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Premios Oscar 2024: Un balance, parte 2

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Parte 2: Democracia cinematográfica

Un dato interesante de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood –conocidos como los Premios Oscar– es que las nominaciones y ganadores se deciden por votación de un listado que este año llegó a cerca de 10,500 profesionales audiovisuales; los que son invitados por su pertenencia a la institución o sus aportes al cine. 

En el sistema para escoger a los nominados, cada profesional vota solo por sus colegas de especialidad (actrices, actores, productores, montajistas/editores, etc.), mientras que para las nominadas a Mejor Película votan todos sin distinción de rama; salvo para las nominaciones a Mejor Película Internacional y Mejor Documental, en las que se forma un listado especial con representantes de cada grupo.

Obtenidas las nominaciones, se pasa a la selección de los ganadores, en la que –a diferencia de la etapa previa– todos votan para todas las categorías indistintamente, siendo el ganador(a) seleccionado por mayoría simple; salvo en el caso de la categoría a Mejor Película, donde hay varias rondas. Quien quiera mayor detalle del sistema de votación puede consultar este artículo o este otro, o la página web de la Academia.

Ventajas y…

Lo importante es que se trata de una selección democrática y bastante representativa de una de las principales, sino la principal, industria cinematográfica mundial. Además, es una democracia optimizada, ya que solo participan como votantes miembros de esta industria –es decir, expertos y conocedores– más o menos informados; a diferencia de elecciones nacionales, por ejemplo, en las que millones de votantes muchas veces desconocen los antecedentes y experiencia de los candidatos, las propuestas o incluso el manejo de los asuntos públicos. 

En consecuencia, la principal ventaja en los Premios Oscar es que las películas nominadas son buenas (algunas, muy buenas) o, al menos, técnicamente impecables; con mayor razón, lo mismo se puede decir de los filmes ganadores. Sin embargo, estos resultados están limitados por el hecho de que los votantes pertenecen en su gran mayoría a la industria cinematográfica estadounidense y están condicionados en alguna medida por los códigos propios de este cine eminentemente comercial; por lo que la recuperación de la inversión es un factor para considerar.

… Desventajas

De otro lado, la democracia (incluso con mejores estándares, como en este caso) tiene defectos inevitables (al ser usada por seres humanos). En un universo de más de 10 mil profesionales es obvio que algunos tienen más talento que otros, por lo que la regla básica de “una persona, un voto” no necesariamente es lo más justo. El voto de un genio (por decir, Alfred Hitchcock) y sus criterios valen lo mismo que el de, digamos, un camarógrafo o un maquillador (cuya especialización quizá lo limite para evaluar otras ramas artísticas o incluso tener una visión global, sin desmerecer sus talentos o experiencia específicos). Lo que es otro hecho difícilmente soslayable. 

Un segundo “defecto” es que las propias películas nominadas pueden tener, en promedio, un nivel de calidad alto (o muy elevado) pero también muy similar; pese a que puedan ser variadas y distintas entre sí (o justamente también por ese motivo). Por tanto, al momento de votar, los factores puramente artísticos pueden pasar a un segundo plano frente a otros criterios extra cinematográficos: factores coyunturales o de contexto (social, político u otros). 

Más aún si los propios filmes nos proponen visiones del mundo o propuestas de diversa índole (como lo analizamos en la primera parte y continuaremos más adelante). En consecuencia, la votación podría estar influenciada por estos asuntos, antes que por criterios puramente artísticos; inclusive, solo por el simple gusto del votante. 

Lo que impacta en aquellos que se esfuerzan por ejercer un voto técnico e informado y explica, de un lado, que pueda ocurrir el “voto de arrastre” por una determinada película (como en esta ocasión) o, de otro, la dispersión del voto entre varios filmes; o cualquier otra combinación posible.

También influye el grado de conocimiento (o desconocimiento) de las películas y los numerosos talentos nominados en cada categoría por parte de la considerable cantidad de electores. Sabiendo esto, otro factor delimitante es la capacidad de los postulantes por llegar a todo ese universo de votantes, ya sea para para hacerse conocer como para reforzar su conocimiento por todos los medios posibles. 

