[Crítica] «Muerto de risa»: paltas matan chistes

muerto-de-risa-peru

El padre moribundo (Hernán Romero) de Javier Fuentes (César Ritter), un conocido comediante que conduce un programa humorístico en televisión de señal abierta, muere viendo el programa de su hijo. Aquí se reúnen las dos líneas dramáticas del filme: la relación de Javier con su padre y una crisis profesional consistente en que sus chistes ya no daban risa, el rating de su talk show cae en picada mientras que Chucky-Di (Daniel Menacho), un payaso influencer que lo vacilaba, va camino a apoderarse del espacio. Muy a su pesar, Javi decide asesorarse con Alfonsina (Gisela Ponce de León), una comedianta de stand-ups, para recuperar el humor (léase, reinventarse). Así empieza “Muerto de risa”.

Aunque la película aparente ser una comedia, en realidad es un drama que discute y critica (por lo menos a dos) formas del humor mediático e incluso al humor profesional como tal; los que son el humor televisivo, digamos, tradicional y el de stand-up comedy local. También aparece el de los influencer centennials, pero este no se desarrolla ampliamente, como sucede con los anteriores.  

Javier, el protagonista, es la típica estrella televisiva con el ego al tope y que basa su poder en el uso del humor para humillar o maltratar a sus entrevistados; el que eventualmente se refuerza con el hecho del figuretismo de estos, quienes lo aceptan (aunque no siempre o no todos) en busca de obtener momentos de fama. El trato soberbio y/o humillante también se extiende al equipo de planta del canal; todo lo cual se ejemplifica en la película.    

Desde un punto de vista comunicacional, esto es consistente con la naturaleza unidireccional (de un emisor de mensajes a un receptor percibido o asumido como pasivo) de la televisión comercial de señal abierta. Cierto que esto no es del todo correcto porque siempre ha habido mecanismos de medición (rating) y otros de retroalimentación que permiten a los medios masivos actualizarse y hasta recrearse en función de esas tendencias de consumo social. Cambios que demoran en aplicarse por el carácter masivo y muchas veces inespecífico de este sistema, por lo que –pese a los constantes cambios (o ideas, siempre parciales) para mejorar los contenidos– la televisión comercial de señal abierta tiende a ser conservadora.

Con la llegada de Internet y el auge posterior de las redes sociales, esta situación cambió ya que ahora todos somos (o podemos ser) receptores y productores al mismo tiempo; empezando por serlo de nosotros mismos (pero ese ya es otro tema). En consecuencia, la televisión ha tenido que incorporar formatos y absorber códigos y personajes de ese espacio virtual multimediático donde se generan socialmente nuevos contenidos. 

En materia de humor, esto se reflejaría en el incremento del stand-up comedy, show en el cual comediantes aficionados se burlan de sí mismos y de sus miserias, así como las de su público, en monólogos de pie con alguna interacción en un escenario; todo con un cierto sesgo terapéutico, ya que hay un elemento testimonial mediante el que vivencias personales dolorosas se convierten en motivos de hilaridad. Lo que está encarnado en Alfonsina, una simpática comedianta alcohólica y deslavada, así como por sus colegas.

muerto-de-risa-2023-pelicula

(No deja de ser interesante que si bien Chucky-Di, el personaje influencer, aparece unas pocas veces en el filme y es presentado como un baboso, de todas formas obtiene rating inmediato y en alza al remplazar temporalmente a Javi; lo que añade también un sutil alfilerazo crítico a estos personajes y formatos).

El primer gran logro de la película es hacer una crítica devastadora a esos programas de talk show televisivos de señal abierta y similares que aún subsisten, exhibiendo sus comportamientos abusivos, los que obviamente ya no dan risa sino vergüenza ajena. Y al contraponerlo al tipo de humor de Alfonsina y los jóvenes comediantes de stand-up, se revela el origen de esa “comicidad”: la total falta de empatía de Javi con quienes lo rodean, producto de vivir en una burbuja de poder mediático alimentada por la fama y el ego; la que ya se está desinflando (en la película) para beneplácito del sector de la opinión pública que cuestiona la llamada “televisión basura” (en realidad, la industria del entretenimiento), compuesta principalmente por miembros del sector educativo y la academia.    

Pero el filme no solo critica sino que también reflexiona sobre lo que es el humor que “pega” en la gente y –a través de Alfonsina– el director Gonzalo Ladines se sirve de una simpática metáfora audiovisual para entenderlo. No obstante, el tono crítico se extiende al propio stand-up, cuando vemos que –por error involuntario– Alfonsina también puede caer en la burla discriminatoria. Si bien es un detalle puntual, el cuestionamiento alcanza en cierta medida al humor mismo, a secas; advirtiendo que en esta actividad hay límites a veces muy tenues que no deben pasarse, pero que pueden atravesarse eventualmente de manera inesperada.

muerto-de-risa

Si sumamos a ello que los dos protagonistas se la pasan casi toda la película ebrios y coqueados, y que los chistes de ambos o no dan risa (Javi) o sí lo hacen (Alfonsina) pero a costa de un honesto (pero también cínico) desnudamiento emocional, encontramos que el enfoque crítico de la cinta conduce a un humor amargo y con resabios decadentistas. De hecho, la película empieza con humor negro y de allí desciende –en el caso de Javi– desde la no-risa hacia el fracaso. Mientras que en lo relativo a su mentora, ella ya es una “fracasada” y si bien su tipo de humor es empático no está libre de cinismo, adicciones y soledad.

