[Crítica] «Close» (2022), de Lukas Dhont

close 2022

Esta es una película muy conmovedora. Sobre todo, logra eludir casi totalmente la manipulación, salvo en su punto de partida: la ruptura de una amistad profunda en la infancia o preadolescencia. La acción transcurre en la escuela y viviendas de dos amigos de 13 años de edad en un pueblo rural belga. 

La razón o el origen de esta separación entre dos muy buenos amigos, Léo (Eden Dambrine) y Rémi (Gustav de Waele), tiene un sesgo homofóbico y, al mismo tiempo, no queda del todo claro si estamos ante una temprana atracción gay o un apego puramente amical: por momentos parece lo primero y, en otros, lo segundo (¡pudiendo ser ambos!). En todo caso, la intimidad entre ellos se construye con elementos propios de los juegos infantiles y una inocencia que será apenas rebasada por la sorpresa del descubrimiento aparente de mutuas incompatibilidades en curso. 

La película, dirigida por Lukas Dhont, insinúa los estereotipos que se presentan sobre ambos personajes, pero a continuación se concentra en las consecuencias del quiebre de la relación, focalizándose solo en Léo, uno de los personajes; sin volver más a la relación entre ambos. Si bien la causa puede ser intuida –aunque no definida como única– tanto por el público como por ese personaje, ya convertido en el principal, este vacío deja suficiente margen como para que se puedan extraer distintas interpretaciones; aunque el protagonista llegué claramente a una, que concibe –quizás erróneamente– como excluyente. 

El hecho de que el director limite las reacciones de Rémi puede parecer forzado y manipulatorio (lo es, en cierta medida) pero a la vez permite introducir un elemento de ambigüedad en una relación que no llegaría aparentemente a la enemistad total –por parte de Léo– pero sí a una separación definitiva que afectará a ambas familias, y especialmente al protagonista. 

Finalmente, este punto pierde interés, pues en lo que sigue y durante la mayor parte del filme Dhont combina con mucha sabiduría los temperamentos contrastantes que marcan la gradual transformación de Léo. En consecuencia, la acción no regresará sobre este asunto sino que mostrará y examinará su evolución sobre el tamiz de lo cotidiano en su vida y –en menor grado– en la de las familias involucradas.

Desde el punto de vista audiovisual, la puesta en escena de Dhont destaca por el uso de la luz natural y el trabajo en exteriores; incluso las poquísimas escenas nocturnas tienden a la claridad, la cual es dominante también en los interiores. La cámara sigue permanentemente al pequeño protagonista y gran parte de su interacción con otros personajes sucede fuera de encuadre. Y cuando –excepcionalmente– ello no ocurre es por necesidades dramáticas que hacen avanzar la acción a partir de los nexos de Léo con Sophie (Émilie Dequenne), la madre de Rémi, con su hermano Charlie (Igor van Dessel) y su propia madre, Nathalie (Léa Drucker). Todo lo cual contribuye decisivamente a la fuerte identificación emocional con Léo.  

De esta forma, observamos la transformación del personaje y compartimos lo que lleva dentro, pero también el contexto de la infancia, etapa en la que las alegrías de actividades e interacciones grupales se combinan con momentos más introspectivos, en ocasiones (como esta) muy duros, y en los que la presión emocional se retroalimenta y crece. Además, otras actividades –como el entrenamiento de hockey sobre hielo y siempre con la cámara enfocada en el protagonista– apuntalan el incremento gradual del conflicto interno y la tensión dramática. 

El cambio en el personaje viene acompañado también por cierto cambio en el entorno social, espacio en el que encontrará un soporte que –sin embargo– no le será muy útil pues su conflicto es interno y es en ese ámbito en el que deberá resolverlo. Los espacios de la escuela y en el campo (participa en la faena de recojo de flores, el negocio familiar), son coloridos, frescos y acogedores; y mitigan hasta cierto punto los momentos donde el protagonista va interiorizando las implicancias de lo ocurrido. 

La soledad se va asentando y haciéndose lugar en medio del alboroto social que acompaña la vida de Léo. Sin embargo, y fiel al estilo comedido y sugerente de Dhont, el protagonista recibe el apoyo de su hermano adolescente y establece relaciones amicales con otro compañero de equipo, pero sin la intensidad de la que tuvo con Rémi.

Salvo el tema del trabajo infantil, todo es muy “civilizado” en esta cinta; por ejemplo, en el colegio instruye a los chicos para que compartan cuándo y de qué forma expresan sus emociones. Consejo que también podría extenderse al público, ya que la película alcanza altas cotas de eso que llamamos “autenticidad” y relativamente poco de manipulación emocional. Lo que genera una apelación a la sensibilidad que el espectador difícilmente podrá evitar. El desenlace será suave pero catártico.

Parte importante del logro de “Close” son las actuaciones, sobre todo de Eden Dambrine, que va construyendo paso a paso, a través de detalles sutiles y preguntas puntuales, su entendimiento de un sentimiento que gradualmente lo va atosigando. Todo con naturalidad y mediado por una cotidianeidad muy bien elaborada desde el trabajo de cámara en mano. Confrontado con Sophie y, luego, consigo mismo se llegará al quiebre; posteriormente, a la comprensión y, quizás, a la aceptación. Una muy hermosa película.

Close

Bégica, Países Bajos, Francia, 2022, 105 min.

Dirección: Lukas Dhont

Interpretación: Eden Dambrine (Léo), Gustav de Waele (Rémi), Émilie Dequenne (Sophie, madre de Rémi), Léa Drucker (madre de Léo), Kevin Janssens (Peter), Marc Weiss (Yves), Igor van Dessel (Charlie). Guion: Lukas Dhont y Angelo Tijssens. Fotografía: Frank van den Eeden.

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