Madeinusa (2006)

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Dir. Claudia Llosa | 100 min. | Perú – España

Director de fotografía: Raúl Pérez Ureta
Música: Selma Mutal

Intérpretes:
Magaly Solier (Madeinusa)
Carlos Juan De La Torre (Salvador)
Yiliana Chong (Chale)
Juan Ubaldo Huamán (Cayo)
Melvin Quijada (Mauro)

Estreno en Perú:
5 de agosto del 2006 (10º Festival ElCine)
14 de agosto del 2006 (Estreno comercial)

Salvador, un joven geólogo llega a un pueblo andino (Manayaycuna) al no poder continuar su camino hacia una mina a causa de un huayco. Tan pronto llega es encerrado y prohibido de participar en la fiesta del pueblo, la que consiste en la representación de la muerte de Cristo y su resurrección, lapso en el que ocurre un “tiempo santo” en el cual todos los tabúes son rotos en la comunidad. Allí conocerá a Madeinusa, la hija del alcalde, quien le pide que se la lleve del pueblo.

Por sus cualidades cinematográficas, sus referencias culturales y su polémica propuesta, esta es una de las películas peruanas más relevantes de los últimos años.

Comparte con Días de Santiago –otro notable filme peruano reciente – un guión de estructura no comercial (o, si se prefiere, no convencional), una propuesta de alto valor estético y audiovisual y la visibilización de la problemática de un grupo social específico en torno a un personaje central.

Al mismo tiempo, se diferencia de la película de Josué Méndez en otros aspectos igualmente importantes. Aquí no vemos el mundo urbano marginal redescubierto por Méndez, sino el mundo andino con la revalorización de una tradición cultural viva. En tal sentido, el paisaje urbano bajo una estética expresionista es trocado, en este caso, por un entorno rural pleno de color local. La naturaleza introspectiva de Santiago y su gradual enfrentamiento con el medio social que lo rodea se reemplaza por la externalización de un ritual tradicional y la casi completa integración de Madeinusa en el mismo. Y, en fin, mientras el drama individual de Santiago es que no logra encontrar una salida a los problemas y determinaciones socioculturales que lo atosigan, nuestra heroína –en cambio– encuentra en sus condicionamientos sociales y culturales un instrumento para romper en parte con los mismos y alcanzar sus metas.

La película de Claudia Llosa tiene como principal cualidad mostrar de una manera profesionalmente solvente el mundo andino, con personajes que se expresan en quechua y presentado de una forma que casi nunca ha aparecido en el cine peruano (y mucho menos en la televisión). Sólo por este hecho, el filme merece ocupar un lugar de honor en la cinematografía peruana e internacional. Más que un realismo mágico, veo un realismo antropológico en Madeinusa. La directora nos muestra una práctica cultural que existe hoy –y en esta época de globalización– en varios lugares de nuestra serranía. De un lado, la recuperación mítica de la muerte y resurrección de Cristo –con su tránsito del caos al orden– y, del otro, la recuperación sincrética del mismo drama de la pasión bajo los patrones culturales andinos, expresados en el vestuario, la escenografía, la arquitectura, el canto, la fiesta propiamente dicha y el ritual correspondiente; para no hablar del paisaje y del remate mismo de la película. La vivencia del mito por parte del grupo social es intensa y real; es decir, en el “tiempo santo” que refiere el filme, realmente se rompen todos los tabúes sociales porque la creencia tradicional exige imperativamente que este rompimiento sea experimentado en carne propia (y, todo hay que decirlo, también en la ajena). Y ocurre hoy en día, en nuestro país. La recuperación de esta tradición es uno de los grandes atractivos de este filme.

En cuanto a su valor audiovisual, hay muchos aspectos a señalar (y disfrutar). El más evidente es sin duda la escenografía y ambientación, logrados con la colaboración de la comunidad –lo que da cierto valor documental a la película–; así como un eficaz trabajo de fotografía (muy lograda en las escenas nocturnas). Desde la caja de recuerdos de Madeinusa, el trabajo sobre los interiores de las viviendas en que transcurre la acción, el vestuario, la procesión y la reconstrucción del ceremonial, todo ello contribuye a esa sensación de descubrimiento, maravilla y fascinación que ejerce el mundo andino sobre el espectador. La combinación de la música y el paisaje –que no veíamos desde los clásicos filmes de Robles Godoy– es otro gran acierto que eleva aún más la emoción y verosimilitud de lo que apreciamos en la pantalla. Sin embargo, debe señalarse que Llosa no se engolosina con estos elementos. El paisaje, por ejemplo, aparece puntual (aunque espectacularmente) y tiene tanta importancia como el trabajo en interiores. Su dirección aparece centrada, ya desde las primeras tomas, en los rostros de los protagonistas y en las tomas cerradas y de detalle con las que los va descubriendo ante el espectador. Asimismo, incluye algunos episodios chocantes (ratas, chillidos de cerdos, para no hablar de incesto o envenenamiento), gracias a los cuales se mantiene un rudo realismo y se evita caer en un esteticismo que limaría las aristas más duras del relato. Hay una tensión oculta en la anécdota que mantiene cierto temor del espectador (sobre todo del urbano), identificado con el personaje de Salvador, quien realmente entiende poco o nada de lo que ocurre ante su vista.

