[Crítica] «Todo en todas partes al mismo tiempo»

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Película sumamente entretenida, fantástica y mucho más importante de lo que parece a primera vista. Este es un caso en el que la diversión –con altas dosis de creatividad artística– puede estar al servicio una exploración de un mundo regido por la sustitución de lo real por realidades alternativas guiadas por el deseo y la auto expresión; mostradas –en el filme– a través de códigos mediáticos propios de la civilización del espectáculo y la nueva era digital del metaverso. 

La cinta lleva hasta el paroxismo un humor “desproporcionado y chocante” (es decir, betetiano) elevado a la enésima potencia, que personalmente disfruto, pero que quizás no sea para todos los gustos. Denotando una sátira devastadora del consumismo adictivo gastromultimediático, salpicado de fantasías absurdas, erotismo extravagante, fluidos escatológicos, mutaciones corporales, toques de humor negro y visiones a la vez arquetípicas y presuntamente algorítmicas, extraídas de la fértil aunque disruptiva imaginación de Los Daniels –Daniel Kwan y Daniel Scheinert–, sus directores. 

Sazonada con estos ingredientes, “Todo en todas partes al mismo tiempo” es una comedia dramática de corte familiar que se desarrolla principalmente como una obra de ciencia ficción; al mismo tiempo, es una película de artes marciales en la que los códigos y “coreografías” de este subgénero cinematográfico se utilizan como herramienta de defensa y resistencia contra las formas de control de los migrantes chinos en Estados Unidos (en el mundo real) y del control y descontrol en el multiverso (en las realidades paralelas); pero también como forma de expresión de ciertas relaciones familiares (en esta obra).    

La comedia dramática

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La película se vertebra en torno a Evelyn Quan Wang (Michelle Yeoh) quien, muy a su pesar, descubre que puede (¡y tiene qué!) viajar a otros mundos paralelos, en los que representa otros tantos papeles distintos, que ella buscará –de salto en salto– encarrilar hacia la solución de sus problemas económicos, familiares y existenciales en tanto migrante china que administra una lavandería familiar en California.

La estructura narrativa audiovisual está dividida en cuatro partes: 1) un prólogo de presentación de los personajes y componentes del drama familiar, 2) un gran bloque de secuencias llamado “Todo”, 3) un segundo gran bloque denominado “En todas partes” y 4) un breve epílogo titulado “Al mismo tiempo”. 

Los pequeños bloques extremos transcurren en locaciones que podríamos llamar “el mundo real”: la 1 en la lavandería-vivienda de Evelyn y la 2, el local del IRS (servicio de impuestos de los EEUU, por sus siglas en inglés), donde reina Deirdre Beaubeirdre (Jamie Lee Curtis), la funcionaria que acogota el pequeño negocio de Evelyn. Aunque, en realidad, estos espacios también constituyen un universo más (pero que, para hacer la explicación más entendible, lo mantendremos como el “mundo real”). 

Mientras que los bloques 2 y 3 transcurren en al menos 10 universos simultáneos, aparte del que sucede en los 2 bloques extremos, todos en interacción e interferencia constantes.

En el bloque inicial se presentan los personajes del drama familiar: Evelyn, quien enfrenta un posible divorcio de su esposo Waymond Wang (Ke Huy Wang) y tiene una relación conflictiva con su hija Joy (Stephanie Hsu), quien llega con su novia Becky (Tallie Medel) en la lavandería, provocando temores en Evelyn de un posible conflicto –a causa de su lesbianismo– con su padre Gong Gong (James Hong); más adelante, sabremos de resentimientos mutuos entre Gong y Evelyn en el pasado. En suma, dos conflictos intergeneracionales, un tercero –potencial– entre abuelo y nieta, y un conflicto conyugal. Por si fuera poco, el IRS amenaza con embargar el negocio, acosado por problemas económicos, en un plazo de pocas horas. Todo esto en todas partes, al mismo tiempo y con plazo límite; teniendo a Evelyn al centro de este drama oriental. 

El cual evoluciona rápidamente hacia la comedia dramática al desenvolverse como un filme de luchadores de kung fu y ciencia ficción en los siguientes dos bloques, en los que se replican las versiones “alfa” de los miembros de la familia y se redefinen los conflictos. 

Al entrar abruptamente en el multiverso junto con Evelyn, descubrimos que este se encuentra organizado como un sistema en red, el cual existe para controlar y –sobre todo– limitar los saltos entre los numerosos universos. Sin embargo, las fuerzas encargadas de este control –lideradas por el Gong “alfa”– se ven enfrentadas con las fuerzas del descontrol, mejor dicho, con un personaje súper poderoso: Jobu Tupaki, que no es otra sino la Joy “alfa”; quién, al haber aprendido a saltar fluidamente entre los multiversos, ha adquirido poderes absolutos presuntamente derivados de su vivencia del “todo”, con lo que amenaza destruir el sistema. 

