Críticas de la semana

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Esta semana sigue siendo coreana. Dos de los mejores estrenos del año son revisados por los críticos de la prensa nacional. Comencemos con Oldboy (Hipnosis mortal). En el Trome, «El Búho» no puede dejar de comentar el ‘peliculón coreano’:

Cuando uno piensa que ya se descubrió todo, que sólo nuestro ‘héroe’ culminará su justiciera venganza, se derrumba todo el castillo de naipes. Nada fue lo que parecía ser. El final es telúrico y remueve en sus cimientos al espectador. Tan desolador como una tragedia griega de Sófocles. Hay que ser de piedra para salir del cine y olvidarse de una pareja entrañable como Mi-Do y Oh Dae-Su. Imperdible. Apago el televisor.

En El Dominical, Ricardo Bedoya tampoco se guarda los halagos:

Hipnosis mortal es atractiva hasta en sus desequilibrios, sus falsos finales, su confusión narrativa, su violencia desaforada, el desnivel entre las secuencias de exposición y los momentos fuertes, como aquellos en los que Oh Dae-su lleva el martillo en la mano para consumar la venganza del hombre común.

Ahora pasemos a Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera. Raúl Cachay de El Comercio siente que es casi una obligación celebrar este estreno:

Es una reflexión sobre la cualidad cíclica del itinerario vital de los seres humanos y una intensa exploración de los cimientos y los principios sobre los que se construye la visión del mundo que propone el budismo zen. [..] esta cinta es una fábula budista, claro, pero también es una obra de arte que apela a la exaltación de la belleza sin caer en ninguna clase de efectismo para dejar una huella ciertamente perdurable en los espectadores.

Enrique Silva de Correo dice:

Estructurada en cuatro episodios y un epílogo, la cinta posee una inmediata sensación de naturaleza viva, expuesta a lo largo y ancho de una geografía excepcionalmente bella, en la que el agua constituye un elemento fundamental. Pero también está el fuego como elemento purificador. Y los sonidos brotan tan naturales como los colores de la hojas. El poético minimalismo de Kim Ki-duk se desprende de una absoluta planificación narrativa.

Mientras que Federico de Cárdenas en La República también la aprueba:

Con personajes mínimos, escasos diálogos y rituales que se repiten, Kim Ki-duk logra una fascinante reflexión sobre el transcurso del tiempo y la fugacidad del destino de los seres humanos. Una cámara contemplativa, que registra con parsimonia avatares graves o leves y una fotografía cuidada, crean una atmósfera de gran belleza visual y lirismo intimista.

Finalmente Bedoya también comenta la cinta de Kim Ki-duk en El Dominical:

El templo, el lago y las montañas dan a la cinta su magnífico sentido del espacio, pero en contrapunto está también la imagen de lo más cercano, es decir, de las amenazas y peligros que descubre el encuadre cerrado: las plantas venenosas, las alimañas, la serpiente. Como siempre en las películas de Kim Ki-Duk (La isla, Hierro 3, entre otras), hasta la perfecta serenidad se asienta en el hormigueante desorden de la naturaleza, los deseos y los sentidos.

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