Por otra parte, la directora combina el trabajo en interiores y con tomas cerradas con el trabajo en exteriores, con sus planos grupales y el paisaje andino presentado en panorámicas y tomas abiertas. Esta combinación marca el ritmo de la película y es posible que sea lo que atrape al espectador, antes que el propio ritmo de la acción dramática, que no obedece –como indicamos más arriba– a una narración convencional sino a esta intención de recuperar valores culturales, a ese realismo antropológico que caracteriza esta obra.

De allí que justamente el personaje de Salvador aparezca poco desarrollado. Es posible que la intención haya sido que represente al espectador urbano de mentalidad racional, al que la situación que le toca vivir le resulta ajena, inexplicable y hasta absurda. Más que desarrollar una relación sentimental con Madeinusa (lo que sería de esperar en una película convencional), Salvador representa un instrumento de la protagonista para conseguir sus fines últimos; lo que se verifica en ese final de inesperado humor negro que cierra este notable filme. Durante casi todo la película se nos ha convencido de los profundos vínculos de la heroína con ese mundo andino con el que ella se identifica; sin embargo, nunca se nos oculta su verdadera intención y cómo, finalmente, lo consigue. Tanto en lo argumental como en lo cultural observamos aquí una nueva versión del sincretismo andino; es decir, el uso (y el doble discurso) de valores tradicionales para la obtención de logros “modernos”.

Volvemos en este punto a las comparaciones con Días de Santiago. Allí también los personajes femeninos tienen agencia, es decir, están más claras de sus metas y toman iniciativas en aspectos que Santiago no tolera ni comprende. Con Madeinusa sucede algo parecido, aunque en menor escala (teniendo el mismo mensaje). Y en cuanto al guión, ambos filmes giran en torno a una anécdota central, una situación que se desarrolla, antes que un desarrollo dramático más amplio. En el caso de Santiago, presenciamos personas y situaciones que lo van construyendo y determinando en un crescendo que deja en suspenso un posible desenlace; mientras que en Madeinusa tenemos, en cambio, que las sugerencias van hilvanando un relato semioculto (la fuga de la madre, el dolor del padre, la envidia de la hermana, las motivaciones de nuestra heroína) que explicaría el comportamiento ambivalente de la protagonista como el desenlace –más definido que el de Santiago– del filme. Es en este contexto que debemos destacar las buenas actuaciones (y muy buena en el caso de Magaly Solier) tanto de los actores profesionales como de ese personaje colectivo que es la comunidad.

Finalmente, cabe preguntarse hasta qué punto el público peruano entenderá o apreciará el alcance de esta película. Es decir, hasta qué punto la mostración contundente de esta cultura con la que convivimos bajo unas mismas fronteras no resultará tan convincente. Sabemos que existen abismos en la distribución de ingresos no sólo en el ámbito nacional, sino en una misma provincia y hasta en una misma comunidad. Abismos sociales y económicos. ¿Qué tanto sabemos de los abismos culturales, de la riqueza cultural que encierran esos miles de distritos, esos centenares de fiestas comunales?

Una amiga me decía, por ejemplo, que le parecía mal que el personaje de Salvador acabara siendo el único “pensante”, que el limeño siguiera siendo el que realmente “la veía” y que eso lo colocaba en una relación de superioridad con respecto a los “serranos”. Una lectura de este tipo me dejó tan sorprendido que no estoy seguro de si esta nota logrará que haya un mejor conocimiento y comprensión sobre la película. Y justo al momento de revisar este texto llega a mi correo otra nota de Pilar Roca –a quien no conozco– titulada “El insulto hecho cine”. Ella va más allá y califica el filme como una “calumnia” a la mujer campesina y a los pueblos andinos en general; sus expresiones sobre Salvador resultan aún más radicales en esta lectura del filme. Como vemos, otros abismos (pero quizás más pequeños).