Evelyn, quien ha sido introducida en este complejo entorno por la versión “alfa” de su marido, estará así atrapada en medio de ese enfrentamiento, el que la irá contraponiendo a Jobu, en lo que se constituirá como el conflicto principal de la obra; conflicto que será principalmente interno (bloque 2) y posteriormente se resolverá como externo (bloque 3). 

La protagonista principal –con ayuda de sus otras versiones en el multiverso–, se verá a sí misma reflejada, como en un espejo, en su hija versión Jobu; se “pondrá en sus zapatos” y gracias a ello podrá entenderla y ayudarla (al igual que a sí misma)  a superar su mutuo dilema existencial a nivel autoestima. Adicionalmente, y como parte de la transformación de la protagonista, se resolverán los conflictos secundarios (con el esposo y el abuelo).

De todas formas, los componentes puramente dramáticos no son el punto fuerte de esta película. Si la versión “alfa” de su esposo Waymond funciona muy bien como apoyo (ante la desconfianza del Gong “alfa”) en el bloque 2, el apoyo de su esposo original resulta ser el punto débil de la trama en el bloque 3. Su influencia para el giro final de Evelyn hacia Jubu/Joy, la resolución del conflicto marital y la influencia final de este con Deirdre –el “ser amable”, regalar galletas chinas y predicar la bondad– son recursos demasiados naif y limitados, en comparación con las motivaciones de mayor consistencia de madre e hija; aunque resultan funcionales para un desenlace relativamente complaciente.

Del multiverso al metaverso

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Pero todos estos conflictos, si bien emocionales, se manifestarán también como conceptuales –sobre todo en el bloque 2– y estarán relacionados con el multiverso, aunque el factor emocional irá retornando gradualmente, sobre todo hacia el final. Esta parte conceptual es lo más fascinante de la película ya que exhibe una posición ambivalente sobre el multiverso, tema de ciencia ficción basado en diversas hipótesis de la física que postulan la existencia de universos paralelos incluso hasta un número infinito. Estas hipótesis no han sido demostradas pero sirven de base a varias obras de ficción sobre el tema, incluyendo esta película, en la cual cada universo se desarrolla a partir de distintas decisiones y posibilidades abiertas para los protagonistas.

En el bloque 2, Evelyn deberá experimentar primero el salto de un universo a otro por sí misma, así como la simultaneidad, mientras que las “rajaduras” que su mente hace en estos ejercicios la aproximan a la posibilidad de saltar entre universos (e ingresar a la mente, recuerdos y pensamientos de sus infinitas versiones). Lo cual genera un enfrentamiento con el Gong “alfa”, quien desconfía de Evelyn (como también sucede con su versión original paterna), temeroso de perder el control del sistema o de que este sea destruido.

Mientras que Waymond “alfa” –quien la defiende ante el Gong “alfa”– le explica que Jubu es “un agente del caos puro, un ser ominiversal con poderes inimaginables y sin motivos ni deseos reales”. Aquí, la palabra clave es “reales”. Y más adelante: “Ahora su mente vive cada mundo, cada posibilidad al mismo tiempo, comandando el conocimiento y poder infinito del multiverso. Ahora que lo ha visto todo, ha perdido todo sentido de la moral, toda creencia en la verdad objetiva”. Mientras que en este caso, la expresión clave es “verdad objetiva”.

Aquí se critica al multiverso, advirtiendo de sus riesgos, que se corresponden –en la vida real– con los de (la adicción a) las redes sociales y eventualmente al metaverso. Lo cual puede conducir o, al menos, reforzar la tendencia actual a ignorar o abandonar el principio de realidad en el espacio público, así como a perder toda objetividad y –por esa vía– negar la verdad o quitarle toda importancia. Poco antes, si mal no recuerdo, la propia Jubu le hace notar a Evelyn que “nuestras instituciones se derrumban, ya nadie confía en el prójimo”, lo que termina de describir el paisaje social polarizado en que está sumido el mundo actual.

“Todo en todas partes al mismo tiempo” es una película importante no solo por lo que cuestiona –el multiverso y de manera ambivalente– sino también por lo que evidencia como consecuencia cultural indeseable de las tecnologías de la información: el reforzamiento de la tendencia a la sustitución del principio de la realidad por lo virtual.      Su enorme e inesperado éxito de público se debe, en parte, a que describe –en clave anárquica y humorística– esta tendencia social en la que se apoya la nueva era digital inaugurada por el metaverso; el cual –a diferencia de multiverso ficticio– es una tecnología real en la que se genera un mundo virtual donde las personas interactúan mediante avatars y basado en nuestro propio mundo, pero sin sus limitaciones. De esta forma, se pueden construir socialmente narrativas creadas por las propias personas no siempre en base a la razón o la veracidad sino atendiendo a sus deseos, opiniones o fantasías. Si a ello sumamos el algoritmo que nos circunscribe a relacionarnos principal sino únicamente con quienes piensan como nosotros, formando comunidades más o menos cerradas, obtenemos un efecto que amplifica exponencialmente la polarización social sobre bases equívocas y muchas veces irracionales.