De allí que algunos de los ganadores –como la actriz Da’Vine Joy Randolph, premiada como Mejor Actriz de Reparto– agradecieran a sus publicistas personales en sus mensajes al recibir la presea. Es una mención muy justificada.

Hace falta, pues, una campaña de marketing, ya sea de las empresas productoras y talentos como incluso –en los filmes nominados para Mejor Película Internacional–, de las agencias de los propios países involucrados. Esto conduce, nuevamente, al tema de la inversión económica específica para influir en la selección desde el inicio (nominaciones) hasta el logro final (premios), en un contexto en el que los valores cinematográficos –salvo excepciones– muchas veces son insuficientes para conseguir el reconocimiento. 

En todo caso, los fondos requeridos para esta campaña suponen, aunque no exclusivamente, recursos provenientes de la rentabilidad financiera de la película (o sea, de la taquilla); de igual forma que en cualquier otro proceso electoral democrático, los partidos o candidatos tienen que agenciarse fondos de campaña.

Industria y arte

En consecuencia, si bien los Premios Oscar reconocen la excelencia artística en los distintos capítulos del proceso del cine, al mismo tiempo, son premios de la industria cinematográfica. Su fortaleza viene dada por el carácter democrático de su sistema de selección (y la representatividad del universo de votantes), con los defectos, limitaciones y delimitaciones antes mencionados. 

Lo que, sin ser una regla estricta, genera una tendencia a preferir y premiar cierto tipo de películas industriales; es decir, en las que la calidad artística está en función de los resultados comerciales (o donde este factor es tomado en cuenta en mayor o menor medida).  

En tal sentido, son premios concedidos desde el punto de vista de la creación, la producción y el negocio cinematográficos, a diferencia de otros premios de festivales en los que se consideran criterios desde el punto de vista de la recepción; como, por ejemplo, los premios del público o, en parte, los premios de los críticos. Asimismo, en los festivales, los premios son entregados por jurados mucho más reducidos que los del Oscar, integrados por profesionales de la industria, pero también de la crítica y la cultura en general. En estos otros premios el componente comercial es mucho menor y hasta, en algunos casos, ni se les considera para la evaluación, selección y decisión. 

En otras palabras, los filmes “oscarizables” son aquellos en los que debe haber coincidencia (o sumatoria) entre arte e industria, en mayor o menor grado, con preeminencia de cintas con formatos comerciales, que aquí llamaremos “convencionales” (o las que los estudiosos del cine califican como las del “modo de representación institucional”); por oposición a aquellas que exploran el lenguaje audiovisual (desde las “estilizadas” hasta las más “experimentales”). Aclaro que estas clasificaciones no son tan rígidas, ya que una cinta taquillera puede ser también innovadora (o compleja) cinematográficamente.  

Más estilizadas que convencionales

Es por ello relevante que en esta ocasión los Premios Oscar hayan nominado (para Mejor Película y Mejor Película Internacional) a 8 filmes estilizados y experimentales versus 6 cintas convencionales. Todas de buenas a muy buenas, incluyendo dos que podrían considerarse como obras maestras: “Zona de interés” y “Oppenheimer”

Al mismo tiempo, 5 películas estilizadas –las últimas mencionadas más “Pobres criaturas”, “Ficción estadounidense” y “Barbie”– han obtenido un total de 13 premios, mientras que solo 2 filmes convencionales –“Anatomía de una caída” y “Los que se quedaron”– han sido premiados con igual número de óscares. Lo que demuestra que, este año, la Academia ha valorado películas formalmente menos convencionales y, en cambio, más innovadoras en términos de lenguaje audiovisual.            

Las obras fuertemente estilizadas (sobre todo por su recargamiento formal) son “Oppenheimer”, “Pequeñas criaturas” y “Barbie”. Mientras que “Yo capitán” y “Maestro” podrían considerarse como parcialmente estilizadas (la primera por las intrusiones mágico-religiosas en su tratamiento realista, la segunda por la falta de unidad estilística en su puesta en escena). 

