La reciente creación del Ministerio del Medio Ambiente en el Perú, nos lleva a reflexionar sobre las relaciones del mundo audiovisual peruano con este tema que ha sido durante siglos elemento fundamental en la conformación de las diferentes culturas del país.
Reflejar en las pantallas las maravillas de la naturaleza y los dramas actuales de interrelación del hombre con el medio ambiente es una aventura que ha tenido variados exponentes en el cine mundial. Desde Nanook, el esquimal, pasando por El hombre de Aran (ambos de Robert Flaherty) hasta Tierra sin pan (Luis Buñuel) en los inicios del documental, ya se dejaba entrever el llamado determinismo geográfico que argumenta la manera en que el entorno es capaz de intervenir en la construcción de las culturas humanas. Un paso decisivo en la historia del cine y medio ambiente fue el aporte de Jacques-Yves Cousteau, conocido investigador marino, quien reflexionó sobre la necesidad de hacer participe al poblador común y corriente de lo que venía ocurriendo en el planeta y para ello decidió romper con el elitismo que caracterizaba la difusión de la información científica que se circunscribía a un entorno especializado y transformarla en información pública fácilmente comprensible a partir de una narración audiovisual donde la aventura, la ciencia y la vida eran protagonistas. Nació así el divulgacionismo, que se reflejó en su primera película El mundo del silencio realizada junto a Louis Mallé y estrenada en 1956.
Muchas voces del mundo científico criticaron esta manera poco académica de plantear temas tan complejos como la contaminación de los mares la desaparición de especies y el papel del ser humano en ese concierto, sin embargo el tiempo y el uso social de los filmes de Cousteau promovieron un cambio en la mentalidad científica y hoy el cine sobre medio ambiente es un componente validado en el ámbito académico.
Posteriormente hubo un acercamiento más diverso entre el cine y el tema ambiental, sobre todo cuando historias de ficción fueron capaces de develar la íntima relación de los seres humanos con su entorno, tal como lo plantea Akira Kurosawa en Dersu Uzala. Historias reales han sido llevadas a la pantalla como lo hizo John Boorman en La selva esmeralda, donde los hombres termitas (los occidentales) generan un caos social al transgredir el orden natural buscando el llamado desarrollo. El mundo de la animación también tiene piezas notables como La princesa Mononoke donde el maestro Hayao Miyazaki nos regala una obra situada en un Japón antiguo pero que refleja que en varios momentos de nuestra historia el ser humano ha sido responsable de una destrucción movida por la codicia y su propio desconocimiento del entorno. Particularmente interesante la escena donde los Kodama, seres elementales del bosque, son reconocidos como signo de un bosque sano, interesante analogía con la mitología europea y la andino-amazonica, donde los muquis, yashingos y cabaquinhos da mata son sus equivalentes.
En este viaje rápido por el cine sobre medio ambiente debemos mencionar que el tema nuevamente se ha hecho presente en el abanico audiovisual por la incursión de Al Gore, un activista ambiental por muchos años, quien decidió filmar junto a Davis Guggenheim Una verdad incómoda, un documental donde expresa los prolegómenos y la complejidad de los asuntos ambientales relacionando información científica, el papel de la política contemporánea y la actitud humana en general en este momento decisivo para la historia, donde se juega la supervivencia misma del hombre y las demás especies.