De lo conceptual a lo emocional

La adicción a o saturación de virtualidad y la pérdida de sentido de la realidad puede conducir a lo que Jobu define como “la verdad”: “Nada importa. Si nada importa, entonces todo el dolor y la culpa que sientes por no hacer nada de tu vida desaparecen…”. Y, siempre en conversación con Evelyn, le advierte: si quieres deshacerte de los multi(meta)versos que te atormentan, “no vas a poder… vas a estar siempre conectada, los universos siempre reclamarán tu atención. Nunca estás completamente allí. Solo [tendrás] una vida de momentos fracturados, contradicciones y confusión”. Esto también hace parte de los efectos de pasar mucho tiempo navegando en las redes sociales, sin ningún norte, solo pasar el rato, resquebrajando el tiempo. “Nunca estás completamente allí” puede significar vivir en permanente ansiedad.  

Esta crítica implícita, aunque devastadora, al multiverso se muerde la cola pues conduce –curiosamente– al desarrollo de una respuesta autodestructiva en Jubu/Joy. Así, definiendo el “todo”, al que ella ha accedido, le dice a Evelyn: “puedes ver cómo el todo son solo partículas reacomodadas de modo aleatorio en una superposición vibratoria… puedes ver cómo todo lo que hacemos se borra en el mar del resto de las posibilidades…”, evidenciando que ella se está cocinando en su propio caldo. En este momento –ya en el bloque 3– estamos dejando atrás lo conceptual y recuperando lo emocional. En ese plano, la hija le pide una inmolación mutua en el “bagel” (rosquilla o donut) que ella ha construido, a manera de agujero negro (es de chocolate), y que las absorbería en la nada.

En consecuencia, la película critica (en la figura de Jobu Tupaki) los excesos del multiverso e, indirectamente, de la nueva era digital del metaverso; para, luego, pasar a defenderlo o, al menos mantenerlo. El giro, trabajoso, hacia este resultado parte de la razón que Waymond “alfa” le da a Evelyn para considerarla como la única que podría derrotar a Jobu: “Tienes tantos objetivos que nunca alcanzaste, sueños que nunca concretaste. Vives tu peor forma… Cada fracaso aquí deriva en un éxito para otra Evelyn en otra vida. La mayoría solo tiene unas pocas vidas alternativas significativas tan cerca. Pero tú, aquí, eres capaz de cualquier cosa porque eres tan mala para todo”. Me lo puedo imaginar, todos conocemos personas así, que viven ajetreadas en medio de “contradicciones y confusión” pero que son empáticas y resilentes, y que luego no sabes cómo se las arreglan para salir adelante, pero al final lo consiguen.

Aquí tenemos una contraparte de Jobu, en términos equiparables. A la vida de “momentos fracturados” y carentes de sentido en el multiverso, le corresponden a Evelyn –en el mundo real– los “objetivos que nunca alcanzaste, los sueños que nunca concretaste”, los fracasos; incluso, al inicio de la cinta, Gong le reprocha que “nunca terminas lo que comienzas”. Aquí empieza la toma de conciencia de nuestra protagonista sobre su parecido con su hija (“obstinada y sin propósito, un desastre” en la vida) y el inicio de su entrenamiento y posterior bajada de habilidades para igualar los poderes de Jobu, con la esperanza de liberar(se) y, de paso, arrancar a Joy de su versión Jobu y recuperarla. 

En el bloque 3 veremos a Evelyn pasar por dos etapas. La primera, bajo la influencia de su toma de (auto)conciencia y de Jobu, será la de intentar separarse de su inmersión en los otros universos (su acceso al “todo”) e incluso de quienes la rodean, atacándolos. La segunda, presionada y luego influida por el Waymond original, será la de asumir la contradicción y absorberla mediante la amabilidad, el afecto y los placeres (aunque siempre bajo los códigos del cine de artes marciales). En eso sigue la filosofía de vida de su cónyuge: “El escoger ver el lado bueno de las cosas no es ingenuidad sino algo estratégico y necesario. Es como aprendí a sobrevivirlo todo. Es mi forma de ser luchador”. Esto funciona en términos de un cuento de hadas (formato que la película también roza), pero no mucho en comparación con la complejidad de los obstáculos internos que afrontan madre e hija, y de los obstáculos externos (IRS) que los limitan socioeconómicamente. 

De todos modos, me gusta que los integrantes de la familia sean –para los patrones gringos– unos perdedores, pero orgullosos de serlo y luchadores. Evelyn me recuerda a esas señoras que administran los chifas de barrio, que te toman el pedido y hablan un castellano precario, siempre serias y secas, cuando no molestas, moviéndose de un lado a otro, llevando la cuenta y dando órdenes en chino con voz chillona. Algo de eso hay en la Evelyn atiborrada de deudas. Encima, ella y su familia son migrantes, mientras que la propia película está hablada parcialmente en chino mandarín y cantonés, y los actores principales son asiáticos u originarios de ese continente: Yeoh (malaya de origen chino),  Quan (migrante vietnamita), Hsu (estadounidense hija de migrante taiwanesa) y Hong (lo mismo pero hijo de migrante hongkonés). 

