Considero que cuando alguien realiza su primer largometraje, hay ciertas fallas que se suelen cometer, aunque comprensibles debido a la falta de experiencia, es importante señalarlas. Una de las más recurrentes es el afán de contar varias cosas al mismo tiempo, y es por esta intención de querer abarcar tanto que todo acaba quedándose plano, sin conseguir el gran impacto pensado. Eso es lo que probablemente haya sucedido en El banquete, ópera prima de Michs Carbajal. Pero antes de entrar de lleno a ello, sería importante hacer mención del género que se trabaja aquí.
Era cuestión de tiempo para que una nueva generación de cineastas locales, influenciados seguramente por las películas de A24, se aproximara al “terror elevado”. ¿A qué me refiero con esto? Pues, a grandes rasgos, podría ser definido como esta visión más solemne y “artística” del género. Aunque las convenciones clásicas estén, ahora son los temas importantes abordados los que tienen mayor peso, y si bien personalmente no es una categoría de la cual me considere muy fanático, hay algunas películas dentro de este rubro que me gustan. Precisamente, es La bruja (The VVitch, 2015) de Robert Eggers, filme que también entra en la categoría de folk horror, y que sería uno de los pilares de esta corriente “elevada”, dando inicio a una nueva oleada de filmes de terror que se cuece a fuego lento y que prefieren apoyarse más en las atmósferas sugerentes que en los sustos.
En esta esa misma onda rural entra el largometraje de Michs Carbajal, teniendo como virtud su atmósfera inquietante manejada desde un espacio limitado. Porque si algo se hace bien en este largometraje es dar desde un primer instante esa sensación de «mal rollo», que te provoca seguir viéndolo. Para impulsar esa sensación, son los personajes quienes juegan un rol importante, con Uqbar como una figura patriarcal que recuerda a Jack Nicholson en El resplandor (The Shining, 1980), sometiendo a su esposa e hijo a sus exabruptos que parecen guardar una profunda melancolía de algo perdido. A ese conflicto familiar se le suma un contexto social de diferencia de clases, con la casa siendo el remanente de una época de opresión, de actos donde Dios nunca estuvo presente. Con el mal reinando en ese lugar es que el hijo, a ojos del padre, será el producto de ese dolor guardado con resentimiento, y por eso él, a pesar de no ser culpable del sufrimiento del progenitor, será visto como una amenaza.
Son con estos breves instantes, en los que se van conociendo las penurias internas de esta familia, que la atmósfera de tensión se va creando. No obstante, es acá que los problemas empiezan, ya que si bien aquel ambiente enrarecido se va construyendo, da la impresión de no llegar nunca a algún lado. Es justo acá que volvemos a lo mencionado al inicio: querer contar tanto para terminar entregando poco. Un problema que tengo con el «terror elevado» es que, en sus peores casos, parece usar al género de horror solo como una excusa para contar otra cosa buscando dar una suerte de moraleja. No creo que lo hecho por Carbajal llegue a ese punto, mas no puedo evitar pensar que por momentos prioriza tanto el drama familiar y la cuestión social que lo sostiene, que ese «mal rollo» se diluye. Este solo vuelve durante el clímax, donde recuerda su faceta sobrenatural, consiguiendo el momento mejor logrado que, lamentablemente, pierde fuerza al no sentirse un mejor sustento previo.
El banquete es una película de folk horror donde el poco folk (todo lo que rodea a la figura de Zhenazay es bastante abierta y gaseosa) hace que el horror, salvo por sus personajes, no acabe de brillar por completo, al punto de desaprovechar la riqueza que podría proporcionarle el mismo espacio donde se desarrolla, que para el subgénero que aborda sí sería importante. No niego que sea una propuesta ambiciosa, teniendo en cuenta que se trata de una producción estudiantil, lo cual respeto mucho, pero aunque a nivel formal tenga las cosas en orden, es lo que cuenta lo que menos interesante resulta. Incluso hasta le juega en contra en su duración, ya que siendo breve para los estándares de un largometraje (76 minutos), esta parece quedarle grande, contando con varios minutos que pudieron quitarse, y lograr así un relato más precisi y directo. Para cerrar, solo me queda decir que espero que Michs Carbajal continúe haciendo cine, porque si así inicia con esta obra, de seguro a futuro podrá entregar mejores trabajos.
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