A propósito de las celebraciones por el centenario de la reconocida cantautora peruana en el 2020, el documental Chabuca Granda… confidencias (1988), de Martha Luna, pudo verse a partir de entonces en varios escenarios públicos, casi un estreno local tomando en cuenta que esta película en su momento no obtuvo el permiso de las salas limeñas para exhibirse a pesar de que contaba con las licencias necesarias. Así lo menciona Ricardo Bedoya en su libro Un cine reencontrado (1997).
En el presente, gracias al esfuerzo de la Filmoteca PUCP, el documental ya cuenta con una versión restaurada, la cual podrá verse en la presente edición del Festival de Lima. No solo es una oportunidad para rememorar el talento y el fervor que se le tiene a la dama criolla, sino también una razón para retroceder al tiempo. Si algo ajeno a Chabuca valoro de este documental, es el retrato a la Lima que arrastra desde el antaño hasta la década de los 80, momento en que se produjo esta película. Al margen de la brecha de escenas que componen a una ciudad tan diversa y contradictoria, hay algo mágico e hipnótico en el desfile de calles parecidas y algunas “desaparecidas”. Indirectamente, este es un documental que hace tributo a la capital peruana contemplada desde sus tradiciones, algunas de estas hoy convertidos en espectros que retumban en las letras de la homenajeada.

Con Chabuca Granda… confidencias no se pretendía hacerse un acercamiento biográfico a una de las imágenes más queridas de la música latinoamericana. Su idea era crear una suerte de carta colectiva de despedida. No había pasado ni cinco años de su fallecimiento, y varios de los protagonistas que vemos recordando a Chabuca en este documental parecen todavía sentirla a su costado. Diría incluso que al principio este reporte nos hace creer que ella sigue viva. No es por todo el catálogo fotográfico, audiovisual o los fragmentos musicales que se escucha y devuelve a la vida a la limeñísima, sino por el peso de lo testimonial. Aquí las palabras de personalidades como Alberto Cortez, Pablo Milanés, Óscar Avilés o Susana Baca resultan tan cercanas, tan íntimas, lo que hace percibirlas como temporalmente próximas. Todos hablan desde el pasado, pero por alguna razón se percibe como si hablaran desde un presente. Surgen así las confidencias, el de las personas que más allá de empoderar las glorias de Chabuca, quieren compartir el cariño que le tuvieron. Eso hace de este documental un seguimiento muy íntimo. Ahora, por muy cercano y, por tanto, incuestionable que sean todas esas descripciones que refieren a la homenajeada, no deja de manifestarse ese trazo complejo que hasta el día de hoy revela un lado casi enigmático de la peruana.
Si hablamos del cine, son varios los grandes maestros quienes han sido constructores de un pensamiento contradictorio y hasta polémico. Ahí están Orson Welles, Charles Chaplin o Alfred Hitchcock. En tanto, hablar sobre Chabuca Granda y su vínculo con lo político o su conciencia social es también una materia contradictoria, algo que en el pasado se trató como tabú, capaz por el respeto a sus vínculos familiares, al mito mismo o por miedo al desencanto. Obviamente, se la comprendía a la artista desde conceptos muy tradicionales. Por entonces no existía la posibilidad de que existiese una aleación entre lo blanco y lo negro.

A propósito, pienso a Chabuca Granda como una adelantada a su época. Para cuando todavía la sociedad llamaba a los prejuicios normas o protocolos, ella ya había experimentado con la fusión cultural, el adoptar el cajón chinchano al vals criollo, el usar un género musical tan aristocrático para hacer ofrenda al poeta y guerrillero Javier Heraud, hijo de una familia también aristócrata. Es seguro que la autora de “La flor de la canela”, a medida que iba componiendo, interactuando con la gente de las barriadas y otras zonas periféricas, experimentó íntimamente, confidencialmente, una autocrítica —que no necesariamente se ejecuta cuando se ha hecho algo negativo—, un tipo de introspección que recientemente es frecuente en varias personalidades, aunque casi siempre luego de pasar por una presión pública.
Ficha técnica
Documental – Color – Perú, 1988 – 63 min – Español
Dirección: Martha Luna
Investigación y guion: Fernando Vivas. Martha Luna
Fotografía: Danny Gavidia, Francisco Salomón, Juan Durán, Jorge Vignati
Edición: Augusto Tamayo San Román, Victoria Chicón
Sonido: Edgar Lostaunau, Guillermo Palacios, Eduardo Cayo
Música: Chabuca Granda
Producción: Silvia Kantor
Participantes: Mercedes Sosa, Armando Manzanero, Pablo Milanés, Alberto Cortés, Los Chalchaleros, Óscar Avilés, Susana Baca, Amador Ballumbrosio, Vicente Barich “VIKON”, Elena Bustamante, Daniel Camino, Mari Cavagnaro, Félix Casaverde, Magda Figueroa, Álvaro Lagos, Juana Loyola, Alicia Maguiña, Augusto Polo Campos, “Toya” Succar, “Caitro” Soto, Eusebio Sirio “Pititi”, Manuel Solari Swayne, Cecilia Heraud, Gustavo Becerra, Luis La Valle, Eugenia Sabroso, César Calvo, Piedad de la Jarra, Kiri Escobar, Luis Gonzáles, “Mocha” Graña, Antonio Rodríguez Villar, Márgara Barreto, Rosa del Coral, Lina Rodríguez, Jorge Delgado, Beatriz Duba, Ruth de Luna, Jorge Luna, Ruedi Niedermann, An de Felices, Rodolfo Felices, Manie Rey, Teresa Ramírez, Elizabeth Cartagena, Marcela Garay, Mariela Villanueva, Hilda Gárate, Ana María Irigoyen, Lila Valdivia, Ana María Raggio, Ana de Viale, Juan Poggi.
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