Como personajes, están habituados a la sobrevivencia en un entorno competitivo y, finalmente, deciden la suerte del mundo (o sea, del multiverso). Es cierto que hay un happy end, pero no es completo ya que se limita –luego de sus aventuras en el multiverso– a un retorno al “mundo real”; donde siguen sometidos al escrutinio del IRS (todo queda casi como al principio con esa institución), mientras que la propia Evelyn –aparentemente– aún sigue en contacto con sus otras versiones en los mundos paralelos. 

El montaje paralelo

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Hemos revisado la estructura narrativa audiovisual y sus elementos emocionales y conceptuales, pasamos ahora a su soporte semántico. Siendo el multiverso uno de los contenidos básicos de la puesta en escena, lo más lógico es utilizar el paralelismo cinematográfico, el cual es llevado al extremo, ya que la acción transcurre –en su mayor parte– entre los universos paralelos que se intercalan casi simultáneamente y se interfieren continuamente. 

Hay un extraordinario y complejísimo trabajo de montaje paralelo en locaciones distintas (a veces, discontinuas en el tiempo) así como en un mismo espacio, con abundancia de insertos, combinaciones de encuadres de distintos tamaños, enlaces audiovisuales entre secuencias (interferencias de un universo en otro), saltos al pasado (generalmente algo desenfocados) y, sobre todo, reels (lo que antes llamábamos “cuñas”), con una sucesión vertiginosa –principalmente, aunque no solo– de primeros planos y a un tempo muchas veces muy veloz y acelerado. 

Mención especial merece la inclusión de algunas de estas técnicas en las numerosas escenas de artes marciales, desde las que son puramente cómicas hasta las ligeramente amenazantes (se producen al menos dos muertes en la cinta), y en las que se combina la acción a velocidad normal –aunque siempre con esos ritardando y accelerando “coreográficos”, combinados con las miradas y gestos tan extáticos como fugaces de los luchadores (generalmente, Evelyn)– con otras escenas donde se combinan velocidad normal con cámara lenta; a lo que se añaden como soporte algunos efectos especiales. Lo que “zarandea” constantemente al espectador e impide cualquier parpadeo.

Gracias a estas inclusiones y características comunes en materia de trabajo de cámara y montaje, se genera una fuerte continuidad entre las secuencias normales y las de kung fu, de tal forma que resultan consistentes con el paralelismo, la simultaneidad y los enlaces visuales dentro y entre secuencias. Incluso en la última de estas “batallas” se adecúan los movimientos de lucha para convertirlos, por parte de la protagonista, en gestos corporales afectuosos y cariñosos, y también distendidos. A las combinaciones con cámara lenta se suman insertos de todo tipo, a manera de referencias, y hasta una escena sadomasoquista. En esta secuencia de clímax tenemos un collage audiovisual de la mayoría de procedimientos utilizados por el editor Paul Rogers y el director de fotografía Larkin Seiple.  

Todo está como perfectamente ensamblado, amarrado y hasta “cosido” para crear un acabado técnicamente impecable pero también altamente significativo. Aunque para algunos este despliegue de recursos pueda resultar fatigoso (lo comprendo), bien vale la pena volver a ver la película solo para disfrutar este “ballet” espléndido y disruptivo ejecutado por la maravillosa Michelle Yeoh y el equipo de luchadores de kung fu. De hecho, por este y otros motivos la vi más de una vez.     

De otro lado, conforme Evelyn va aprendiendo y entrenándose en sus saltos de universos, estos se van acumulando y, por ejemplo, al final del bloque 2 la observamos saliendo de hasta de 5 locaciones distintas seguidas (un teatro, una pizzería, etc.) para casi una misma acción. Estos efectos visuales redundantes –aunque variados y con apoyo de maquillaje, vestuario y ambientaciones espectaculares– alargan la película y, para algunos, puede resultar por momentos agotadora. De hecho, hay por lo menos una ocasión –sino alguna más– en que la velocidad del reel es tal que se vuelve una pura reiteración. Lo que buscan Los Daniels con este y el resto de procedimientos que venimos reseñando es generar la sensación de multiplicación infinita (o incluso, si cabe, del puro infinito), así como de simultaneidad y de interferencias (mecanismos de ensamble al interior de la secuencia o enlace entre secuencias), propias del multiverso.    

Además, esto se justifica plenamente ya que las imágenes también están contando una historia, no están colocadas de relleno o como mero entretenimiento. El trabajo de cámara y montaje –y no tanto los diálogos o la acción– son los componentes narrativos principales que van hilvanando la evolución de lo mostrado en cada universo y cuando se juntan en esos “reels” o secuencias sin unidad de tiempo, lugar ni acción, se producen “sinergias” que alimentan, completan o complementan la acción principal y, especialmente, las historias secundarias; así como los contenidos conceptuales que enriquecen y potencian la puesta en escena. Ello porque constituyen factores subliminales que activan y viabilizan los procesos de proyección e identificación (¡así como el disfrute!) del espectador; y también son útiles –eventualmente– para fines de taquilla y llenar butacas. 