Ojalá esta nota estimule a los internautas que visiten nuestro blog para que sus comentarios nos ofrezcan una medida de qué tan polémica puede ser la imagen que sobre nuestro país muestra Madeinusa.

Juan José Beteta

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Ver comentarios

  • SOLO CONSIDEREN ESTO:
    ACÁ LA GENTE ES INCULTA, SUCIA, ORINAN Y BOTAN BASURA EN LAS CALLES, HUELEN A DESAGUE Y ESTA MISMA CRITICA LA PELÍCULA.

    EN OTROS PAISES LA GENTE ES EDUCADA, RESPETA LAS LEYES Y VIVEN CON RESPETO Y LIMPIEZA, ALLÁ MADEINUSA HA GANADO MUCHOS PREMIOS.

    A VER SI HACEN ALGO DE LÓGICA.

  • Madeinusa, los indios degradados

    Difícilmente hubiera imaginado que vería alguna vez una película como Madeinusa, en la que Claudia Llosa presenta una comunidad campesina degradada, habitada por seres alcoholizados, ignorantes y violentos, que se ensañan con un limeño blanco e inocente.

    Las tradiciones andinas más importantes y solemnes, como las relativas a la Semana Santa son convertidas en orgías grotescas, donde el incesto, la violación, el robo, el adulterio están permitidos. La película coincide con los peores prejuicios limeños hacia la población andina, que suelen ser vistos como salvajes o incivilizados. Ahora bien, los defensores de la película sostienen que se trata de una obra de ficción, por lo que juzgar el contenido es un error. Es el mismo argumento que tenía Jorge Benavides, al señalar que La Paisana Jacinta era un personaje ficticio, que no buscaba ofender a nadie.

    El autor de una obra de ficción también puede estar transmitiendo un determinado mensaje, a veces de manera explícita. En el caso del cine, no se trata solamente del guión, sino de la elección de los personajes, sus rasgos físicos, los encuadres y la solidaridad o el rechazo que pretenden generar en los espectadores. Una obra de ficción que ensalzara la lucha de Abimael Guzmán, negara el holocausto de seis millones de judíos o difundiera la versión del VicePresidente Giampietri sobre el conflicto armado en el Perú sería altamente cuestionada.

    Personalmente, mientras veía Madeinusa no podía dejar de recordar El Nacimiento de una Nación, dirigida por David Griffith, que tuvo tres millones de espectadores en Estados Unidos en 1915… y a través de personajes de ficción muestra nada menos que el nacimiento del Ku Klux Klan, como la única forma en que los heroicos blancos logran proteger a sus mujeres de los malvados negros… que sin embargo, son mucho menos malvados que los campesinos andinos presentados por Claudia Llosa.

    Resulta además chocante el contraste con el recibimiento que la crítica y las distribuidoras de películas han dado a Flaviano Quispe, un director puneño, que no ha ganado premios del Conacine, sino que trabaja con sus propios recursos. Sus películas generan furor en muchas localidades andinas, pero en Lima se ven ninguneadas. Yo pude ver una de ellas, una versión altiplánica de Oliverio Twist, donde el pequeño protagonista llega desde el campo hasta Juliaca. La trama está llena de suspenso, numerosos personajes se entrelazan y es perfectamente verosímil, en todo lo cual resulta superior a Madeinusa. ¿Por qué el desdén y la indiferencia? ¿Será casualidad que la obra de un puneño apellidado Quispe no tenga la misma aceptación de una limeña llamada Llosa?

    A pesar que El Nacimiento de una Nación fue una película exitosa desde el punto de vista económico y el empleo del lenguaje cinematográfico fue valioso, David Griffith sintió la necesidad de elaborar películas que tuvieran un carácter mucho más positivo. Una de sus obras más valiosas fue la espectacular Intolerancia, narrada en cuatro épocas paralelas (la antigua Babilonia, el tiempo de Jesús, la masacre de los hugonotes y el tiempo presente), en las cuales la intolerancia de los seres humanos ha tenido consecuencias lamentables. En Pimpollos Rotos, el protagonista es un chino (un anglosajón maquillado, naturalmente) víctima del racismo en Londres.

    Sin embargo, Griffith nunca pudo librarse del estigma de ser un cineasta racista y hace unos años, se decidió retirar su nombre de uno de los premios cinematográficos, por ser considerado demasiado ofensivo.