El segundo gran logro de esta cinta es su guion, el que convierte en acción dramática los componentes críticos reseñados, sin que falte tampoco el elemento didáctico. Así vemos a Javi fracasar con sus chistes e incluso uno de sus invitados –Tommy Chianti (Ricardo Combi)– le “voltea el pastel” a su costa. Conforme avanza la acción, Alfonsina va mostrándole a Javi lo que debe hacer e incluso, más adelante, tendremos a los jóvenes comediantes del stand-up comedy local mostrando sus talentos para ilustración del protagonista así como de los espectadores de “Muerto de risa”

La relación de Javi con su padre, la segunda (y secundaria) línea dramática, transcurre principalmente al inicio y final de la película, pero se mantiene sutilmente presente a lo largo de todo el filme, reforzando la trasformación del protagonista principal. Mientras que el rol funcional de los papeles secundarios está adecuadamente distribuido. Todo está en su lugar y el argumento mantiene un delicado (y arriesgado) balance entre los momentos dramáticos con los cómicos (que quizás deberían haber sido más evidenciados). Aun así, estamos ante una estructura dramática ingeniosa, con una buena trabazón interna y con un importante contenido crítico.

muerto-de-risa-cesar-ritter

Para sacar adelante esta historia se requeriría en el papel principal a un actor que pudiera manejar este delicado equilibrio entre los componentes irónicos, dramáticos y críticos; lo que sería el gran desafío para esta película. Tendría que ser uno que pudiera transitar fluida y crecientemente entre el humor efectivo a algún nivel y el componente dramático e introspectivo del personaje. Alguien cuyos fracasos en hacer reír haga reír a los espectadores (por ejemplo, mediante gags, trabajo corporal o de cualquier otra forma) y, al mismo tiempo, que ese fracaso le empuje a la frustración y depresión; y que, de esta forma, se vaya construyendo el personaje hasta su transformación. Tendría que ser alguien con muchos recursos, ser (por decir cualquier cosa) una improbable mezcla de ‘Cachín’ Alcántara con Fernando Bacilio, más un toque de ají Sibille.        

Y esta es la principal debilidad de la película, porque (asumo) el director Gonzalo Ladines ha escogido, e indicado a César Ritter, que su papel es puramente dramático, lo que acarrea dos limitaciones. La primera afecta la verosimilitud del personaje ya que nunca lo vemos realmente chistoso o que lo haya sido en el pasado, salvo al final, quizás involuntariamente y cuando ya es demasiado tarde. Tendría que haberse mostrado al personaje con un humor si bien desagradable pero que aun así sea efectivo; es decir, que haga reír, de una u otra forma (en eso consistiría justamente el delicado equilibrio al que me refería antes). Difícil, pero no imposible. Cierto que el duelo por el padre fallecido podría justificarlo pero ya por las conversaciones con el broadcaster Gerardo (Giafranco Brero) sabemos que su tipo humor estaba en declive desde antes y él al borde de la depresión. En suma, pareciera que nunca hubiera sido un comediante, pese a su proclamada fama y los dichos sobre sus no demostrados talentos.     

La segunda limitación tiene que ver con que Ritter asume un papel exclusivamente dramático siendo él un actor mayormente cómico. El resultado es que no logra transmitir los intensos conflictos interno y externo del personaje. Incluso en su momento de mayor exasperación, cuando reconoce su impotencia creativa ante Alfonsina, se le siente forzado. La interpretación tiende a ser plana, sin picos ni intensificación emocional. Aquí, nuevamente, el bloqueo o freno estaría en el tema del duelo y la relación pasada con el padre, pero esto no lo veo suficientemente evidenciado. Solo en su monólogo final, cuando logra ser chistoso a costa de sí mismo, logra un efecto humorístico por el contraste con su fatal seriedad; y, eso, hasta cierto punto. 

Descartada una interpretación más matizada (en el sentido relativamente tragicómico señalado más arriba) del protagonista, y sumadas las dos limitaciones de su desempeño en términos dramáticos, advertimos que al público le cuesta identificarse con el drama que vive el personaje (incluyendo su desgaste profesional e incluso su duelo). Sobre todo cuando vemos, en cambio, que Gisela Ponce de León –quien ya ha hecho este tipo de papel antes– queda mucho mejor y llega a convertirse por momentos en la que hace avanzar la acción y al protagonista, con un desempeño eficaz tanto en lo cómico como en lo dramático, con lo que se genera un cierto desbalance entre una interpretación que se desarrolla y otra un poco reiterativa y estancada. 

En general, esta no es una película para reírse, aunque tenga sus momentos en que ello ocurra por la inercia de algunas situaciones o las locuras ‘alfonsinescas’ de otras. Si bien tiene un enfoque crítico necesario y a profundidad, los citados desajustes socavan en considerable medida los componentes irónicos indispensables en una película sobre la risa. Así, el “humor” de Javi más parece un mal humor permanente, ya que el personaje –ante cámaras y fuera de ellas– se comporta de forma violenta, agresiva, impulsiva y para nada irónica; mientras que Alfonsina, si bien es empática y divertida, también puede mostrarse agresiva (con el público), violenta y totalmente descontrolada a causa del alcohol y las drogas. 

Todo lo cual genera una cierta indefinición: nos reímos a medias, pero luego ya no nos sentimos tan risueños y cuando nos ponemos a pensar no siempre vamos a la reflexión crítica sobre cierto tipo de humor sino a si realmente haya necesidad de (y de qué) reírse; lo que limita el interés del espectador. Si sumamos a esto las debilidades y desajustes mencionados advertimos que afectan la coherencia de la puesta en escena. No obstante, la película merece verse y puede disfrutarse por los elementos críticos sobre el humor televisivo, los que abren un espacio de reflexión que va más allá del mero entretenimiento.

Archivado en:

,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *