Premios Óscar: «La chica de la aguja» (2024), de Magnus von Horn


La chica de la aguja (The Girl with the Needle, Pigen med nålen) es una de las películas más fuertes crudas que he tenido oportunidad de ver desde hace bastante tiempo. Esta es una producción entre Dinamarca, Polonia y Suecia, dirigida por Magnus von Horn y es simplemente una historia terrible, expresionista. Lo que se muestra en un escenario físico como conflicto externo es sombrío, mientras que lo que sucede internamente en los personajes es igualmente espantoso.

La película comienza con Karoline (Vic Carmen Sonne), una mujer que trabaja en una fábrica textil. Estamos en los días finales de la Primera Guerra Mundial, de ahí la situación de hambre, carencias y pobreza, así como de tensión en Dinamarca; y aunque ese país era neutral, algunos daneses pelearon del lado alemán. Uno de ellos era Peter (Besir Zeciri), el esposo de esa mujer y cuando regresa, está totalmente desfigurado, convertido en un monstruo. 

Los escenarios, sobre todo los exteriores (y algunos interiores), parecen sacados de una película de terror. La película está filmada en blanco y negro, con mucho contraste lumínico, enfatizando la penumbra y creando un ambiente denso, por momentos nebuloso, lluvioso, propio de un filme gótico. 

Aunque, finalmente no hay nada sobrenatural. Simplemente, es una visión del contexto social de una guerra despiadada y de sus consecuencias –físicas y emocionales– sobre las personas. El trabajo combinado de ambientación y fotografía es uno de los grandes logros de la película, junto a su intensidad dramática.

La historia continúa en la fábrica (donde ella quedará embarazada de su benévolo propietario), un circo (donde reculará su marido), baños públicos donde ella conocerá a Dagmar (Trine Dyrholm), una mujer que se dedica a colocar bebés recién nacidos no deseados en casas de familia. Así como en tribunales. 

No quiero abundar en el argumento, pero lo que sí les puedo contar es que cada giro argumental es más espantoso que el anterior; o, en todo caso, hay un efecto acumulativo en cuanto a horror en la vida de Karoline (y en la de su esposo). No es que ella se encuentre cada vez peor, ya que hay situaciones en las cuales ella logra mejoras en su calidad de vida y una relativa estabilidad. Lo sobrecogedor es que hay circunstancias en que cae al más profundo hoyo, desde el punto de vista económico, mientras que cuando logra salir de este, deberá enfrentar un horrendo dilema moral que la carcome.

Cuando pensamos que ya nada peor podía suceder, la película nos revela ámbitos aún más atroces, sobre todo, considerando que la película está basada o inspirada en un hecho real. Esto es lo que constituye la gran virtud de la película, es decir, su incidencia en lo peor de la condición humana, cuando las condiciones histórico-concretas los empujan hacia el abismo de la desesperanza y la necesidad de supervivencia.

Tanto el recargamiento formal como las situaciones que se suceden encuentran verosimilitud en la dureza del entorno post bélico y las notables actuaciones –sobre todo de la protagonista Vic Carmen Sonne–, por lo que la cinta no cae en la morbosidad, ni en lo gore. 

La chica de la aguja es un filme realmente fuerte pero artísticamente potente, relevante y el horror que muestra no es un refocilamiento gratuito, sino que va más por las diferencias sociales y la incidencia en el desamparo generado por estos factores socio históricos en los personajes; pero, sobre todo, en la infancia, lo que constituye el nervio emocional central al que arriba esta obra. En suma, película altamente recomendable, pero hay que tener estómago para apreciarla en todo su valor.


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