    En otro país, Madeinusa no hubiera durado ni tres días en la cartelera. En todo caso, a Claudia Llosa le corresponde pedir perdón a la población a la que está ofendiendo. Si suena curioso lo que digo, es porque suena curioso pensar que la población andina tiene dignidad. Esperemos que, si persevera en su labor como cineasta, sus futuros trabajos no se centren en explotar los peores estereotipos racistas de nuestra sociedad.

  • Estimado Óscar,

    Allá por 1990 siendo editor de la revista Cuánto, publicamos un reportaje fotográfico realizado por Mayu Mohanna sobre una festividad tradicional durante los carnavales de febrero en una comunidad del Cusco. Allí observamos muchas de las cosas que vemos en esta película. Es decir, las mujeres tomaban la iniciativa y se intercambiaban parejas, se podía robar, se rompían todos los tabúes sociales y, en general, se armaba una bacanal con todas las de la ley.

    La razón era que en esos días Dios hacía mutis y se instauraba un tiempo de "caos", luego del cual el orden social es restaurado. En suma, casi lo mismo que vemos en esta película. Por otras fuentes, sabemos también que el “tiempo santo” existe –con diversas variantes– en comunidades campesinas, donde se pueden “robar choclos”, de la misma forma que vemos cómo se roban un chancho en la película de Llosa.

    En consecuencia, si bien estamos ante una obra “imaginaria” y de ficción, hay una buena proporción de esa obra que –en este aspecto– reproduce hechos objetivos de la realidad cultural del mundo andino. Puede ser que algunos componentes rituales (el corte de las corbatas, el tipo que pasa las horas del día en la plaza) hayan sido inventados o imaginados por la directora (no me consta); pero los hechos centrales y básicos del “tiempo santo” –los más polémicos– se corresponden a una práctica cultural hoy existente en el Perú.

    Tú mismo indicas que estos elementos del filme “remiten a tradiciones serranas planteadas desde siempre y también, desconocidas por lo general por los costeños o selváticos”. Bueno, la disciplina que estudia esas tradiciones es la antropología. De allí que el filme tenga un componente documental y muestre justamente al resto del país (y, de paso, al mundo) dos cosas que me parecen importantes: 1) una tradición cultural viva del mundo andino y 2) el hecho de que sociedades presuntamente “atrasadas” pueden ser –ocasionalmente– mucho más libres que otras más “modernas” (y supuestamente más “avanzadas”), como las nuestras, de raíz judeo cristiana.

    Sólo estos dos temas me parecen aportes fundamentales de la película al conocimiento del Perú y sin duda controversiales, aunque sin ser tampoco lo más provocador del filme.

    En segundo lugar, desconfío de ese aspecto “mágico” que le atribuyen a la película. Es cierto que estamos en un contexto de pensamiento mágico (en su sentido antropológico), pero no en presencia de situaciones “sobre naturales” o fantasiosas. De allí que el filme sea realista, en el sentido que reconstruye el mito –mediante un argumento ficticio y de procedimientos audiovisuales de elevada factura– para devolvernos con el mayor respeto una realidad andina desconocida para muchos en este país. De allí también que el público tome posición frente a la película de manera muy dispar, mostrando los quiebres y problemas de identidad que padece nuestra sociedad. Lo que en cristiano significa: esta película pisa muchos callos.

    La estructura del filme muestra un paralelismo entre el tiempo santo, de un lado, y el relato de Madeinusa, del otro. Estoy de acuerdo contigo en que hay una debilidad en este último relato, en mi opinión la referida al personaje del limeño Salvador. (No obstante, recordemos que este filme no sigue un patrón dramatúrgico convencional y que esta es una opción válida, así no nos guste.)

    Sin embargo, en este relato hay otra parte nada débil y, más bien, fascinante y muy lograda: la evolución de Madeinusa. Este relato, muchas veces sugerido, casi susurrado (como bien lo anota Ricardo Bedoya en su detallada crítica), es magistral. Desde un punto de vista meramente argumental ella sólo quiere seguir los pasos de su madre hacia Lima. Intuye el dolor del padre y lo tolera con la esperanza de poder fugar; pero cuando ve que el padre ha destruido los aretes que la madre le entregó, se siente finalmente traicionada y toma venganza. Es la transición de la pubertad a la madurez, de la sumisión a la libertad (y del caos a un nuevo orden). Desde un punto de vista cultural, ello ocurre en el “tiempo santo” y ello explica las decisiones que ella toma (ojo:) de acuerdo a las normas culturales que ella conoce; lo cual la lleva a una venganza que se extiende, además, hacia el personaje limeño. Se trata, en este nivel, de la “visión de los vencidos”, de utilizar patrones culturales hoy vigentes –al menos, para estos grupos sociales– no sólo para mantener una identidad propia, sino también para castigar a quienes son percibidos como los portadores de una cultura dominante.

