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[Crítica] «Saltburn» (2023): nada más que una ligera decepción

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Saltburn” es la segunda película de la directora-guionista Emerald Fennell, luego de la extraordinaria “Una joven prometedora”. Y así como en aquella producción contó una historia que mucho tenía que decir sobre las injusticias que las mujeres jóvenes tienen que sufrir hoy en día, con esta nueva película parece querer decir algo sobre los privilegios de los millonarios, y sobre cómo estos a veces no consideran al resto como verdaderos seres humanos. Es un tema que ha sido tocado ya varias veces en otros filmes, y que acá se siente algo desordenado y previsible. Es así que “Saltburn” llega a convencer pero no del todo, con Fennell más interesada en dejar a su público en shock, que en contar una historia coherente.

El filme se lleva a cabo en el año 2006, y tiene como protagonista a Oliver Quick (el irlandés Barry Keoghan), un joven que llega a estudiar a Oxford, para inmediatamente sentirse como pez fuera del agua. No obstante, eventualmente logra convertirse en amigo del súper popular y adinerado Felix Catton (Jacob Elordi, de “Euphoria” y “Priscilla”), quien lo invita a pasar las vacaciones a la casa de su familia. Dicho lugar se llama Saltburn, y se trata de una mansión en la campiña, una suerte de burbuja de privilegio, mayordomos, fiestas, alcohol, y una desconexión impresionante del mundo real.

Es en Saltburn, pues, que la verdadera historia comienza. No solo porque Oliver conoce a los padres de Felix, la permanentemente confundida Elspeth (Rosamund Pike) y el excéntrico James (Richard E. Grant), sino también porque comienza una suerte de relación con su hermana, Venetia (Alison Oliver). Y poco a poco, comienza a darse cuenta de lo diferentes que son estas personas, quizás no tan interesadas en él como ser humano, sino más como una suerte de curiosidad, una representación del tipo de gente con el que ellos nunca congenian. No obstante, Oliver tiene sus propios secretos, los cuales van saliendo a la luz gradualmente.

El mayor problema de “Saltburn” es que nos presenta una giro final —el cual no pienso revelar en este texto— increíblemente previsible, como si se tratara de una revelación chocante y sorprendente, haciendo que casi todo lo que vino antes de esos últimos minutos dependiera de ello. No funciona, y hasta se siente como si Fennell estuviese subestimando a su público, creyendo que su filme es mucho más subversivo de lo que realmente es. De hecho, la forma en la que el giro es revelado es tan obvia y hasta paródica, que no me queda más que suponer que Fennell estaba intentando ser graciosa. Claramente, esto no funcionó.

Fuera del giro, sin embargo, “Saltburn” logra ser un interesante estudio —aunque superficial— de los privilegios de los uber ricos; aquellas personas que no solo tienen dinero, sino también un estilo de vida completamente distinto al de la gente regular. Es divertido ver, por ejemplo, al Felix de Elordi explicarle las diferentes tradiciones de su familia a Oliver, cada una más absurda que la otra. O ser testigo de lo absolutamente decadentes que son las fiestas que organizan en Saltburn (incluso cuando supuestamente son para celebrar los cumpleaños de amigos cercanos). O ver como la familia de Felix trata de mantener las apariencias, incluso cuando cosas extrañas comienzan a pasar en Saltburn.

Es todo bastante entretenido, pero llega cierto momento en el que se torna repetitivo, como si Fennell se hubiese quedado sin ideas fuera del tema central de “miren lo absurdas que son estas personas millonarias”. Además, vale la pena mencionar que el giro final ya mencionado no solo cambia el contexto en el que se lleva a cabo buena parte de la historia, sino que también contradice lo que el resto filme parece querer decir. Sí, la gente de privilegio extremo y que vive fuera de la realidad no es muy buena que digamos, ¿pero qué pasa si alguien más se aprovecha de ellos? El plano final de “Saltburn” es ciertamente impactante, pero a la vez, me dejó con un mal sabor de boca, como si, hasta cierto punto, Fennell hubiese tenido la intención, al menos, de redimir a algunos de estos despreciables personajes.

No se puede negar, eso sí, que la dirección de fotografía de Linus Sandgren (“La La Land”) es magnífica. Saltburn es presentado como un lugar decadente y enorme, lleno de jardines vistosos, laberintos, habitaciones gigantes, y arte por doquier. Definitivamente hay dinero, pero ni Fennell ni Sandgren parecen querer presentar nada de esto como algo bello. Y en general, el filme maneja una estética medio retro —a pesar de llevarse a cabo en el 2006, que no fue hace tanto tiempo— y es presentado en un formato 4:3, lo cual contribuye a la sensación de estar viendo algo de carácter anticuado. “Saltburn” cuenta con mucha textura, con colores fuertes y un gran énfasis en el interesante rostro de su protagonista, lo cual nos permite ver todo desde su perspectiva de supuesto outsider.

Barry Keoghan (“El sacrificio del ciervo sagrado”, “Eternals”) interpreta a Oliver como un tipo curioso —como un joven de pocos amigos y muchos secretos, que parece estar constantemente intimidado por los privilegios ajenos que lo rodean, y que desarrolla una relación extraña con Felix. Lo admira, hasta lo ama —consideren cierta escena en una bañera que le dará asco a más de un miembro del público—, pero a la vez, siempre sabemos que está escondiendo algo. Es una interpretación de muchas capas, que a pesar de depender del ya mencionado giro final, igual logra fascinar de inicio (cuando es presentado como un inocente estudiante) a fin (cuando lo vemos bailar completamente desnudo en el interior de Saltburn).

Por su parte, Jacob Elordi interpreta a Felix más como un ideal; como el chico por el que se mueren tanto hombres como mujeres, y que está tan acostumbrado a sus privilegios, que ya ni los toma en cuenta (ni para bien ni para mal). No se trata de una actuación tridimensional, precisamente, sino más como la representación de como Oliver percibe a Felix. Y del reparto secundario, destacan la gran Rosamund Pike (como una mujer que vive pensando en la inmortalidad del cangrejo), Richard E. Grant (como un hombre de mucho dinero pero poca perspicacia), Archie Madekwe (como el otro amigo de Felix, celoso y agresivo) y Alison Oliver (como la complicada hermana de Felix). Carey Mulligan tiene un cameo como Pamela, una desafortunada amiga de Elspeth.

Considerando lo excelente que fue “Una joven prometedora”, no puedo considerar a “Saltburn” como nada más que una ligera decepción. Sí, luce increíble; sí, las actuaciones son todas de un gran nivel, y sí, el filme parece querer decir mucho sobre los privilegios de la gente millonaria en la sociedad occidental contemporánea (o al menos la de hace diecisiete años). Pero a la vez, la experiencia se torna repetitiva muy rápidamente, y el giro final se siente como algo sacado de una parodia; como una broma involuntaria, o un chiste que Fennell contó prácticamente sin querer. En poco tiempo, “Saltburn” se ha convertido en uno de los filmes más divisorios del año, y no resulta difícil darse cuenta por qué; no creo que las intenciones de Fennell hayan sido malas, pero el producto final ciertamente pudo haber sido mejor pensado.

Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Amazon MGM Studios.

Esta entrada fue modificada por última vez en 29 de noviembre de 2023 15:09

Sebastián Zavala

Cineasta, docente, y crítico de cine. Miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica y la OFCS - Online Film Critics Society. Cofundador y editor en FotografíaCalato.com y NoEsEnSerie.com, y crítico de Cinencuentro.com, MeGustaElCine.com, y Ventana Indiscreta.

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