De otro lado, están las cintas claramente experimentales: “Zona de interés” (por su revelador contraste entre imagen y banda sonora, la complejidad de esta última y la incorporación de elementos minimalistas), “Días perfectos” (por su minimalismo poético y misterioso) y “Ficción americana” (filme en buena parte convencional pero que luego evoluciona hacia un planteamiento experimental).   

Frente a estas 8 películas estilizadas y experimentales, se nominaron 6 películas más convencionales: “Anatomía de una caída”, “Los asesinos de la luna”, “La sociedad de la nieve”, “Sala de profesores”, “Los que se quedaron” (quizás la más convencional) y “Vidas pasadas” (la menos convencional). La mayoría tiende a seguir una narrativa lineal y, por supuesto, contienen importantes valores cinematográficos adicionales.

Desde un punto de vista formal, hay 7 películas que se podrían catalogar –parcial o totalmente– dentro del género policial-judicial (y/o con elementos de thriller), aunque lo exceden. Destaca “Anatomía de una caída” que se construye en base a una emocionalmente intensa pesquisa principalmente judicial, con un desenlace notable por su ambigüedad; así como “Oppenheimer”, constituida en gran parte por dos interrogatorios cuasi judiciales (uno por la una Junta de Seguridad de Personal de la Agencia de Energía Atómica y otro por un comité del Congreso, ambos de los Estados Unidos). 

Mientras que en “Los asesinos de la luna” lo policial-judicial tiene un menor peso, en relación con los temas de pareja, la denuncia del exterminio de una nación indígena y la reivindicación de su cultura. Y, aparte de lo propiamente policial, ese menor peso de la intriga de suspenso es aún más reducido (y limitado al tramo final) en “Pobres criaturas”, aunque importante en términos narrativos para el desenlace de esta obra.

Lo policial tiene un tratamiento distinto –más realista (corrupción y trata de personas)– en “Yo capitán”, de igual forma que en “Sala de profesores” el proceso de investigación es casi un pretexto para la mostración crítica del sistema educativo en Alemania y la cancelación. En ambos casos, se mantienen los elementos de intriga y suspenso, esta última exacerbada en la –literalmente– cruda e intensa “La sociedad de la nieve”.                    

Pareja, mujer, discriminación

Pasamos a continuación al plano de los contenidos, aparte de los políticos (que comentamos en la parte 1 de este recuento), siendo los asuntos numéricamente más relevantes las relaciones de pareja, los temas de racismo y discriminación, los de educación, (ir)racionalidad y cancelación; entre otros. 

Se nominaron hasta 8 películas con temas de pareja, siendo las más fascinantes las desarrolladas en “Anatomía de una caída” (por el desbalance de poder y los conflictos de género), “Vidas pasadas” (por los efectos de la migración y desterritorialización en la vida sentimental de la protagonista), “Maestro” (por la convivencia entre un famoso marido adicto al sexo y bisexual con una esposa monógama) y “Los asesinos de la luna” (por la relación tóxica encubierta, decadente y malsana que constituye uno de los pilares del filme). 

En las otras obras de este grupo, los asuntos de pareja son secundarios pero no dejan de tener interés. Así ocurre en “Pobres criaturas” (donde este asunto es solo una parte de un aprendizaje donde lo dominante es el sexo polimorfo), “Zona de interés” (la que muestra una pareja modélica conservadora, con roles de género tradicionales, pero no rígidos, aunque sí sometidos a una ideología totalitaria), “Barbie” (la que concluye con un cierto cambio en la relación de poder al interior de la pareja) y “Oppenheimer” (por las relaciones de pareja disruptivas del protagonista).   

En 4 de estas cintas, la mujer tiene un rol predominante: “Pobres criaturas” y “Barbie” son historias de empoderamiento, mientras que en “Anatomía de una caída” y “Vidas pasadas” se muestra el alto costo emocional de tal autonomía. En las otras 4 la mujer es una víctima (“Los asesinos de la luna”, “Maestro”) o tienen un rol subordinado pero activo (“Zona de interés”) o relativamente secundario (“Oppenheimer”). 

