La melancolía de quien regresa
El segundo largometraje del cineasta peruano Salomón Pérez tendrá su estreno nacional en la Competencia Peruana del Festival de Cine de Lima. En Intercontinental (2024), el director intenta capturar la melancolía de quien regresa a casa en busca de unas raíces que se han perdido en el camino y se confronta con la realidad de que las cosas son distintas: el tiempo también ha pasado en su país, y los recuerdos, a los cuales uno está inevitablemente aferrado, ya no son los mismos.
La película sigue a Ismael (Paris Pesantes), un cineasta que regresa a su ciudad natal, Trujillo, después de haber pasado gran parte de sus últimos años en Suiza, estudiando cine. Rodeado de un ambiente gris y nostálgico, el filme retrata la distimia de sentirse ajeno en ambos lados. Al volver, Ismael enfrenta, además de la incertidumbre que sigue a una decisión tan grande, una depresión visual: lo vemos constantemente entre sombras, mirando fuera de campo, atrapado en claroscuros, habitando espacios liminales en los que solo cumple un rol contemplativo. Son liminales precisamente porque él ya no está ahí; la ausencia prolongada lo ha convertido en alguien que observa, pero que ya no forma parte de esos lugares.

El director recurre con frecuencia a recursos cercanos al videoarte: planos de apoyo que reflejan emociones aún imposibles de verbalizar; atardeceres a contraluz; el mar que se calma poco a poco; y el paso lento pero constante del tiempo en una ciudad y un país que luchan por existir. Ismael, al igual que ellos, batalla con un regreso que se siente ajeno, extraño, después de haberse convertido en extranjero en su propio país, una experiencia por la que todos los migrantes hemos pasado.
El arranque lúdico, con el uso de un mapa para ilustrar un viaje tan largo, tanto emocional como físico, remite a esa etapa que suele llegar tras la crisis de los treinta, cuando miramos atrás y comprobamos que no estamos exactamente donde imaginábamos. La única forma de afrontarlo es seguir adelante: un viaje introspectivo, personal, sobre la búsqueda de uno mismo y, quizá, también una carta de amor a la familia que se quedó en el país de origen, esperando, pero siempre amando y apoyando desde la distancia.
El éxodo de peruanos al extranjero será, sin duda, un fenómeno de estudio en el futuro, junto con sus consecuencias. Como ha ocurrido desde que contamos con herramientas para narrar visualmente nuestro contexto, el cine ya se ha convertido en un referente de este fenómeno. Quienes nos fuimos enfrentamos la tarea de contrastar las realidades de países con infraestructuras más desarrolladas con la del lugar que nos vio nacer, y de sentirnos, al mismo tiempo, ajenos a ambos lados. Este perpetuo “estar en el medio” es, para Ismael, estar en medio de una etapa de cambios: su familia ha cambiado y él ha permanecido al margen.

El regreso a casa y la naturalidad con la que se muestra el día a día recuerdan la tendencia de películas conversacionales y contemplativas que, en mi propia experiencia como migrante treintañera, encontré en el cine de Jonás Trueba, pero que también empiezo a ver con mayor frecuencia en películas peruanas, como Compartespacios (2023) de Carmen Rojas Gamarra [N.E.: Tania del Pilar, actriz protagonista de Compartespacios, también participa en Intercontinental]. Historias que apuestan por hacer mucho con poco y retratan la depresión de una generación de millennials que se ve en posiciones muy distintas a las que ocupaban sus padres a la misma edad, y que encuentra liberación en los detalles simples: montar en bicicleta, conducir hasta la playa, ver a la familia reunida. Un “back to basics” con el que muchos nos hemos visto identificados.
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