En esa línea, este aparato formal –si bien está diseñado y elaborado con abundante creatividad– es convencional; vale decir, que Los Daniels no están inventando la pólvora. El montaje paralelo existe desde la infancia del arte cinematográfico y sus variantes y meandros técnicos son bien conocidos. Sin embargo, estos componentes y la forma como han sido estructurados en la película son compatibles o consistentes con el lenguaje de la esfera multimediática. 

Características como la hipertextualidad, por ejemplo, aparecen sugeridas con la inclusión de imágenes de animación como parte de la acción (o relación entre madre e hija en versión Jobu); o la simultaneidad de tener diversas pantallas al mismo tiempo va de la mano con los esfuerzos de la cinta por ilustrar la simultaneidad en el multiverso; o los formatos de posteos, stories y reels (especialmente los últimos) propios de redes sociales (como Tik tok o Instagram), los que se pueden asociar con los numerosos insertos y “cuñas” audiovisuales en la película (por cierto, de mucha más calidad que la gran mayoría de material compartido en redes). 

Asimismo, podríamos asociar el “todo” al que tendrán acceso madre e hija con los efectos de la adicción a las redes sociales: “vas a estar siempre conectada, los universos [léase redes] siempre reclamarán tu atención, [a la vez que] nunca estás completamente allí [lo que te conducirá a] una vida de momentos fracturados, contradicciones y confusión [ansiedad, eventualmente depresión]”. Asimismo, la dispersión de Evelyn puede ser una consecuencia de su capacidad de multitasking –una destreza para hacer varias actividades al mismo tiempo, relacionada con la cultura de Internet, juegos online y redes sociales, combinado y simultáneo– que ella evidencia al inicio de la película y que luego se bifurcaría exponencialmente en el multiverso. Pero que, llevada al extremo, también puede generar problemas de falta de concentración, confusión y –paradójicamente– procastinación.   

Como se aprecia, estos componentes formales de la puesta en escena refuerzan contenidos conceptuales, referidos a una visión crítica de la virtualidad en la nueva era digital del metaverso en ciernes; visión que propone, de un lado, la necesidad de una regulación o control y, de otro lado, advierte sobre el descontrol de estas tecnologías, lo que puede conducir a la violencia nihilista y autodestructiva. 

El personaje de Jobu Tupaki ejemplifica, así, el peligro al que puede llegarse –individual y/o socialmente– cuando se genera un control monopólico o total a través del metaverso, y este –en su lógica capitalista de maximización de ganancia y crecimiento incontrolado– puede generar efectos destructivos para sus usuarios (polarización por potenciamiento de fanatismos extremos; Jobu observa al respecto: “nuestras instituciones se derrumban, ya nadie confía en el prójimo”) y autodestructivos (contribuir al estallido de conflictos o hasta guerras por razones equivocadas o injustas; como Waymond nos lo advierte: “todos pelean porque están temerosos y confundidos”).

El acceso al todo

Anteriormente señalamos que el multiverso se genera a partir de decisiones y posibilidades de los personajes. Este juego con las posibilidades (el “qué hubiera pasado si…”) se relaciona con los objetivos no alcanzados y los sueños no cumplidos de la protagonista, pero resueltos en otros universos (por ejemplo, ser estrella de cine o cantante), en los cuales, sin embargo, se generan nuevas posibilidades (por ejemplo, no haberse casado con Waymond). 

Estas “sinergias” entre vidas paralelas en el multiverso hacen parte de la película y son interesantes para fines dramáticos, pero en términos existenciales (para la vida en nuestro mundo real), no son muy útiles. Gourdieff y sus seguidores del Cuarto Camino llaman a estas elucubraciones “pensamientos inútiles” y los consideran una pérdida de tiempo. Otros santones, hacen notar que nunca podremos saber realmente si las “oportunidades perdidas” en el pasado son realmente “perdidas”, ya que un hipotético cambio en nuestro pasado lo modificaría en formas imprevisibles o imposibles de saber (o sea, irrealidad e irracionalidad). Lo pasado, pasado está, queda vivir el presente.    

De todas formas, cabe mencionar cuáles son estas estas posibilidades y cómo –en el caso de los metaversos– han sido construidas, para lo cual debe indagarse qué tienen en la cabeza los personajes –en este caso madre e hija– y cómo esos contenidos se vuelcan y desarrollan en el multiverso de la película: 10 a cargo de Evelyn y uno –el denominado “todo”– construido por Jobu Tupaki.

Ella se lo narra a Evelyn: “Un día me aburría y lo puse todo en un bagel. Todo. Mis esperanzas, mis sueños, mis viejas libretas de calificaciones, todas las razas de perros, todos los avisos personales de Craiglist [por cierto, pensé que esto ya no existía]. Sésamo. Semilla de amapola. Sal. Y colapsé sobre mí misma”. Lista que da una idea de lo que tiene en la cabeza esta chica. 