    Como se aprecia, hay una coherencia humana y cultural de Madeinusa que pone en cuestión ni más ni menos que los patrones éticos occidentales. Como mujer, nuestra heroína se libera de la opresión paterna y toma las riendas de su destino; y como representante de una cultura oprimida (ignorada, silenciada o marginada), usa esos mismos patrones para utilizar y, luego, castigar al representante de la cultura dominante (urbana, limeña).

    La conclusión del filme es una provocación completa –a fondo y sin concesiones– a la cultura secular, excluyente y centralista existente en nuestro país; y, en menor grado, a la propia estructura patriarcal. Así como una reivindicación y revalorización de la cultura andina (aunque percibida, en nuestro país, en términos controversiales). Es por ello también que en mi crítica advertía que no estaba tan seguro de si nuestro público llegaría a entender el alcance de este filme.

    Por otra parte, tenemos los valores audiovisuales de la película; que no es -insisto- la calidad “técnica”, sino cómo la combinación de estos elementos “técnicos” crean un determinado sentido enmarcado a su vez en una opción estética. En tal sentido, hemos señalado dos elementos estructurales: 1) el ritmo basado en la combinación de planos abiertos y cerrados (en exteriores e interiores, respectivamente) y 2) el contrapunto entre “tiempo santo” y la narrativa de la evolución de la protagonista. Y cómo estos elementos estructurales se soportan en un notable trabajo de fotografía, escenografía, música, canto, idioma, labor actoral, etc. Estos aspectos no son meramente “técnicos”, sino que están debidamente ordenados, balanceados y jerarquizados de acuerdo a las necesidades del guión. Y toda esta poderosa sensación de belleza así estructurada arropa de manera primorosa la percepción de brutal descubrimiento que reseño aquí.

    Es por estas numerosas razones que considero justificado calificar este filme como uno de los más importantes del cine peruano. Y es por ese motivo que no podemos despachar este debate diciendo alegremente que todo es una pura ficción emanada de la imaginación de Llosa. Si así fuera, no se explicarían las reacciones que ha desatado el filme y que paso a reseñar, para concluir este comentario.

    La primera es de quienes creen que aquí se trata del “atraso” de los indios y que consideran que el único personaje “cuerdo” es el limeño Salvador; mientras que interpretan el final como la invasión de los indios a Lima (por si acaso, esto no fue escuchado en 1956, sino en Larcomar en 2006).

    La segunda es la versión simétricamente opuesta y percibe la película como una afrenta al mundo andino. Así, Wilfredo Ardito ha señalado que se trata de una “grotesca caricaturización del mundo andino” y que muestra “todos los prejuicios capitalinos hacia la población andina mostrando seres sin moral, sin religión, sin valores” (El Comercio, 28.9.6, p.a5). Él respalda, en ese sentido, la postura de Pilar Roca, cuya opinión más bien podríamos fecharla en el clima ideológico de los años 70. Otra variante aquí es la de los que piensan que la protagonista es una típica hipócrita andina que conscientemente lleva a cabo sus verdaderas intenciones a costa del inocente Salvador.

    La tercera es la de aquellos que no saben bien qué es lo que les molesta del filme, pese a que reconocen sus virtudes cinematográficas. Un ejemplo, es de quienes piensan que la directora “se aprovechó de la buena voluntad de la gente por querer colaborar con la producción, para mostrarlos grotescos, feos, casi primitivos, a tal punto que se provoque risas y burlas de parte del espectador” y que el filme dejaba “esa sensación de asco hacia esa gente. Esa gente con una fiesta pagana, híbrida, decadente, con una población ebria, fea y traicionera” (opinión de un listero de Cinemaperú, 28.9.6). Aquí se trata de alguien que no entiende lo que implica el mito y el compromiso profundo y vital con creencias religiosas vividas coherentemente. Estamos en un mundo tan secularizado que la belleza y fascinación del “tiempo santo” se convierte en su opuesto: lo feo y lo grotesco. No obstante, tanto unos como otros comparten que este es un tiempo para lo abyecto.

    Finalmente, estamos los que creemos que el filme representa una visión respetuosa y honesta (aunque también muy personal) del mundo andino. Y paremos de contar.

