la actualidad en Nueva York, nos muestran una realidad en la que ya cuenta con esa ansiada calidad de vida, ahora siendo un hombre de mediana edad recientemente divorciado. Pero Pin-Jui es incapaz de conectarse con sus emociones y de poder transmitirlas cuando son necesarias, vemos que su hija necesita del apoyo de su padre pero no importa cuánto se lo pide y cuánto lo intenta él, pareciera que fuese incapaz de acceder a esas emociones.

Yang nos hace sentir ese distanciamiento generacional también a través de los distintos idiomas que se hablan en la película, y lo que significan para los personajes; el taiwanés, el chino mandarín y el inglés no solo representan las distintas etapas en la vida del protagonista sino también sirven como representación de sus estados anímicos, desde la etapa de la inocencia de su vida, pasando por la etapa más pasional y terminando en la indiferencia y la resignación que le ha servido para sobrevivir, sentimientos que debe dejar de lado para cuidar de quienes lo necesitan y reaprender a vivir con un pasado doloroso. 

El porqué de la inhabilidad emocional de Pin-Jui es respondido gradualmente mediante flashbacks que nos cuentan retazos de su experiencia y de lo que, podemos suponer, tuvieron que pasar la mayoría de personas que emigran a países ajenos, buscando un futuro mejor.

«Tigertail» nos da una mirada profunda hacia las historias de migrantes, en especial de personas jóvenes que llegan a países extranjeros con esperanzas desproporcionadas de lo que ocurrirá y se enfrentan a una realidad de la que no hay vuelta atrás. Es realmente la historia de esos padres, esa primera generación que luchó y suprimió hasta no poder más sus emociones. Pero la belleza de esta película es que también muestra el otro lado de ello, una vez que ya pasó la tormenta y las dificultades, y se necesita que estos migrantes estén presentes en la vida de los hijos, quienes poco saben del origen y dificultades de sus padres. Hay una brecha generacional que no es verbalizada entre estos dos grupos, a pesar de que ambos son el resultado del otro y esto hace que no puedan comunicarse con claridad.

En una de las primeras escenas de la película Pin-Jui cree ver a sus padres en los campos de arroz y corre a decírselo a su abuela. Cuando ella le dice que eso no puede ser real y que sus padres no están ahí, él comienza a llorar y ella le ordena que no llore. Esta misma acción, de reprimir el llanto, se ve transmitida hacia la próxima generación. Cuando su hija, Ángela, le pide ayuda él sigue siendo incapaz de hacerlo y luego es ella misma a la que le cuesta muchísimo llorar y mantiene esa distancia emocional (aprendida de su padre) con su propia pareja, causando en el caso de ella también otra dolorosa separación.

«Tigertail» aborda la música y los espacios con la misma añoranza de quien cuenta una historia pasada e idealizada, bañada en melancolía. Son retazos de la memoria de un hombre que busca respuestas dentro de sí para solucionar problemáticas que tiene al frente. El uso de los colores como el amarillo, verde claro y blancos en espacios abiertos, y la iluminación en clave alta, funcionan en clara contraposición a los escenarios de iluminación en clave baja y colores oscuros como marrones, grises o cremas para resaltar un presente más estable pero a su vez más melancólico para el protagonista. Regresamos a esta primera paleta de colores solo una vez que Pin-Jui acepta su pasado de la mano de Ángela.

Yang nos comparte la añoranza por un lugar idealizado, el último espacio en el que Pin-Jui se sintió libre, y es solo ese lugar el que lo redime finalmente. Es al regresar a Huwei junto a su hija cuando logra finalmente abrirse y mostrar la vulnerabilidad que había perdido. 

En esta última parte de la película se presenta una metáfora que vale la pena recalcar. Pin-Jui vive dividido entre el pasado y el presente, entre Taiwán y Estados Unidos, y cuando regresa a Huwei junto a su hija y le muestra su experiencia en ese lugar tan importante para él, nos enteramos que Huwei se traduce a tigertail («Cola del tigre»). Todo este tiempo ese siempre fue el camino que tuvo que recorrer para encontrarse a sí mismo.

Esta primera película de Alan Yang nos regala una historia muy personal que logra conectar bien con su audiencia, es un film muy recomendado para realizar una reflexión sobre nuestros orígenes y lo que ello significa para nuestro propio presente.

Esta entrada fue modificada por última vez en 25 de diciembre de 2020 17:37

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