Pero lo fascinante –dejando de lado el componente kitsch (huachafo) en la ambientación de varios universos y vestimentas– es la imaginería religiosa alrededor del bagel, ubicado en una especie de templo pintado de blanco, claro, prístino y rodeado de un halo flameante (que también podría ser flambeante, aunque no se observa fuego alrededor) y de apariencia celestial. Podemos asociar este símbolo con el cáliz católico y con la mandala junguiana, aunque también –como lo mencionamos antes– con los agujeros negros que se tragan universos enteros y multiversos; con mayor razón a Tobu/Joy. Finalmente, un bagel es un bagel, lo que también sugiere afición por y consumo de comida chatarra o poco saludable.

El multiverso de Evelyn

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Aquí ya podemos tener indicios de por dónde va la cosa. Si examinamos el multiverso de Evelyn encontraremos tres grandes grupos. El primero se refiere a escenarios mediáticos y del espectáculo (estrella de cine, luchadora de kung fu, cantante aparentemente de cabaret u opera china), el segundo al consumismo a partir de servicios y fantasía gastronómica (chef de comida tipo benihama, trabajadora de pizzería al paso y mundo con gente manos-de-salchicha), y el tercero lo llamaremos simbólico y se refiere únicamente a universos de relación con Jobu/Joy (ambas en pareja en una cárcel, como piñatas, en dibujo de animación y como piedras), aunque más acotados. 

Recordemos que estos multiversos no son sucesivos sino que corren en paralelo y buscando la simultaneidad. Los dos primeros grupos inician desde el bloque 2 en adelante; mientras que los del tercer grupo recién lo hacen a partir del bloque 3 en adelante. Esto significa que desde ese bloque se recarga visualmente la película (aumentan los multiversos y, eventualmente, la redundancia correspondiente), de allí el cierto agotamiento del espectador conforme avanza esta tercera parte. 

Más aún, los bloques 2 y 3 parecieran ser dos películas separadas. Al final del bloque 2 las peripecias del encuentro de Evelyn con Jobu a nivel multiverso “alfa” (con el bagel y todo) se convierten en una película cuyo desenlace –un final triste, por cierto– lo vemos como tal en el teatro del universo donde está la versión de Evelyn como estrella de cine y soltera. En esta película dentro de la película incluso vemos los créditos finales y, en letras blancas contra fondo negro, el nombre Los Daniels, como directores. Con lo cual nosotros, como espectadores de la película dentro de la película (por favor, no confundir película dentro de la película con película), también somos incorporados como terceros interesados –desde nuestro universo particular– en el multiverso propuesto de esta obra. 

Es después de esto que Evelyn sale asustada del teatro y de otras 4 locaciones distintas en igual número de universos paralelos. Y, para que quede claro que Los Daniels quieren atiborrarnos de multiverso, a continuación, en el inicio del bloque 3 aparecerán 3 nuevos universos donde dialogan madre e hija (cárcel, piñatas y animación; el otro aparecerá más adelante). Es como cuando se inicia una nueva película con la presentación de nuevos personajes (en este caso, de miniuniversos). Sin embargo, si lo vemos desde el punto de vista de la narración audiovisual, las acciones del bloque 2 se continúan en el bloque 3, no hay un quiebre narrativo fuerte en este momento (aunque sí más adelante, en que el conflicto entre Evelyn y Jobu escalará). No obstante, y para añadir mayor complejidad, el desenlace de la película dentro de la película, al final del bloque 2, es simétrico aunque de resultado opuesto al final del bloque 3.   

En consecuencia, lo importante en este análisis del multiverso es que las conexiones entre estos no se limitan a interferencias, enlaces, insertos, reels, etc., sino también a conexiones a un nivel estructural, en el cual –además de lo anterior– un universo se introduce como tal en otro; siendo parte de una misma puesta en escena. Igualmente, los universos completan o complementan las historias secundarias; por ejemplo, el de Evelyn como estrella de cine juega en pared con el conflicto conyugal de Evelyn en el “mundo real”; o la relación (¡lésbica!) que establecen Evelyn y Deirdre en el universo de los dedos-de-salchicha compensa una relación muy distinta entre ellas en el “mundo real”. Mientras que los 4 minimultiversos de interacción entre Jobu y Evelyn, acumulados, contribuyen al desenlace de este conflicto. Como vemos, el multiverso se construye a partir de posibilidades e imposibilidades que su protagonista va diseñando.

Espectáculo gastromediático

Si lo vemos desde el punto de vista de los contenidos –o sea, lo que Evelyn tiene en la cabeza–, estos se entrecruzan en los tres grupos señalados más arriba (mediático, consumista y simbólico) y, especialmente, entre los dos primeros. 

Quizás el más importante se relacione con la cultura mainstream, representada por la preeminencia el subgénero de las cintas de artes marciales, el star system, el cine de animación y la comida chatarra asociada al negocio cinematográfico (pizzas, benihama y lo dedos-de-salchicha).

Y, paralelamente, la civilización del espectáculo, que incluye las actividades y espacios mencionados y el gusto de Evelyn por el canto. 

Contrapuesta a esa cultura de masas, en el multiverso también se manifiesta la cultura asiática (cine de artes marciales, estrella de cine y cantante china) y la parcialmente hibridada (chef de comida tipo benihana).   

