Artículos

La ciudad y el terror: Alias ‘La Gringa’

Publicado por

Este texto es un fragmento (ligeramente modificado) del artículo “Ciudad de los condenados”, publicado en Contratexto n° 17, 2009. Tiene spoilers.

En Alias ‘La Gringa’, el delincuente apodado La Gringa, aficionado a la escritura y conocido por sus continuas fugas de los penales donde ha sido recluido, huye de la cárcel para encontrarse con Julia, su amante, pero es capturado y enviado a una isla penal. Allí, un profesor universitario apellidado Montes, acusado injustamente de subversivo, lo salva de morir a manos de otro recluso. La Gringa logra, más tarde, fugarse de la isla y planea con Julia un viaje a Guayaquil, pero al enterarse por una carta de que el profesor ha deseado huir con él, regresa a la isla penal para sacarlo y pagarle así su deuda de honor por haberle salvado la vida. Sin embargo, al retornar, encuentra que el penal ha sido rodeado por fuerzas militares, pues presos acusados de terrorismo se han amotinado al planearse su traslado a una cárcel de alta seguridad. Se produce una matanza, el profesor es asesinado, pero La Gringa logra escapar con Julia a Guayaquil.

La película se centra en el personaje de La Gringa; sin embargo, el escenario en el que este se mueve alude a circunstancias políticas y sociales que pueden fecharse entre 1986 y 1990. El tema carcelario tiene aquí como telón de fondo la matanza de los penales de 1986 (concretamente el motín en la isla penal de El Frontón), con representaciones más o menos explícitas de los presos de Sendero Luminoso y su entorno (pabellones, asambleas y discurso político). Asimismo, a través de un personaje secundario (el profesor Montes), se alude a los reclusos injustamente procesados por terrorismo y a la ley de amnistía que por entonces estaba discutiéndose. Tangencialmente se toca el tema de los jóvenes universitarios acosados por las fuerzas del orden como sospechosos de subversión, y se sugiere la existencia de autoridades represivas y corruptas (representadas por las fuerzas armada que atacan el penal y por el alcaide). Por último, a un nivel menos explícito, pero quizá más trascendente, se proyecta la imagen de una ciudad capturada por el terror, no muy distinta (o acaso peor) que una cárcel.

La ciudad siniestra

La película comienza con una fuga de La Gringa. Luego se ve un gran plano general de la ciudad de Lima de noche, con el cerro San Cristóbal al fondo. Escuchamos el sonido de una sirena. A continuación, vemos un vehículo de bombero cruzar la pantalla. La impresión es la de una ciudad en emergencia. Más adelante distinguimos las luces rojas de los autos patrulleros y escuchamos silbatos. Es el centro de Lima: alcanzamos a distinguir el hotel Bolívar y la avenida La Colmena. La gente se agolpa en las veredas, curiosa, mientras los policías con armas en ristre caminan alertas, resguardando negocios con vitrinas que parecen muy vulnerables en calles que lucen descuidadas, llenas de desperdicios. Desde el interior de un auto en movimiento logramos avizorar entonces una camioneta de la Unidad de Desactivación de Explosivos (UDE) y a un policía con un extraño casco (que lo hace aparecer como un ser extraterrestre) de pie frente a un poste de luz. Vemos más policías armados, y ya con cámara fija al policía del casco desactivando una bomba al pie del poste. Otros guardias de seguridad cruzan ahora la pantalla en motocicletas con luces rojas, rondando las sucias calles. Nos preguntamos: ¿es esta la Lima que conocemos?, ¿es este el espacio de libertad hacia donde ha huido La Gringa?

En la secuencia descrita, podemos reconocer Lima, pero también podemos ver en ella una ciudad distinta y atemorizante. Esta visión de algo ya conocido pero que a la vez es diferente y que infunde angustia o miedo se adecua al concepto de “lo siniestro” enunciado por Freud: “aquella suerte de espantoso que afecta las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás”.¹

Freud amplía en el mismo artículo el concepto, señalando que “lo siniestro no sería realmente nada nuevo, sino más bien algo que siempre fue familiar a la vida psíquica y que sólo se tornó extraño mediante el proceso de represión”, para luego añadir que este vínculo con la represión ilumina la definición de Schelling según la cual “lo siniestro sería algo que, debiendo haber quedado oculto, se ha manifestado”.² En el caso de Lima, en Alias ‘La Gringa’, la ciudad es aparentemente la misma (las mismas calles, los mismos edificios), pero lo que estaba oculto o reprimido se halla ahora desatado: la violencia latente se ha vuelto explícita.³  

La definición de lo siniestro como la reaparición (la repetición) de algo que se tenía por superado o sepultado implica la generación de una gran angustia en quien lo experimenta. En el caso específico de Alias ‘La Gringa’, el personaje reencuentra en Lima la misma violencia y falta de libertad que en la cárcel. Al fugar no ha vencido la angustia del encierro; la Lima a la que va a caer no es sino la continuación de la cárcel. Otros aspectos de la ciudad que a continuación ilustra el filme ratifican esta imagen de la urbe como una prolongación del penal.

La ciudad prisión

En la tercera secuencia del filme vemos a La Gringa en un taxi. El interior del vehículo está iluminado de rojo. Se escucha en la radio del auto el siguiente reporte:

Fuerzas especiales de la policía desactivaron un artefacto explosivo en una calle céntrica de la ciudad… Un diputado del parlamento nacional fue asesinado a balazos por manos terroristas esta tarde. Más de quince mil sospechosos han sido detenidos en el operativo desatado para detener a los responsables de este repudiable crimen… Ahora el momento de la oración con el reverendo padre José María Salcedo.