    Un filme que está generando opiniones tan dispares, que está obligando al público a tomar posiciones sacando a luz los conflictos sociales y culturales más profundos de nuestra sociedad, merecería ser considerado dentro de las más relevantes obras cinematográficas de este país.

    Dejo para otra ocasión, estimado Óscar, las precisiones terminológicas que me sugieres en tu comentario; aquí he preferido ir a los contenidos antes que los conceptos y desarrollar algunas ideas que se quedaron pendientes en mi nota. Un abrazo. JJB.

  • Amigos, respecto al comentario de Juan José, aqui les posteo lo que opina Rocio Silva Santisteban de los comentarios que ha desatado Madeinusa

    Madeinusa (la polémica)

    La peor crítica cultural es la que se basa en el maniqueísmo.

    Ayer vi Madeinusa, y es cierto, hubo algo en la película que me “perturbó” no en el sentido sólo de reacción artística, sino también ideológica. En este último sentido podría decir que hasta me molestó.

    Pero más me ha molestado la carta de Pilar Roca pues me parece plagada de todos esos “brochazos” maniqueos para rebajar al mundo andino a los estereotipos de lo “bueno y bondadoso”. Creo que es necesario profundizar en el análisis y evitar generalizaciones, así como calificaciones. Esta forma de plantear las críticas rebaja cualquier nivel de discusión, además de errar increíblemente al echarle la “culpa” al CONACINE (la película ha tenido muchas financiaciones).

    Para hacer una crítica ideológica, plantear argumentos y proponer algo, pensar más allá de los clichés, es preciso afinar el análisis y también entender cuáles son los puntos de vista de la película, dónde está el foco, qué implican las imágenes. No se puede hacer una crítica de cine ideológica pasando por alto la “forma” siendo el arte precisamente forma sobre todo.

    Aquí les paso una crítica de Juan José Beteta que contesta, de alguna manera, a la mirada de Pilar Roca. Se trata de una mirada bastante honesta, incluso en sus propias dudas, sobre la construcción total de la historia.

    https://www.cinencuentro.com/2006/09/25/madeinusa-2006-2/

    Creo que por ahí va la cosa: por preguntarnos en qué consiste ese fastidio después de ver la película, y por tratar de darle razones a un sentimento aparentemente “sin razón”. En todo caso, la polémica está abierta.

    Rocío

  • Juan José, en fechas del Festival de Lima publiqué en estas páginas algunas impresiones sobre Madeinusa; y para no caer en redundancias, sólo me referiré a que catalogar de "realismo antropológico" lo visto en Madeinusa me parece más que redundante y exagerado, fuera de lugar incluso, romántico; puesto que lo antropológico no requiere de una "realidad" para ser tal, sino que lo antropológico "es" una realidad "real" y en todo caso, no plasma nada, sino que lo ejerce porque eso es la vida. Algo distinto sucede con el lamado "realismo mágico", (acuñado en los setentas con motivo del mal llamado "boom" literario, y particularmente, con García Marques) que es una especie de magia planteada en bases de orden real. Y creo, además, que Madeinusa es de esas películas que resultaría injusto catapultarla al infinito o enterrarla si es que no se analiza por aislado sus factores estéticos (destacables, a mi gusto) y los argumentales (en deuda) por aislado.

    De otra parte, cuando dices que "La directora nos muestra una práctica cultural que existe hoy –y en esta época de globalización– en varios lugares de nuestra serranía", parece que hubieras pasado por alto el hecho que el mito y el pueblo mismo de Madeinusa son una invensión de Claudia LLosa. Claro, remiten a tradiciones serranas planteadas desde siempre y también, desconocidas por lo general por los costeños o selváticos, pero son más bien una sacada de vuelta a éstas. Algo que no obstante lo moderno del planteamiento (se pueden interpretar conceptos freudianos y lacanianos desconocidos por el habitante de a pie del Ande), resulta original, cinematográficamente hablando. Y que una obra cinematográfica merece un lugar en la cúspide del cine peruano sólo por mostrar la lengua quechua y coloridos típicos, es pedir mucho, y esto no tiene nada de xenofófico, ojo, sino que el arte va más allá de ciertos factores individuales. Claro, de gustos y colores....

    En fin, Juan José, cada quien es tan romántico como quiere en sus apreciaciones, y en todo caso me ha agradado leer lo tuyo, justamente porque es un buen punto de partida para hablar al respecto; justo ahora que me entero que andamos metidos en El PLACER DE LOS OJOS.
    Un abrazo.

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