Una de las películas más comentadas del pasado Festival de Cine Francés fue La carga más preciada, del director Michel Hazanavicius, quien anteriormente ganó el Óscar por El artista. Algunos recordarán esa película en blanco y negro, en su casi totalidad muda, acompañada únicamente por música e imágenes: todo un homenaje al cine clásico de Hollywood.
En comparación con aquella, La carga más preciada tiene más sustancia, más contenido, más fuerza y, quizás también, más trascendencia. Se trata de una película totalmente de animación, ambientada en un episodio del Holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial.
Lo que más me gustó de esta cinta, en primer lugar, fueron los dibujos. Los personajes están muy bien caracterizados: cada uno interpreta su papel con trazos expresivos, que refuerzan su personalidad en los momentos requeridos; mientras que en los momentos de mera acción externa permanecen en trazos más genéricos, habitualmente gruesos. Asimismo, destaca el paisaje invernal, la niebla ligera pero abundante; lo que intensifica la atmósfera emocional.

En segundo lugar, la trama está muy bien construida desde un punto de vista narrativo. La historia se desarrolla de forma gradual, sorprendiendo sutilmente al espectador al ir planteando y resolviendo el conflicto principal y las historias secundarias a medida que el relato avanza.
También hay una voz en off que acompaña por momentos de la narración. Se trata de la última intervención del gran actor francés Jean-Louis Trintignant, lo cual añade un valor emocional adicional a la obra. A lo que se suma el soporte de la apropiada música de Alexandre Desplat.
Sin embargo, lo que considero más importante en esta película es cómo aborda el tema de la relación con “el otro”, con quien es distinto o diferente. No se trata solo de una diferencia basada en raza o religión, sino también en la personalidad, moldeada por guerras previas, situaciones familiares y traumas personales. La película muestra cómo estos elementos influyen en el carácter de los personajes y cómo, al conocer su pasado, se entiende mejor su comportamiento. Esta dimensión me pareció la más valiosa de la película.

En cuanto al contexto en que se presentó la cinta, también es relevante. Es una película más sobre el Holocausto judío, y está bien que sigan haciéndose este tipo de obras: es importante recordar y reflexionar. Pero, al verla, no pude evitar pensar en lo que actualmente está ocurriendo en Gaza. Aunque no se trata de un genocidio con las mismas dimensiones ni características, hay paralelismos inquietantes. La película también resuena con otros conflictos basados en diferencias religiosas, como el de India y Pakistán por Cachemira.
Vivimos tiempos oscuros y peligrosos, en los que una fuerte tendencia hacia la censura o la autocensura tiende a limitar la difusión de los horrores causados por gobiernos autoritarios y movimientos terroristas alimentados por el fanatismo religiosos. Situaciones terribles, como las guerras en curso –y específicamente lo que ocurre en Gaza–, muchas veces se ignoran o se evitan en el discurso público.
En todo caso, La carga más preciada es una película notable, muy bien construida y profundamente conmovedora. A pesar de no ser un gran fan del cine de animación para adultos, esta obra me pareció altamente recomendable por sus valores artísticos como por su relevancia para el contexto global que estamos viviendo.
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