En parte de este grupo también se consideran temas de discriminación y racismo. Este último tiene su manifestación históricamente institucionalizada en “Zona de interés”, que muestra el genocidio y la esclavitud naturalizados en el contexto de la versión nazi del “espacio vital” para la raza superior bajo la imagen de una familia que lleva una vida idílica, al costado del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. 

Mientras que la también histórica “Los asesinos de la luna” exhibe la subordinación paternalista de la nación nativa Osage de Kentucky por la población blanca y la peculiar forma de exterminio –especialmente de las mujeres– en las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos. 

Y ya en el presente, esa visión paternalista (que facilitaba los crímenes de los Osage) se ha convertido en una culpa de los blancos que está en la base de una visión estereotipada de la literatura sobre la vida de los afroamericanos en “Ficción estadounidense”. Así también, los prejuicios raciales y el conflicto social latente –y la desconfianza subyacente– se desatan en una escuela alemana, lo que constituye el nervio de “Sala de profesores”. Más al sur, desde Senegal al Mediterráneo, la pobreza y marginación africana, ya a un nivel global, es el espacio en el que transcurre “Yo capitán”.  

Otra forma de discriminación (esta vez contra la mujer) es la que descubre Barbie cuando accede al mundo real, opuesto a la situación de su reino de marketing ficción. Así como también el enfrentamiento de la protagonista de “Pobres criaturas” contra el mundo patriarcal victoriano que impide o prohíbe a las mujeres el control de su cuerpo, el placer sexual, el acceso a la educación y a una profesión; en el marco del subgénero retrofuturista.

Educación, (Ir)racionalidad, cancelación

El tema de la educación también aparece muy bien representado por la conmovedora “Los que se quedaron”, un filme centrado en el papel del maestro autoritario y el alumno irresponsable, que a través de la narrativa audiovisual van explicándo(se) las causas específicas de tal desencuentro, desmontando la barrera generacional y de incomunicación mutuas. Aquí se muestra que la educación no es solo la adquisición de conocimientos sino también el complejo aprendizaje emocional de la empatía y comunicación; siendo estas, a la vez, una puerta de entrada y estímulo al saber. 

En cambio, “Sala de profesores” está focalizada en la crítica al sistema educativo en un contexto de empoderamiento de alumnos y padres, así como de conflictos con docentes a la defensiva, por razones de contexto extracurriculares (prejuicios raciales, desconfianza), lo que confluye a una espiral dramática en la que estos factores muestran el contraste entre las normas institucionales y el plano de las interacciones humanas reales; factor que también caracteriza la cinta previamente mencionada.

Otras películas presentan locaciones académicas, pero como espacios secundarios o subordinados a otros asuntos: “Ficción estadounidense” (a la cancelación), “Vidas pasadas” (a las consecuencias de la migración legal), “Oppenheimer” (al desarrollo científico) e incluso “Pobres criaturas” (al pensamiento racional).

Los conflictos en estos espacios pedagógicos (y otros) parten de situaciones que son racionales y devienen luego en (o conviven en entornos) irracionales. El caso más obvio es el de “Zona de interés”, el reino de lo irracional por excelencia, dentro del cual –primero– el sentido común y la racionalidad de la vida hogareña, y –segundo– las reuniones militares y sociales, transcurren con absoluta normalidad, como si no existiera de por medio, todo el tiempo, el genocidio y la guerra (¡que nunca se muestran, aunque se oyen!). Y de las que solo se habla sotto voce, marginalmente. 

Y cuando el director de la cinta asocia esta normalidad con lo que está ocurriendo en Gaza, entramos a esta irracionalidad –pero ya en el mundo real– de que todo sigue igual, como si no hubiera una guerra y el exterminio masivo (de niños y familias enteras gazatíes, además de las víctimas y secuestrados israelíes), y como si esta película no nos lo estuviera referenciando mediante una asociación del presente con el pasado allí puesto en escena.        