Luego tenemos el cuerpo, como espacio de resolución de conflictos externos mediante las peleas de kung fu, pero también como espacio de alienación y maltrato del mismo por el consumo de comida chatarra (restaurant y pizzería) y –lo más importante– como caso de mutación física en la que las manos se han convertido en flácidas salchichas y los humanos deben usar los pies para cumplir las funciones de la mano. 

Este universo es una sátira despiadada de la evolución humana a través de mutaciones del cuerpo, al presentar los dedos como salchichas con las que Evelyn y Deirdre juegan y hasta las chupetean embadurnándolas de mostaza y kétchup; escenas apostilladas con la famosa escena del simio en “2001 Odisea del Espacio” (en este caso con sus dedos-de-salchicha). Tal “evolución” partiría del hiper consumo de comida chatarra desde el contexto gastromultimediático e incluso desde la civilización del espectáculo.

En este universo también es posible advertir el reclamo por la diferencia y el reconocimiento. Se trata de personas diferentes no por ser de origen chino (Evelyn) o anglosajón (Deirdre), sino por una condición física peculiar (aunque extravagante); y es significativo que esta situación la ilustren una posible agente discriminadora con una discriminada en la “vida real”. En este universo alternativo, estas enemigas pueden ser hasta pareja y convivir felices.     

Otro ámbito, insinuado anteriormente, es el de la infancia o, más precisamente, la infantilización. Los universos madre e hija son piñatas (simbólicamente aporreadas por la vida), o trazos de una cinta de animación que muestran –siempre en la percepción de Evelyn– una cierta regresión en Jobu. Al mismo tiempo, su vestimenta juvenil espectacular, su culto al bagel y la presencia de comida chatarra, revelan gustos sino infantiles al menos adolescentes. 

Lo cual se relaciona con la idea del “cuento de hadas”. De hecho, la primera imagen de la película es un espejo de mesa redondo en el que se ve a la familia Wang –padre, madre e hija–, casi de perfil, mirando sonrientes hacia adelante, como esperando el inicio de una película dentro de la película que, como película, de inmediato pasará a la descripción de una familia disfuncional. Es un comienzo del tipo “érase una vez…”, que en el filme se transmutaría en “qué pasaría si…”. En el caso de Jobu, ella es una especie de hada buena (viste como tal, aunque con trajes que son –si bien espectaculares– también de fiesta infantil) que simultáneamente es un ser perverso (aunque aburrido y atormentado) capaz de destruir el mundo (léase, multiverso). En su papel de hada aparece en la escena celestial de presentación del bagel flameante; mientras que en su rol de maldita la gozaremos en la escena con los policías en el oscuro pasillo del IRS. 

Este hilo de infantilización y “cuento de hadas”  también aparece transmutado en historia sentimental en la película hindú donde baila una princesa con su príncipe y que Evelyn ve por el televisor en la lavandería; la que más adelante mostraría a esos personajes de cuento de hadas bailando con sus respectivas manos-de-salchicha. Bailes parecidos y saltos en la cama (como en piyamada infantil) que Deirdre y Evelyn escenificarían como productos de una rama evolutiva de la especie humana. Sin olvidar la cita de “Ratatouille” trasmutada en el episodio del salvamento del mapache. Estas sinergias entre fantasías aparentemente absurdas pueblan el multiverso y, finalmente, no son pensamientos tan inútiles –como dirían Gourdieff y sus amigos– ya que han permitido buenos ingresos a sus creadores. 

Quedan dos universos altamente significativos. Uno es el integrado por (creo) un par de breves escenas en una prisión donde Jobu es la carcelera y Evelyn la prisionera, proyección del conflicto entre ambas. Aquí se referencia el control mediante una institución explícita, pero que puede ampliarse a otros espacios, como el control a través de las tecnologías digitales (redes, metaverso, multiverso), de los medios de comunicación (alienación cultural por televisión y prensa), el control sobre los cuerpos (afectación de los mismos por comida chatarra, la alienación, la discriminación o la violencia), entre otros. 

El segundo es el episodio de las piedras. Este es uno de los universos más originales, primero porque corta el tempo rápido y vertiginoso de la película e instaura –inicialmente– un momento de calma, silencio y un tempo más reposado; ayuda también que los diálogos (mudos, como corresponde) sean con texto impreso. Un respiro pero también un asombro para el espectador. Además, es supremamente irónico que Los Daniels hayan escogido como posibilidad en el multiverso la existencia demostrada de universos adversos a la vida humana y a la vida en general. 

De hecho, como lo mencionan en esta parte del filme –y es así en la “vida real”–, una gran mayoría de tales “universos” no ofrece la menor condición para la existencia humana. Como indicamos al comienzo, la hipótesis sobre la posibilidad del multiverso (o universos paralelos) no está demostrada. En cambio, sí hay evidencia de que gran parte del universo conocido –o sea, innumerables planetas, constelaciones y espacios inconmensurables– sea adverso a la vida humana. En otras palabras, si bien hay la remota posibilidad de que existan otros universos paralelos, hay muchas, muchísimas más posibilidades de que –como especie humana– estemos bien solos en este o en cualquier otro hipotético universo. Hasta el momento. 