En el Perú se han visto estas obras, y los peruanos no son novatos en estos temas, por algo la pachamama sigue siendo la madre tierra en la zona andina, por algo entre los rasgos sorprendentes de nuestras culturas precolombinas predomina una evidente comprensión del entorno expresada en el manejo de pisos ecológicos. Por algo sitios como Machu Picchu, donde se evidencia ese afán por adaptarse al entorno y no destruirlo, son ahora considerados Maravillas Modernas. En suma, la relación telúrica de los peruanos con sus costas, sierras y selvas es un rasgo fundamental de nuestro inconsciente colectivo. A esto debe agregarse que el Perú es un paraíso de la biodiversidad: hemos contribuido con la mayor cantidad de especies de plantas domesticadas por el hombre, somos el primero en variedad de mariposas, orquídeas y el segundo con mayor cantidad de especies de aves. Aquí se reúnen 87 de las 103 zonas de vida (Holdridge) reconocidas en el mundo y junto con esta riqueza también se dan increíbles situaciones de destrucción, como los más de 35 años de explotación de hidrocarburos en la amazonía que han generado contaminación y graves problemas de salud; solo en el Perú se construye una plata de fraccionamiento de gas al lado de nuestra única reserva marina; solo aquí se contamina gente y ambiente con plomo soltado impunemente, se contaminan aguas con millones de litros de insumos químicos usados por el narcotráfico y solo aquí se pretende talar relictos de bosques en cabeceras para que un grupo arqueológico se pueda “ver mejor” (frase genial de Alan García soltada en Kuelap). Solo aquí los bosques son arrasados generando un actual caos y guerras fratricidas entre indígenas, guerras promovidas por madereros y consorcios. Solo aquí se dan los “booms” del oro negro (caucho), del oro blanco (droga), del otro oro negro (petroleo) hasta el actual oro rojo (cedro y caoba), cada uno de los cuales representa la muerte de miles de personas y una destrucción desenfrenada alimentada por la falta de capacidad de nuestras propias autoridades y el desconocimiento de la opinión pública al respecto.
¿Y cómo nuestro panorama audiovisual ha reflejado estas situaciones?
El panorama es diverso y en este abanico es necesario mencionar las experiencias audiovisuales desde el cine y la TV para un intento de respuesta.
Armando Robles Godoy, maestro de varias generaciones de cineastas peruanos, quizás fue el primero en plantear el tema articulado a una coyuntura histórica. En La muralla verde refleja los intentos de una pareja de colonos por afincarse en la selva y de la lucha burocrática a la que deben enfrentarse para lograr sus sueños. Basada en una experiencia personal del director representa también la manera en que la intervención humana, por omisión, es capaz de subvertir cierta armonía en la vida de la gente que quiere afincarse al lado de una naturaleza que termina convirtiéndose en verdugo de un hijo. Otra película del maestro Robles que transcurre en terrenos amazónicos es En la selva no hay estrellas, donde la selva es un personaje que hace justicia cuando la ambición desmedida llega de la ciudad al campo en busca, literalmente, del oro fácil.
Posteriormente, hace su aparición en la escena peruana una pareja de realizadores que lograron filmar periódicamente gracias a la antigua Ley de Cine. Jorge Suárez y Ana María Perez son quizás los iniciadores de la corriente documental que tenía entre sus temas centrales la naturaleza y el hombre. En la orilla, es un reflejo de esta inquietud y esta basada en una mirada personal de la vida en la frontera rocosa de las costas marinas, con una cámara que recorre espacios develando el micromundo de una manera contemplativa, curiosa y exploratoria junto a sonidos que nos llevan a nuevas dimensiones mas allá de los sonidos habituales de un puerto o una playa en pleno verano. Luego siguieron otros cortos en cine y video, el último de los cuáles, Hombres del Cutivireni, sigue la vida de los Ashaninka de la selva central y su estrecha relación con la naturaleza que le da el alimento, la salud y la posibilidad de relacionarse con seres del mundo espiritual.
El año 1994, en plena guerra Ashaninka contra Sendero Luminoso, Casablanca Films y ZDF de Alemania produjeron una película sobre niños de la selva y el medio ambiente. El resultado fue Kentishani Y Chaavaja, dirigida por Aldo Salvini que narra la interacción de niños de este pueblo con la naturaleza amazónica tras sobrevivir a la destrucción de su comunidad. Este mediometraje fue el primero de tres que se realizarían en la sierra y la costa para formar un largometraje, proyecto que no prosperó, sin embargo la historia de los niños Ashaninka tuvo una gran difusión internacional a excepción del Perú donde solo fue visto en algunos canales pequeños y eventos temáticos.