“Oppenheimer” es otro caso. ¿Puede haber algo más (pretendidamente) racional que la ciencia? Sin embargo, esa misma ciencia genera bombas y armas que pueden desaparecer a la especie humana. Un conocimiento complejo –que la película describe visualmente con belleza a veces feroz– basado en prueba, error y evidencia, bajo métodos estrictos para explorar lo real, que conduce a un resultado irracional. Métodos objetivos que llevan a lo subjetivo (indeterminación, relatividad). Lo racional, por su propia lógica deriva en lo irracional; siendo esta disyunción la raíz del dilema ético del protagonista (y el de la mayoría de sus colegas).

La contraposición entre lo racional y lo irracional también se manifiesta en “Sala de profesores” (por el poder de la desconfianza contra la razonabilidad de la protagonista) y “Ficción estadounidense” (por la sustitución de la calidad literaria por estereotipos humana y culturalmente limitantes). De esta forma, la racionalidad de la crítica al racismo –por ejemplo– puede convertirse en un irracional exceso de susceptibilidad identitaria ante obras cuyos valores artísticos están muy por encima de expresiones (en ocasiones, meros detalles) ofensivas en el presente o que no lo eran en el pasado. La irracionalidad puede llegar a la censura de estas obras o a su “reescritura” o incluso a su cancelación. 

De esta forma, la irracionalidad deviene principalmente (en las películas que se comentan aquí) en la cancelación, ya que esta reprime o anula justamente la diversidad (y complejidad = lo contradictorio) de lo humano y lo sustituye por mandatos dogmáticos (paternalismo, estereotipos) o excesos de susceptibilidad injustificados; lo que no es racional y puede conducir –en las esferas política o social– a la (auto)censura, la represión y el autoritarismo. 

De otro lado, la cancelación puede producirse por diversos motivos, no solo identitarios, como lo ejemplifican algunas de algunos de estas obras. Las que critican este fenómeno son las citadas “Ficción estadounidense” y “Sala de profesores”; pero también –notoriamente – “Oppenheimer” (en parte, por el contexto político polarizado durante la Guerra Fría) y “Los que se quedaron” (en la que la superación de las complicaciones del pasado de maestro y alumno, que permitieron el crecimiento humano mutuo, no pudieron calzar dentro de la reglamentación educativa institucional). 

Solo en “Pobres criaturas” el pensamiento racional que guía el auto aprendizaje de la protagonista se enfrenta con los prejuicios patriarcales que resultan crecientemente irracionales hasta finalmente vencerlos y superarlos; aunque en gran medida en clave irónica. Y para terminar esta parte temática, faltaría mencionar la migración ilegal – representada por la notable “Yo capitán”– y la legal, asunto relativamente secundario en la hermosa y sutil “Vidas pasadas”.

Las mejores y las menos buenas      

Como se indicó en la parte 1 de este recuento, existe un cierto consenso sobre la validez de los premios otorgados en esta ocasión. No obstante, en lo personal, valoro más unas películas ganadoras sobre otras, y señalo las debilidades de algunas de las nominadas. Así, por ejemplo, pondría a “Zona de interés” por encima de “Oppenheimer” (aunque por muy escasos puntos) como la mejor película en competencia y lamento que filmes minimalistas tan especiales como “Días perfectos” y “Vidas pasadas” no hayan obtenido algún reconocimiento en este evento. 

Se verá por estos comentarios que valoro y privilegio los filmes que buscan romper esquemas o desarrollarse en el plano del lenguaje audiovisual ya sea en forma creativa como innovadora; dentro de la tradición cinematográfica. Incluso cuando estos esfuerzos no siempre llegan a puerto en las mejores condiciones. 

Es el caso de “Ficción estadounidense” cuyo pase de una concepción convencional a otra experimental no está lograda del todo. Saludo el intento, el esfuerzo y la audacia – que han caracterizado a otras obras en competencia– pero el quiebre (que debó ser una conjunción) entre ambos enfoques estructurales de la puesta en escena debilita notoriamente el desenlace de una obra que hasta ese momento estaba perfectamente lograda.

