Escribir sobre la brasileña El agente secreto puede ser complicado; no porque sea una cinta difícil de entender, sino más bien porque está hecha de diferentes capas narrativas, las cuales van siendo reveladas gradualmente a lo largo de sus casi dos horas y media de duración. Haciendo referencia al cine independiente de los años 70 y al neo-noir, lo nuevo del cineasta Kleber Mendonça Filho se desarrolla sin prisa pero sin calma, jugando con el tiempo, las expectativas que se pueden tener de una historia con un título como este y la naturaleza de los thrillers políticos.
Al comenzar la película, vemos a Marcelo (Wagner Moura), a veces también llamado Armando, llegando a una estación de servicio en medio de la carretera a llenar el tanque de su carro. Algo curioso sucede en dicho lugar, sin embargo: hay un cadáver pudriéndose al lado del establecimiento. Resulta que un tipo fue asesinado ahí días atrás, y la policía se está demorando en ir a investigar. No obstante, un carro de policía sí llega eventualmente, pero no para hacer algo respecto al cuerpo, sino más bien para intentar sobornar a Marcelo, quien solo atina a regalarle su cajetilla de cigarrillos al oficial que lo interroga.

Luego, nuestro protagonista llega a Recife (la ciudad natal de Mendonça Filho). Resulta que es una suerte de refugiado que escapa de un pasado misterioso, y ha llegado a vivir a un condominio junto a gente en condiciones similares. Además, en la ciudad también están su suegro, el señor Alexandre (Carlos Francisco), y su pequeño hijo, Fernando (Enzo Nunes), a quien le gustaría llevarse a vivir a otra parte. Consciente de que debe mantener un perfil bajo, Marcelo comienza a trabajar en un centro gubernamental de identificaciones, donde se empecina en encontrar el documento de su difunta madre. Pero cuando se entera de que un par de matones (Roney Villela y Gabriel Leone) han llegado a Recife a asesinarlo, tendrá que hablar con su contacto, Elza (Maria Fernanda Candido), para que lo ayude a escapar con Fernando.
Inicialmente, parece que El agente secreto se llevará a cabo como una suerte de thriller paranoide, pero Mendonça Filho tiene otras cosas en mente. Si tuviera que describir la película, sería más bien como un drama centrado en la memoria: en el recuerdo que Marcelo busca de su madre, en los recuerdos que tiene de su finada esposa, Fátima (Alice Carvalho), y eventualmente, en los recuerdos que tiene su hijo Fernando de él. Esto está ligado, por supuesto, al hecho de que la narrativa se lleva a cabo durante los últimos años de la dictadura militar, donde agentes gubernamentales y jefes de policía corruptos todavía cuentan con mucho poder.
Consideren, sino, al personaje de Henrique Gherotti (Luciano Chirolli), quien se puede considerar como el responsable principal del problema en el que se encuentra Marcelo. Resulta que este último es en realidad un académico especializado en temas de energía e ingeniería, cuyo trabajo fue arruinado con Gherotti llegó a su centro de investigación a desmantelarlo todo, supuestamente en nombre del Ministerio de Energía y Minas. La realidad, por supuesto, es que él quería agarrarse el financiamiento que le estaba quitando a Marcelo y su equipo, y al ser confrontado por nuestro protagonista, lo acusa de comunista (después de todo, tiene el pelo largo; ¡cómo puede ser!).

Queda claro, entonces, que al mostrarnos estas situaciones en el Brasil de los años 70, El agente secreto se termina sintiendo terriblemente relevante para el mundo del año 2025, especialmente por cómo estos personajes corruptos ligados a una dictadura ultraderechista acusan de comunistas a cualquiera que se oponga a cómo ellos hacen las cosas. Pero aparte de eso, hacia el tercer acto de la historia, Mendonça Filho introduce una capa narrativa adicional, mostrándonos a dos chicas llamadas Flavia (Laura Lufési) y Daniela (Isadora Ruppert) investigando el caso de Marcelo en el presente, transcribiendo una serie de grabaciones.
Es así que los temas vinculados a la memoria terminan siendo transmitidos de forma potente. Lo que vemos en El agente secreto no es necesariamente lo que sucedió tal cual, sino más bien un recuerdo preservado en grabaciones; evidencia de que la dictadura militar estuvo detrás de gente inocente, y que oficiales como el jefe de policía local o el mismo Gherotti contrataban matones para deshacerse de sus opositores. Marcelo, pues, no es más que una víctima de sus circunstancias y del contexto en el que le tocó vivir. Puede que a él solo le importe vivir en paz con su hijo, pero al mundo solo le interesa hacerle la vida difícil.

Ahora bien, queda claro que mucho de lo que nos dice El agente secreto es fascinante, y que Mendonça Filho, por supuesto, desarrolla el contexto en el que se lleva a cabo la historia de manera detallada y rica. No obstante, no puedo dejar de pensar que, al final, la película me dejó un poco decepcionado. Evidentemente se trata de una buena cinta, pero lamentablemente no me hizo sentir mucho. Momentos inspiradores o supuestamente emotivos se sienten más bien distintos, y el final en particular, el cual con justa razón ha dividido a la gente, no podría sentirse más anticlimático. Esto es a propósito, por supuesto, pero cualquier justificación narrativa que se le pueda dar termina valiendo poco, considerando que el desenlace lo deja a uno más desanimado que inspirado o fascinado.
Wagner Moura da una excelente actuación como Marcelo / Armando (y otro personaje que no revelaré acá), interpretándolo como un tipo calmado, acostumbrado a esconder sus emociones. Su motivación para actuar es clara (su hijo), y resulta interesante verlo intentar resolver sus problemas, ya sea interactuando con su excéntrica casera, la señora Sebastiana (Tania Maria), o con sus contactos anti gobierno. El reparto secundario también destaca. Hermila Guedes es creíble como Claudia, una vecina y cuasi amante de Marcelo; Luciano Chirolli es increíblemente odioso como Gherotti, y Tania Maria es muy divertida como Sebastiana. Además, tenemos una aparición especial por parte del legendario Udo Kier, quien interpreta a Hans, un judío alemán sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial.

La recreación del Brasil de los años 70 es impecable, por supuesto. Y la dirección de fotografía de Evgenia Alexandrova está llena de textura y detalles, habiendo grabado el proyecto en formato Panavision y utilizando óptica vintage, como para hacer notables referencias visuales al cine setentero estadounidense. Además, disfruté mucho de las referencias al cine de la época. La sala de cine en la que trabaja Alexandre, por ejemplo, está pasando tanto Tiburón (1976), de Steven Spielberg, como La profecía, del mismo año. De hecho, cierto suceso al inicio de la película, que involucra la aparición de una pierna humana en el interior del cadáver de un tiburón, es un claro homenaje al clásico thriller de Spielberg (una de las películas favoritas de Mendonça Filho).
El agente secreto es una película curiosa que podría ir en contra de las expectativas del público. Es tensa, sí, pero no demasiado —de hecho, recién parece cobrar vida al final, con la llegada de un tercer matón al lugar de trabajo de Marcelo, más avezado y agresivo. Y nuevamente, el final no será del agrado de todo el mundo, especialmente por lo repentino y anticlimático que se siente. Pero en términos generales, El agente secreto es una película fascinante y narrativamente rica, que mucho nos dice sobre la naturaleza de los regímenes autoritarios, la violencia, la opresión, la memoria y las familias. Perfecta no es, pero en sus casi dos horas y media de duración, logra transmitir mucho, por más que no parezca estar muy interesada en conectar emocionalmente con su público.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de NEON.

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