Perro rabioso (1949)

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Nora inu
Dir. Akira Kurosawa | 122 min. | Japón

Intérpretes:
Toshirô Mifune (Murakami)
Takashi Shimura (Sato)
Isao Kimura (Yusa)
Reisaburo Yamamoto (Hondo)
Keiko Awaji (Harumi Namaki)

Murakami, un policía novato, pierde su pistola cuando es asaltado por un carterista en un autobús. Avergonzado, trata de recuperarla en los bajos fondos sin obtener éxito, hasta que es tomado bajo la tutela de Sato, un policía antiguo y experimentado. Juntos tendrán que darse prisa en recobrarla, cuando descubran que el arma está siendo usada por un criminal.

Nora inu es una de las más logradas películas de la primera etapa de Akira Kurosawa, es decir, antes de su descubrimiento internacional con Rashômon (1950) en el Festival de Venecia. Esta es una historia ubicada en el Tokio de la post guerra, en ella la anécdota policial, que es manejada con gran maestría, sirve para crear un retrato y una crítica de la sociedad japonesa de ese entonces.

La historia parte de un hecho que en otras latitudes parecería trivial: el extravío de un arma, un instrumento reemplazable; pero que en Oriente conlleva culpa y vergüenza, es por ello que Murakami, Toshirô Mifune en excelente interpretación, debe recuperarla. La pesquisa se lleva a cabo en medio de un verano implacable, en un ambiente sofocante, húmedo, en el que los personajes incómodos, sudorosos, se van desarrollando, sino descomponiendo en el trayecto.

A medida que avanza la trama, tanto el policía como el criminal con el que comparte el arma van formando una dualidad antagónica. Parten del mismo punto, ambos son ex combatientes de la guerra, pero asumen actitudes diferentes con respecto al futuro y eso los define. Kurosawa ahonda en las motivaciones de ambos, haciendo incluso que Murakami, y el espectador, tenga compasión por el criminal.

Si bien el ritmo de la investigación es lento, sobre todo en la parte media de la película, la tensión se sostiene. El film aprovecha la oportunidad para mostrar la transculturización japonesa: el béisbol, el jazz y el teatro de variedades –elementos americanos- se van afincando en la vida nipona y hace tangible la alienación y la corrupción a la cual sucumben los personajes antagónicos.

El enfrentamiento final es una escena casi onírica, de una violencia inocua, marca también el momento del crecimiento del detective protagonista, que dejando sus dudas comienza actuar concientemente en su mundo.

Con grandes deudas al Neorrealismo italiano –muchas escenas fueron filmadas en las calles de Tokio- y en especial a Ladrón de bicicletas, Nora inu es una gran reflexión sobre la pobreza humana y junto con Vivir (Ikiru, 1952) o El ángel ebrio (Yoidore tenshi, 1948), es una de las películas poco conocidas de Kurosawa que merece ser visionada.

Esta entrada fue modificada por última vez en 23 de marzo de 2010 1:27

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