El reporte no tiene pierde. Primero hace un recuento de lo que hemos visto en la secuencia anterior, luego da cuenta de un crimen político, y el operativo suena dantesco (quince mil detenidos); a continuación, pareciera que sólo quedase rezar (la entrada del cura para el momento de la oración). Al reporte le sucede un breve diálogo entre el taxista y La Gringa. 

Taxista: Mucha violencia, ¿no?

Gringa: Mucha.

Taxista: Demasiada, ¿no?

La Gringa asiente y pretexta luego bajar a comprar unos cigarrillos; pero el taxista adivina que quiere irse sin pagar y lo amenaza con un cuchillo. La Gringa paga con un reloj y el taxista le da el vuelto. Hay una mirada de entendimiento entre ambos, como si compartieran un mismo código criminal, un código igual o semejante al de una prisión.

El estallido

Después de su segunda fuga, La Gringa, ayudado por Julia, se refugia en una vetusta quinta de un solo caño en el centro de Lima donde, según la misma Julia, la mayoría de los inquilinos son estudiantes. En el lugar se produce, luego, un allanamiento por parte de la policía. La Gringa se esconde. Uno de los guardias aparece en la puerta de uno de los cuartos, exclamando: “¡propaganda subversiva!”. Cuando termina el operativo y La Gringa retorna a su habitación, escribe, y una voice over nos informa del contenido de su texto: 

Antes no tenía miedo. Me fugaba pensando que me podían agarrar de nuevo. Pero ahora tengo miedo, miedo de todo, hasta de escribir. No sé por qué.

En la escena siguiente, de inmediato, por corte seco, La Gringa aparece atento a un programa de televisión en donde se ve primero a una reportera hablando entre lenguas de fuego y a continuación imágenes de curiosos contenidos por policías frente a un auto en llamas, un coche bomba. Durante la escena se alternan las imágenes de la televisión con primeros planos muy cerrados de La Gringa, tenso y contrariado. Al final de la escena un locutor informa:

[—] volvieron a subir las medicinas, los mineros del Ande central inician una marcha de sacrificio a Lima exigiendo mejoras salariales, y un turista fue detenido en el aeropuerto internacional de Lima acusado de querer salir del país con un kilo de cocaína.

La sintaxis de la escena parece explicar la sensación de miedo de La Gringa como producto del bucle de violencia en el que se encuentra inmerso. Como en una película de horror (por ejemplo, En la boca de la locura de John Carpenter), toda fuga lo devuelve al mismo ambiente. Lo que ha creído que ha dejado atrás aparece al siguiente paso sobredimensionado. La Gringa experimenta la angustia provocada por lo siniestro.

Hacia el final del filme es evidente que la ciudad se encuentra amenazada por fuera y por dentro. Está siendo cercada por manifestantes, y en sus calles hay fuerzas que han emergido y colocan bombas que antes eran desactivadas a duras penas por la policía, y que ahora han empezado a explosionar. La comparación con la cárcel se acentúa: la isla penal se halla rodeada por militares a punto de bombardearla, y los presos amotinados se encuentra dispuestos a combatir. El penal termina por estallar; la ciudad está a punto de hacerlo. Al año siguiente de Alias ‘La Gringa tuvo lugar el atentado de Tarata en Miraflores.

La huida

La fuga final, la definitiva, urgente y realmente liberadora para La Gringa, será hacia fuera del país. Allá, en el extranjero, podrá salir a la calle; es verdad que sin identidad (no será más La Gringa), pero también sin miedo.

Ya en el momento del estreno se destacó que las características físicas del actor Germán Gonzales, que interpretaba a La Gringa, alto y muy delgado, sin cicatrices visibles ni huellas de golpes, no congeniaban con las de un experimentado delincuente, y los rasgos psicológicos y sociológicos del personaje aún menos.  La Gringa del filme era un hampón que empleaba poca jerga y que casi excluía la coprolalia de su vocabulario. En algún momento, con algo de timidez e ironía decía de sí mismo ser “escritor”. 

La impresión que dejaba el personaje no era la de un lumpen sino la de un sujeto de clase media, y sus reacciones ante la ciudad siniestra no eran diferentes a las de muchos peruanos de la mesocracia que entonces optaron por ir a vivir fuera del país, pues dentro ya no veían claro hacia donde escapar. La Gringa frenaba sus impulsos egoístas por la deuda de honor con el profesor Montes, pero al final espetaba al líder subversivo que se enfrentaba a las fuerzas armadas: “locos de mierda, sigan matándose”, y abandonaba la isla. Al no estar ni con Sendero Luminoso ni con los representantes del orden, su respuesta al estado de cosas era “sálvese quien pueda”.

Notas:
1. Freud, Sigmund. Obras completas. Vol. 13, 1988, p. 2484.
2. Ibídem, p. 2498
3. En el mismo sentido, el puerto de «Malabrigo» adquiría también un carácter siniestro en el filme anterior de Durant, como lo adquiriría Villa El Salvador en el siguiente, «Coraje».

Dato: Una versión recientemente restaurada de «Alias La Gringa» se proyecta en el 27 Festival de Cine de Lima, el 17 de agosto próximo.

Esta entrada fue modificada por última vez en 12 de agosto de 2023 21:52

Esta web usa cookies.