Ahora bien, incluso en este universo vacío de vida aparece un toque infantil (los ojitos con pegatina de la piedra-Evelyn persiguiendo hasta los abismos a la piedra-Joy).       

Shots disruptivos

El director peruano Armando Robles Godoy, de quien celebramos este año el 100 aniversario de su nacimiento, definía las “imágenes kinéticas” como aquellas que los cineastas extraían directamente del inconsciente y colocaban en la película en busca de determinados resultados estéticos. Lo que en este director era un procedimiento relativamente ocasional, Los Daniels lo han convertido en un procedimiento recurrente en esta cinta. 

Para entenderlo, volvamos al primer “salto” de universo de la novata Evelyn al comienzo del bloque 2. En esa oportunidad Waymond “alfa” le indica –inocentemente– que “cambie el pie de las zapatillas”. Esta sería la primera de varias “acciones extrañas” que servían como una especie de clave o password para tales traslados; otro sería, “declárale tu amor a Deirdre, pero sinceramente”. Estos actos, llamados también “trampolines”, eran necesariamente absurdos por obedecer a algoritmos que de forma aleatoria se establecían para cada oportunidad en el multiverso. 

En esa línea, veremos instrucciones tales como orinarse en los pantalones, comerse los mocos de Gong “alfa” con la mano, tomarse de un solo sorbo una botella de jugo y la favorita de los fundamentalistas religiosos: la penetración anal usando los trofeos en forma de rombo de Deirdre; entre otros igual de estrambóticos. 

Incluso hay una escena extraordinaria –lamentablemente muy corta– en la que, por orden de Gong “alfa”, un grupo de luchadores de kung fu debe realizar sus respectivas “acciones extrañas” para lanzarse en masa a buscar a Evelyn, generando una situación delirante debido a los insólitos “trampolines” que se observan, aunque fugazmente.  Jobu, por su parte, también nos obsequia con otras delicias como convertir las varas de policías en flácidos dildos ensangrentados o hacer estallar a un representante de la ley como pica pica.              

Todas estas imágenes (y otras muchas) transcurren a tal velocidad (y tan entremezcladas con otras) que no llegan a asquear pero sí a sorprender y, sobre todo, a hacer reír por lo inesperado y descabellado. Además, aparecen intempestivamente y/o como parte de las “coreografías” de los luchadores de kung fu, añadiendo valor agregado a las mismas y creando un entorno por momentos surrealista. Algunas de estas “acciones extrañas” son claramente sexuales pero también las hay que establecen conexiones en el meandro audiovisual del multiverso.

No soy buena para nada… que no sea actuar

Todo lo reseñado gira en torno principalmente al personaje de Evelyn, siendo la interpretación de Michelle Yeoh uno de los puntos fuertes de la película, junto a las de Ke Huy Quan, Stephanie Hsu y James Hong. Yeoh permanece en pantalla durante prácticamente toda la película y exhibe una gran versatilidad para dar continuidad expresiva a su personaje; el cual debe transitar entre las escenas de artes marciales y las otras, pero que se presentan bastante fraccionadas y con esas interferencias exigidas por el paralelismo cinematográfico. A lo que se añade las habilidades, destrezas y el mismo esfuerzo físico para los brincos y piruetas de los peleadores de kung fu, pero también para los malabares y acrobacias de mano en el restaurant gringo-nipón. 

Pero, sobre todo, caracterizar a una mujer que declara no ser buena para nada y que, al mismo tiempo, pueda recoger de sus otras caracterizaciones en el multiverso los recursos para transformar a su personaje, evitando el tono épico y enfocándose en la sanación espiritual producto del auto conocimiento. Hay una cierta cualidad terapéutica en el multiverso que le permite a Yeoh proyectar una cierta esperanza cuando le dice a Jobu/Joy: “atesoraré esas motitas de tiempo en las que todo tiene sentido”; es decir, no aspirar a un “todo” de consumo y felicidad permanente (alimentados por la adicción), sino a esos momentos en que es posible el acceso a la plenitud y la serenidad (mediante una regulación del multiverso). 

Esa flexibilidad –aunque en menor grado– también caracteriza las performances de sus acompañantes.  Ke Huy Quan oscila entre el esposo buenazo y empático, y una especie de agente secreto aficionado que defiende al multiverso “alfa”. Mientras que Stephanie Hsu combina sus registros de hija incomprendida y aniñada, con los de la diosa poderosa, pero aburrida y angustiada, según sea el caso. Y el veterano Hong es un secundario todoterreno. Admirable que todos ellos se presten a los disparates y extravagancias de los Daniels.     

En suma, una película muy original, divertida, entretenida, disruptiva, que toca o roza temas importantes sobre control a través de la tecnología, los medios de comunicación, la comida y el cuerpo; recurriendo a un estilo de humor anárquico y desopilante. Gran película que amerita pantalla grande y más de un visionado.  

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