Dear Stranger es una película que mucho nos quiere decir sobre la naturaleza humana, y la forma en que nos relacionamos y reaccionamos a un suceso traumático y hasta trágico. Centrándose en una pareja asiática de mediana edad en Nueva York, el filme del japonés Tetsuya Mariko logra desarrollar una narrativa compleja, protagonizada por seres humanos complicados, caracterizados con tonos de gris. Esta no es pues una cinta de héroes y villanos; de buenos y malos, o de gente honesta vs criminales. Lo que Mariko propone es un poco más complicado que eso, y aunque el resultado no es necesariamente perfecto, al menos resulta interesante por lo ambicioso que termina siendo.
Nuestros protagonistas son el japonés Kenji (Hidetoshi Nishijima, de Drive My Car) y la taiwanesa Jane Yang (Lun-Mei Gwei, de A Leg), una pareja que vive aparentemente tranquila en la ciudad de Nueva York, junto a los padres del primero, y por supuesto, a su pequeño hijo Kai (Everest Talde). Él es un profesor universitario obsesionado con el significado histórico y psicológico de las ruinas, y ella es una artista de teatro que trabaja principalmente con marionetas. Tras bambalinas, sin embargo, se va revelando que no son una familia idílica; de hecho, Kenji y Jane no tienen sexo hace tiempo, y el tener que criar a su hijo y preocuparse por los abuelos les ha quitado cualquier oportunidad de tener intimidad, o hasta conversaciones significativas.

Sus vidas terminan alborotándose cuando Kenji decide llevar a Kai a una conferencia con sus colegas, lugar donde termina perdiendo al chico, quien es secuestrado, sorprendentemente, por el ex de Jane y la nueva pareja de este último, Monica (Mia Reece), hija del mecánico de Kenji, Miguel (Aitor Martin), quien hace lo que puede por arreglar su destartalado (y eventualmente ‘grafiteado’) automóvil. Es así que la relación entre nuestros protagonistas se va deteriorando más, mientras son además interrogados e investigados por el detective Bixby (Christopher Mann). Puede que los padres no sean los responsables de la desaparición del chiquito, pero eso no quiere decir que no vayan a realizar acciones con consecuencias potencialmente terribles.
Interesante, pues, que la relación central de Dear Stranger comience ya bastante mal, para ir empeorando mientras la película avanza. Lo que tenemos acá es una pareja estancada, que ni siquiera se puede comunicar con naturalidad (hablan en inglés entre ellos, no en japonés ni en taiwanés) y que se han visto abrumados por sus preocupaciones diarias, así como la crianza de Kai, y la enfermedad del padre de Kenji. Además, están sus ámbitos profesionales. Él quiere avanzar en su carrera académica pero se encuentra con ciertos obstáculos, y ella quiere regresar al arte a tiempo completo, por más de que su familia la obligue a administrar una bodega (la cual es robada con cierta frecuencia, dicho sea de paso). La vida de Kenji y Jane es una de frustraciones, arrepentimientos, y sueños sin cumplir.
Razón por la cual, lógicamente, el secuestro de Kai no hace más que acentuar su separación. Jane entra en desesperación, y Kenji, quien básicamente se convierte en el protagonista de la película, se obsesiona con encontrar al responsable de la desaparición de su hijo sin la ayuda de la policía. No quiero incluir spoilers, por lo que solo diré que Kenji termina tomando decisiones —violentas, precipitadas, emocionales— que terminan teniendo terribles consecuencias, y que están vinculadas de forma interesante a la teoría de ruinas de su trabajo académico.

Kenji —y por ende la película— postula que las ruinas son la representación de la humanidad dejada de lado; de lo que hemos dejado en el pasado, y terminamos recordando con nostalgia. Pero mientras el filme va avanzando, el personaje se va dando cuenta que también son imanes para el crimen; lugares oscuros y abandonados que atraen a las personas más perturbadas de la sociedad, para cometer toda suerte de actos secretos y nefastos. No hace falta ser un genio para darse cuenta que una ruina en particular —un colegio abandonado a las afuera de Nueva York— juega un papel importante en el secuestro de Kenji, y lógicamente, termina cambiando la perspectiva que su padre tiene de la vida.
Todo esto es muy interesante; no se puede negar que Mariko es un cineasta ambicioso, que ha intentado decir mucho con una historia que muy fácilmente se podría haber convertido en un melodrama más del montón. No obstante, por más de que estos elementos por separado estén bien pensados, lamentablemente no terminan por pegar muy bien. Entiendo, por ejemplo, porqué la identidad de los secuestradores de Kai es revelada inmediatamente, pero esto no ayuda a humanizarlos ni a entenderlos mejor. Y aunque Hidetoshi Nishijima es un excelente actor, forzarlo a hablar en inglés por casi toda la película resulta en una interpretación acartonada, por momentos incluso bien amateur. A Lun-Mei Gwei le va mejor con el idioma, pero se le ve mucho más cómoda cuando habla en su lengua natal.

Y se podría argumentar que todo aquello es a propósito. Se podría decir que no era necesario humanizar a Monica y a su novio, y que todo el punto de la película es que los protagonistas no se sienten cómodos hablando inglés, por más de que vivan en los Estados Unidos. Mucho se está diciendo con eso, por ejemplo, sobre cómo los inmigrantes en aquel país se ven obligados a cambiar sus costumbres para adaptarse a su nueva realidad, occidentalizándose a la fuerza (razón por la que Jane no quiere abandonar su arte del todo). Todo eso está muy bien, pero como se ha dicho, también resulta en actuaciones poco convincentes, y momentos dramáticos que deberían resultar potentes, pero que lamentablemente hasta podrían dar un poco de risa.
Lo cual no quiere decir que Dear Stranger sea un fracaso. El filme es demasiado ambicioso para eso, por más que nos quede la sensación de que Mariko quizo hacer demasiado con esta historia. No obstante, no puedo dejar de admirar muchas de sus decisiones creativas y narrativas, como centrarse más en todo lo que pasa antes y después del secuestro más que en el crimen en sí, o que Kenji sea un protagonista en realidad bastante antipático y con la tendencia a tener berrinches emocionales. Este es un filme que nunca resulta tedioso o simplista, pero que dentro de sus considerables ambiciones, no termina de cuajar. Es decir, resulta más fácil admirarlo que verdaderamente disfrutarlo.
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