En forma paralela al cine aparece en la televisión peruana desde finales de los años 80 una serie de documentales y programas de televisión sobre naturaleza y medio ambiente. Los primeros en realizar una serie documental sobre naturaleza fueron la pareja de periodistas Vivian Goycochea y Néstor Gonzales quienes en el canal 9 mostraron una serie sobre naturaleza y parques nacionales del Perú, interesante trabajo recopilatorio de la biodiversidad del Perú que lamentablemente no tuvo continuidad. Se transmitió en 1989. En el contexto previo a la Cumbre de Río de 1992, también llamada Cumbre de la Tierra, el periodista peruano Alejandro Guerrero inició una serie de documentales sobre naturaleza. En 1991 aparece Reserva de biosfera del Manu, una descripción detallada, casi enciclopédica, de las diferentes zonas de vida en este Parque Nacional del Perú. De allí siguieron otra serie de documentales como El valle de los volcanes, Titicaca: puma de piedra, Tumbes: bosques y manglares, El mar y los dioses, Antártida, Terra Australis, La selva de los espejos y finalmente, luego de casi 8 años de trabajo terminó con una serie especial en Sudáfrica. Despertó gran interés entre los escolares, principal público de sus especiales. Guerrero no era documentalista ni ambientalista, sin embargo para su trabajo contó con el apoyo de reconocidos cineastas como Danny Gavidia, Alberto Arévalo, Jorge Vignati, Raúl Gallegos quienes fueron los responsables de la imagen y la puesta en escena. Para la parte científica contó con la asesoría de decenas de biólogos y científicos, información que Guerrero articulaba en largos textos descriptivos. Fue una experiencia importante en la TV peruana a pesar del mal recuerdo que sobre el personaje guarda la mayoría de gente que trabajó con él. Como dato interesante, varios de estos documentales fueron vendidos por canal 5 al Discovery Channel donde fueron reeditados.
En el año 92 hubo un intento por replicar este tipo de documentales, el periodista del canal 2 y luego congresista Luis Iberico realizó una serie sobre Paracas pero con un énfasis mas científico, incluso colocando los nombres científicos y datos en la pantalla, estilo que no tuvo éxito entre el público, decidiendo el destino de la serie.
Los reportajes sobre medio ambiente en la televisión peruana están marcados por la denuncia y también por viajes de exploración a zonas de un país que estaba redescubriéndose luego de un largo periodo de guerra interna que dificultó a los realizadores transitar por las zonas remotas consideradas “liberadas”. Sin embargo tuvo que pasar un tiempo hasta que alguien se animara a realizar un programa sobre medio ambiente. Alberto Suárez y el equipo de Te quiero verde estuvo casi 4 años en el aire desde el año 2002 con su programa semanal de ecología, primero en el canal 11 y luego en el 13, y al mejor estilo de los canales de cable, plantearon una propuesta bastante dinámica con variadas secuencias que buscaban introducir al espectador en el abc de la ecología y el medio ambiente. Fue el único medio televisivo peruano presente en la segunda cumbre de la tierra en Johannesburgo, Sudáfrica. Posteriormente, en el año 2004, el renombrado biólogo peruano Antonio Brack (hoy primer ministro del Ministerio del Medio Ambiente), decidió incursionar en la televisión con su programa La buena tierra, donde desde una visión basada en su experiencia científica, su práctica personal en producción ecológica y los lineamientos del desarrollo sostenible, plantea formas de hacer producir la tierra con una visión amigable con el ambiente y dentro de la lógica de una economía moderna. El programa se emite hasta hoy por el canal estatal.
Hay otras experiencias televisivas como el programa Cuadernos de bitacora, conducido por el fotógrafo Alejandro Balaguer y programas de viaje que siempre tienen su espíritu ambientalista, sin embargo en toda esta experiencia televisiva ambiental de casi 20 años destaca una serie que caló en las mentes y corazones de los peruanos. A principios del 2000 el canal 4 programó la serie Candamo: la última selva sin hombres, documental de tres capítulos dirigido por el publicista Daniel Winitzky que narra las aventuras de los nativos ese´eja Melo, Mañuco y Mishaja en su afán por llegar a las cabeceras donde nace el río Candamo, en las selvas de Puno, lugar de riquísima biodiversidad. El rodaje de esta serie se hizo en soporte cinematográfico a lo largo de 4 años y un costo aproximado de un millón de dólares, el resultado fue un producto audiovisual de gran calidad fotográfica, con escenas naturales y también puestas en escena que en conjunto encandilaron al televidente. Se hizo también una versión para la televisión europea, pero lo importante es que este documental ayudó a movilizar un gran apoyo público para evitar la explotación de hidrocarburos en esas selvas. Una crítica conceptual a esta serie es que el empleo de la frase marketera “la última selva sin hombres” evidencia una visión extremista ya que promover la ausencia de seres humanos en las selvas como un valor es errada: el hombre ha transitado por todos los rincones de la selva y ha sido siempre uno de los principales generadores de su biodiversidad, claro, antes del capitalismo.
