[Crítica] «Sin tiempo para morir», Daniel Craig dice adiós

No time to die

Y llegamos al final. Luego de 16 años y 5 películas, Daniel Craig dejará de ser James Bond. Y aunque no ha tenido la filmografía más consistente de la saga, al menos podrá decir que terminó su tenencia de la misma manera en que la comenzó: con una historia intensa, emotiva y gratamente imprevisible. Si el filme anterior de Craig como Bond, “Spectre”, se sintió como un retorno a los tiempos más absurdos y exagerados de Bond, “Sin tiempo para morir”, de Cary Joji Fukunaga, logra balancear de mejor algunos de los elementos más dispares de la saga. Y para sorpresa de muchos, concluye la historia del Agente 007 de Craig de manera agridulce, por más de que los créditos finales prometan que “James Bond regresará”.

Sí, regresará, de eso no cabe la menor duda. Pero será interesante ver cómo y con quién regresará.

Luego del final de “Spectre”, este nuevo film de la saga comienza con un James Bond retirado, viviendo en una burbuja paradisiaca en Italia, junto a su nuevo amor, Madeleine Swann (Lea Seydoux). Pero luego de recibir una inesperada visita por parte de un grupo de agresivos contrincantes, y comunicarse con su viejo amigo Felix Leiter (Jeffrey Wright) en Jamaica, Bond se ve obligado a regresar a sus viejas andanzas. Esta vez, tiene que detener al megalomaníaco Lyutsifer Safin (Rami Malek), quien planea acabar con buena parte de la población del planeta. Pero más importante: este nuevo villano está íntimamente ligado a Madeleine y hasta al Ernst Stavro Blofeld de Christoph Waltz, lo cual convierte a “Sin tiempo para morir” en una de las películas más personales de Bond. Sin llegar a incluir spoilers, vale la pena decir que no es solo el destino del mundo lo que está en juego en este filme.

Lo cual tiene sentido, si uno considera a las películas previas de Craig. Este James Bond es el único que ha logrado protagonizar una saga de películas interconectadas, en donde los eventos de una tienen efectos considerables en las demás. Y “Sin tiempo para morir” no es la excepción —la cinta contiene diversas referencias, tanto a los eventos de las entregas anteriores de Craig, como a las de las películas más antiguas de la saga, lo cual resulta en un producto final que se siente como una celebración de la historia del personaje. Y no de manera superficial, como lo fue “Otro día para morir” con Pierce Brosnan —lo que el director Cary Joji Fukunaga hace acá es homenajear y subvertir algunos de los elementos más trillados de la franquicia, como para desarrollar una experiencia tanto familiar, como deliciosamente imprevisible.

De hecho, me animaría a decir que “Sin tiempo para morir” es una de las pocas películas de Bond que logra sentirse relativamente espontánea, haciendo que el espectador se preocupe por Bond y sus acompañantes. Craig siempre le otorgó cierta vulnerabilidad a su Agente 007, lo cual se hace más evidente que nunca en esta película —hay cierta sensación de peligro inminente durante buena parte del metraje, que le otorga un tono casi melancólico a la historia (al menos durante sus últimos 40 minutos de duración, aproximadamente). No es que Fukunaga tenga miedo de divertirse —es que claramente está intentando hacer algo distinto, más sentido y con consecuencias más graves. Bond parece estar consciente de que está llegando a una suerte final (casi como un metacomentario), y por ende, el espectador comienza a sentir lo mismo.

Felizmente, “Sin tiempo para morir” no carece de secuencias de acción, o hasta de momentos inesperadamente graciosos, como para no tornarse en un ejercicio de melodrama o pesimismo. Resaltan una excelente persecución en carro durante el prólogo, así como como una secuencia verdaderamente tensa en un bosque neblinoso, y un enfrentamiento final suficientemente brutal, que hasta logra subvertir algunas de las expectativas que los fanáticos tendrían de un villano megalomaníaco como Safin. Fukunaga dirige la acción con aplomo, resaltando uno que otro gadget, pero también apoyándose en el equipo de la M16 que acompaña a Bond —casi siempre está conectado con el Q de Ben Whishaw, o siendo apoyado por la agente Nomi de Lashana Lynch.

Quien se roba la película, sin embargo, es la Paloma de Ana de Armas… a pesar de aparecer en una sola secuencia, por no más de diez minutos. La actriz cubano-española interpreta al personaje como una agente neófita y nerviosa, que sin embargo logra ser competente y despiadada cuando es necesario. Su química con Craig es innegable —seguramente ayudó haber trabajado juntos antes en “Entre navajas y secretos”—, y su caracterización resulta en algunos de los momentos más graciosos de la película. Da pena que su aparición sea tan breve, pero a la vez, deja al espectador con ganas de verla más —quizás en alguna futura entrega de la franquicia (dependiendo de lo que EON Productions haga con el nuevo Bond).

Nada de eso quiere decir, por supuesto, que Craig se vea opacado por los personajes secundarios; de hecho, logra demostrar una vez más por qué es considerado por muchos como uno de los mejores Bonds. Acá, lo vemos como una versión un poco más sentimental del personaje, dispuesto a dejarlo todo de lado por Madeleine, incluso superando al supuesto amor de su vida, la fallecida Vesper Lynd (Eva Green). Este Bond es un poco más gentil, todavía competente y arrogante (y claro, simple listo para soltar una frase lapidaria), pero monógamo y hasta dispuesto a admitir sus propios errores. Es una evolución natural para el personaje, mostrándose un poco más moderno (y ciertamente menos misógino), sin traicionar la esencia de lo que Ian Fleming creó hace ya tantos años. Muchos de los cambios sufridos por este Bond, de hecho, tienen sus raíces en las novelas, o hasta en películas como “Al Servicio Secreto de su Majestad” —por algo la frase “Tenemos todo el tiempo del mundo” es repetida tantas veces.

No obstante, vale la pena mencionar, también, que “Sin tiempo para morir” comete un error cada vez más común en el cine comercial estadounidense contemporáneo —es demasiado larga. Entiendo que hayan querido cerrar la etapa de Craig con broche de oro, y de hecho, la trama, aunque algo estereotípica, está llena de giros narrativos y sorpresas y subversiones que justifican un tono épico… pero casi 3 horas de duración sigue siendo demasiado. Algunas escenas podrían haber sido acortadas como para quitarle unos 20 minutos de metraje a la historia, y “Sin tiempo para morir” no hubiera cambiado demasiado (al menos no para mal). De hecho, sorprende que con una duración tan extensa, el Safin de Rami Malek termine siendo tan decepcionante. Su interpretación no es mala —pero aparece por tan poco tiempo, que jamás logra convertirse en un contrincante memorable, o siquiera con una motivación creíble o comprensible.

Nada de eso logra arruinar la experiencia en general, felizmente. “Sin tiempo para morir” hace lo que tenía que hacer, y lo hace con aplomo —cierra la etapa de Craig de manera definitiva, con una historia algo enredada, pero emocionalmente satisfactoria. Puede que el camino no haya carecido de baches — “Quantum of Solace” tiene más detractores que fanáticos, y “Spectre” no está envejeciendo muy bien—, pero eso no le quita nada al desempeño de Daniel Craig; un Bond icónico para el Siglo 21, y que quedará grabado en la memoria de muchos espectadores por un buen tiempo. “Sin tiempo para morir” logra homenajear a la historia del personaje y al trabajo de Craig, concluyendo de manera agridulce, y dejando en claro que sí, este es el final… pero que como siempre, James Bond regresará.

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