Este tipo de debilidades estructurales aparecen cuando se comparan estas cintas con las demás en carrera, las que –como advertí antes– tienen un nivel de calidad relativamente homogéneo o, al menos, resultan coherentes y “redondas” en sí mismas. En esa línea, mi mayor desilusión fue con “Maestro”, cuyas fallas estructurales desequilibran claramente la puesta en escena.

No se trata solamente de su falta de unidad estilística (defecto menor, en comparación con “Ficción estadounidense”, por ejemplo) sino de la forma en que escamotea al espectador lo que, biográficamente, fue el conflicto central de la vida del protagonista (el director y compositor Leonard Bernstein): la separación de su esposa y su relación y fugaz convivencia con Tom Cothram, quizá su amante más evidente. 

Lo sorprendente es que el citado personaje aparece en el tramo clave la película, cuando transcurren los hechos, pero solo se le ve como un acompañante del protagonista y casi ni abre la boca, con lo que el potencial factor dramático central se desinfla mientras que el conflicto marital también se pasa –audiovisualmente– por agua tibia (como lo analizamos en nuestra reseña crítica del filme); lo que debilita irremisiblemente la estructura dramática de la obra.         

Algo parecido ocurre en “Oppenheimer”, pero con resultado inverso. En esa cinta el dilema moral del protagonista es ilustrado con imágenes terroríficas y aparentemente metafóricas en sus momentos de mayor éxito personal, tras el estallido de la bomba atómica en Hiroshima. 

Imágenes que podrían ser también alucinaciones del genial físico estadounidense, ya que este fue diagnosticado de esquizofrenia en su juventud, dato que la película no menciona (aunque sí aparecen un par de anécdotas y alguna mención que lo sugerirían indirectamente), ni tampoco lo profundiza. Dejando de lado, aparentemente, un componente biográficamente importante del personaje. 

Pareciera que fuera el mismo caso de “Maestro”, pero no es así ya que no se está omitiendo información relevante, sino que –más bien– esas imágenes funcionan tanto a nivel (y como soporte) del dilema moral del protagonista como en el ámbito (biográfico) de su salud mental. Son capas de sentido que suman, no que ocultan o que intentan reducir el impacto emocional (como sí ocurre en el biopic sobre Bernstein). 

De hecho, “Oppenheimer” mantiene una constante intensidad emocional, con picos de muy alto calibre (y no solo por la secuencia de la bomba), lo que justamente falta en el enfoque relativamente más apaciguado y hasta resignado de “Maestro”. Y donde la inestabilidad mental del protagonista deviene en una especie de expiación moral por haber puesto en marcha el programa nuclear estadounidense, al aceptar someterse a su virtual enjuiciamiento por la Junta de Seguridad.     

Además, esto hace parte de toda una línea narrativa que incluye imágenes del contexto cultural de la época y (sus nexos con) el avance científico del proyecto. Las que, simultáneamente, describen la mente del protagonista, su punto de vista y su subjetividad; siendo, al mismo tiempo, información biográfica. Todo narrado con medios puramente visuales a lo largo del filme (a contrapelo de su verbosidad de las otras líneas narrativas), lo que enriquece y refuerza su puesta en escena, dentro del enfoque de complejidad que lo caracteriza.

Aquí se puede observar cómo un mismo procedimiento audiovisual aparentemente similar en películas distintas puede conducir a resultados opuestos en función de su interacción con los demás componentes de sentido en la puesta en escena; todos procedimientos legítimos en términos de ficción, pero con consecuencias contrarias.  

En suma, los Premios Oscar del presente año se han caracterizado por el reconocimiento a excelentes películas, tanto nominadas como premiadas; varias de las cuales han tenido un gran éxito de público, pero también han incorporado componentes creativos e innovadores. 

Mientras que algunas otras han hecho aportes al lenguaje audiovisual, al mismo tiempo que casi todas proponen temas de interés para el debate público global sobre temas relevantes; tal como lo sustentamos en esta y en la primera parte del presente recuento.      

Esta entrada fue modificada por última vez en 7 de abril de 2024 18:38

Ver comentarios

  • Gracias, gracias, gracias por estos análisis, esclarecedores, luz en el camino de mi existencia, para eso es el cine. un abrazo fraterno

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