Para terminar con esta aproximación del audiovisual al tema del medio ambiente es importante indicar que en forma paralela al cine y la televisión, desde mediados de los años 90 organismos no gubernamentales y agencias de cooperación internacional han invertido esfuerzos y recursos en la realización de videos sobre medio ambiente y desarrollo sostenible, material de consulta en universidades y bibliotecas, donde se promueven valores y técnicas dentro de la visión de aprovechar responsablemente los recursos del presente pensando también en las generaciones futuras.
Y ahora ¿dónde estamos y qué podemos hacer?
El Perú es un paraíso para los cineastas sobre medio ambiente del mundo entero. Cada semana algún equipo extranjero llega para filmar algún documental sobre temas de naturaleza o sobre procesos donde se liga lo humano con lo ambiental. El año pasado fue particularmente intenso y tuve la grata oportunidad de filmar con Jean Michael Cousteau, el hijo y compañero de Jacques-Yves, con quien hace 25 años realizó la serie documental El equipo Cousteau en el amazonas, serie paradigmática sobre la naturaleza, las culturas y los dilemas de la amazonía. En esta oportunidad Jean Michael regresó para hacer un nuevo documental que revelaría lo ocurrido en la región amazónica 25 años después de esa primera experiencia. Así como en este caso, hay otros equipos de televisión y cineastas que encuentran aquí temas que los propios peruanos no nos animamos a abordar.
¿Nuestras prioridades audiovisuales son otras?, cada uno debe hallar su propia respuesta. Lo que podemos comentar es que los temas ambientales son complejos, efectivamente, y me parece que además se necesita una militancia personal para asumirlos ya que los intereses en juego pueden poner al realizador en una posición de riesgo en varios sentidos. No es un cine aséptico.
La reciente experiencia de Choropampa, el precio del oro y Tambogrande, mangos, muerte y mineria, obras de la dupla conformada por Tito Cabellos y Stephanie Boyd pueden ser materia de un estudio de caso. Cada uno de los documentales tomó varios años de trabajo, implicó que los realizadores vivan en locaciones de Cajamarca y Piura para hacer el seguimiento respectivo, y como no, también llevó consigo riesgos personales debido a los grandes intereses que se verían afectados al emitir los documentales. El costo monetario y personal de asumir estos proyectos fue grande, sin embargo ambos trabajos son hoy un modelo a nivel latinoamericano que ha sido replicado por regiones con problemáticas de abuso similar, donde empresas privadas y el Estado quiere pasar por encima de pueblos en sus afanes de lucro y desarrollismo.
En Brasil recientemente el documental Nas terras do Bem-Virá, de Alexandre Rampazzo es un ejemplo de esta militancia y los riesgos de asumir proyectos controversiales donde el medio ambiente ocupa lugar central. Este documental que hace un recuento histórico de los intentos desarrollistas brasileños desde la década del 60 explora las razones de la actual depredación de la amazonía brasileña, recoge imágenes de archivo de la manera en que pobladores del nordeste son reprimidos al pedir tierras y como se ven obligados a sumarse en la marcha hacia “tierras sin hombres para hombres sin tierras” como se promocionaba a la amazonía. El documental también muestra los conflictos entre fazendeiros (hacendados) que se apropian de inmensos territorios y los seringalistas (trabajadores del caucho) que mediante los “empates” o bloques de fuerza, impedían el desmatamiento de las selvas que ellos trabajaban sosteniblemente. Los asesinatos de Chico Mendes y de la hermana Dorothy tienen aquí culpables con nombres y apellidos, valiente documental que ha puesto en la mira a sus realizadores y ha obligado a varios de los camarógrafos a refugiarse.
