[Crítica] «Butcher’s Crossing»: un western con Nic Cage


Basada en la novela de John Williams (no, no ese John Williams), “Butcher’s Crossing” es un western curioso; más interesado en la exploración de la ambición desmedida y la utilización aparentemente imparable de recursos naturales, que en los clichés que usualmente vemos en otros exponentes del género. De ritmo por momentos glacial y limitada, hasta cierto punto, por su presupuesto, el filme nos regala una superlativa actuación por parte del gran Nicolas Cage, y resulta interesante gracias a cómo desarrolla un tiempo y lugar muy específicos, los cuales hoy en día se pueden llegar a sentir extremadamente lejanos.

El protagonista de “Butcher’s Crossing” es el joven Will Andrews (Fred Hechinger), quien llega de la gran ciudad al pueblo del título buscando nuevas experiencias. Es así que se contacta con un viejo amigo de su padre, McDonald (Paul Raci, sobreactuando hasta decir basta), un rudo y experimentado hombre dedicado a la caza del búfalo, contribuyendo a una industria de pieles que él muy bien sabe está en decadencia. Es por ello que no le hace mucho caso al chico, razón por la que este termina congeniando con el misterioso Miller (Nicolas Cage), quien está obsesionado por regresar a un mítico valle escondido y cazar al grupo más grande de búfalos que se haya visto.

Emocionado, Will le da todo su dinero a Miller, y en poco tiempo salen del pueblo para buscar el valle; el primero podrá encontrar las nuevas experiencias que tanto buscaba, y el segundo logrará cumplir un sueño con el que ha estado obsesionado por años. Pero no van solos; los acompañan el viejo Charlie Hoge (Xander Berkeley), y el agresivo Fred Schneider (Jeremy Bobb). Y lo que parece ser una travesía relativamente sencilla, poco a poco se va tornando en una intensa historia de supervivencia, especialmente cuando Miller demuestra estar obsesionado con los búfalos, incapaz de regresar a su pueblo hasta que haya matado y despellejado a todos. Después de todo, la piel de búfalo es muy valiosa en aquellas partes… por el momento.

El director y coguionista Gabe Polsky hace un buen trabajo situándonos en el oeste norteamericano de finales del siglo XIX, utilizando el diseño de producción —el pueblo de Butcher’s Crossing luce completamente real; sucio y gastado y lleno de polvo— y el vestuario para desarrollar una atmósfera palpable de desolación y desesperanza. Y lo mismo hace con los personajes, desde los principales hasta los secundarios; consideren sino a la joven Francine (Rachel Keller), una trabajadora sexual con la que Will se obsesiona, tanto así que comienza a alucinar con ella mientras viaja con Miller (en una de las secuencias más confusas y a la vez interesantes del filme, dicho sea de paso). Ella representa la poca oportunidad que hay en un pueblo de ese tipo, y el poco contacto que sus habitantes tienen con gente de fuera; el abandono de gente que solo trata de sobrevivir, y que depende de los pocos recursos que tienen a la mano.

En contraste con eso, por supuesto, tenemos a Will; un chico pulcro, inocente, que llega a un contexto muy ajeno al propio casi como un turista, buscando algo que nunca pudo encontrar ni en la ciudad ni en la universidad. Hechinger lo interpreta, al menos al inicio, como un venado frente a los faros de un automóvil, constantemente impresionado por gente muy distinta a él. Pero es precisamente por eso que el cambio en el personaje termina funcionando; Will termina la película muy diferente a como la comenzó, habiendo visto parajes y situaciones junto con Miller que nunca hubiera podido imaginar. Y “Butcher’s Crossing” no tiene miedo de mostrárnoslo todo: desde hombres asesinados violentamente por nativos americanos, hasta búfalos siendo despellejados. No se trata de una película apta para veganos, definitivamente.

Y por supuesto, tenemos a Nic Cage. Con la cabeza rasurada y una barba impresionante, el excéntrico actor interpreta a Miller de forma sorprendentemente medida, sin llegar a caer en situaciones de extremo “Cage Rage” como a las que nos tiene acostumbrados. Más bien, resulta fascinante ver cómo el personaje va cayendo gradualmente en la obsesión, justificando sus acciones con el deseo por el dinero, y dejando de lado a sus compañeros de viaje, más interesado en despellejar búfalos que en su supervivencia. De haber exagerado más con su interpretación, el Miller de Cage se hubiera convertido en una caricatura; al interpretarlo de forma más sutil, se transforma, más bien, en una suerte de historia con moraleja, mostrándonos lo que le puede pasar a un hombre cuando lo abandona todo para enfocarse en un solo objetivo, y nada más.

Si todo esto funciona, asumo, se debe también a la fuente de inspiración de la película. Porque aunque Polsky no hace un mal trabajo a nivel visual, tiene más problemas a la hora de otorgarle un ritmo a la producción. “Butcher’s Crossing” se puede sentir un poco tediosa, mostrándonos situaciones bastante repetitivas durante su irregular segundo acto, y recurriendo a imágenes chocantes —como la secuencia de alucinaciones ya mencionada— para mantenernos despiertos. Los conflictos entre Miller, Will y sus compañeros son algo previsibles, y en general, diría que le falta algo a la crueldad y violencia que Polsky nos muestra; la muestra “tal cual”, de forma pura y directa, pero sin llegar más allá, o sin decir algo muy claro a través de ella.

Esto hace, por supuesto, que “Butcher’s Crossing” no sea para todo el mundo. Es un filme que por momentos se mueve a ritmo glacial, que incluye bastante crueldad animal (falsa, por supuesto), y que redunda en sus mensajes. No obstante, es el tipo de película que, muy a pesar de sus defectos, igual logra hipnotizar, más que nada gracias al trabajo de desarrollo de personajes, a ciertos aspectos visuales, y en este caso en particular, a la interpretación de Nicolas Cage, uno de mis actores favoritos (y cuya presencia es invaluable en ese tipo de producción independiente de mediano presupuesto). Los fanáticos de los western probablemente queden algo confundidos con este film, pero si deciden darle una oportunidad, se encontrarán con una experiencia violenta, escabrosa y distinta.

Para ser mi primera película de Nic Cage del año, no está nada mal.

Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Gabe Polsky Productions.

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