¿Y porqué el cine de medio ambiente es riesgoso?, ¿acaso es posible hacer obras que no conlleven tanto riesgo?
Efectivamente, hay muchas formas de abordar proyectos audiovisuales sobre medio ambiente en el Perú. Pueden ser documentales, obras de ficción, animaciones. La gran paradoja en el Perú es que en el país de la biodiversidad y de los grandes temas ambientales casi no hay cineastas que se dediquen exhaustivamente a ello. Es que además no hay una visión clara de lo que significa tema ambiental. Hace un par de años en Santiago de Chile, el documental Una muerte en Sion del realizador neoyorkino Adam Goldstein que trata sobre la contaminación de petróleo en el río Corrientes recibió un premio a mejor video sobre medio ambiente. En forma provocadora mi amigo Oscar Gutiérrez, quien recibió el premio en nombre de Adam dijo ante el público ahora la muerte de una persona es considerada “tema ambiental”. Sin querer, su ironía develaba que no es posible abordar temas ambientales sin desligarlo de su contexto natural, histórico, social, económico y cultural, es decir, ya no solo ocuparnos de la necesaria “puesta en contexto” básica para un documental, más allá de eso lograr explicar que la desaparición de un ave o de un bosque se debe no solo a un mal cazador o un talador ilegal, detrás hay otros mecanismos mas poderosos y con tanta responsabilidad como el que finalmente apretó el gatillo o encendió la motosierra.
Junto con el estilo propio del director me atrevo a sugerir una actitud holística para abordar los temas ambientales, es necesaria una mirada amplia y profundizar en la investigación temática, pero también implica seguimiento, implica tiempo, implica una actitud de compromiso y consecuencia que puede ser antagónica con la actitud predominante en la postmodernidad. La vanguardia puede marcar derroteros y en el campo ambiental podemos encontrar inspiración para ello, es que precisamente con el derrumbe de los paradigmas de la modernidad y en este estadio de transición llamado postmodernidad estamos avanzando hacia la construcción de nuevos referentes, de nuevos paradigmas sobre los cuales construir los valores de hoy y mañana. En ese camino ya no es Dios el eje de todo (como en el medioevo), ni el hombre (como en la modernidad), quizás estemos próximos a construir paradigmas donde la dinámica de la vida sea la base para construir las futuras relaciones sociales. En ese sentido y retomando el tema del cine y medioambiente en el Perú, me parece que es necesario ir incursionando de manera mas sostenida en estos temas, porque este país necesita una mirada de nosotros mismos, saliendo de nuestro entorno inmediato, trascendiendo esos tejidos de vida donde también participamos y que forman parte de nuestro yo. Me parece que seguimos explorando sobre nosotros mismos porque aún no nos conocemos como dijo nuestro maestro el poeta Pablo Guevara, pero indudablemente cuando asumamos nuevamente nuestros vínculos físicos y espirituales con esta tierra dirigiremos nuestra mirada más allá. Veremos que así como hay trasgresión en los géneros, el llamado medio ambiente rebasa sus fronteras y envuelve espacios no pensados. Es una oportunidad también para lanzar ideas, tan controversiales como cuando Werner Herzog afirma frente a las cámaras de Les Blanc en Burdem of Dreams que la selva es obscena y que los cantos de las aves son, en realidad, gritos de dolor.
El medio ambiente es la pachamama, la naturaleza, pero también la gente y sus actos de interacción con ella. La pachamama quiere que nos reconectemos, que la filmemos, que ayudemos a construir un discurso audiovisual moderno sobre ella. Está esperando con ansias nuestras cámaras.
Fotos: Fernando Valdivia y Stephanie Boyd
Fernando Valdivia es comunicador Social y documentalista especializado en amazonía. Viene realizando una serie de documentales sobre biodiversidad para PromPerú, sobre la depredación minera en Madre de Dios para National Geographic y sobre la superposición de lotes petroleros en tierras indígenas para las Organizaciones Achuar del Pastaza. Dirige Teleandes Producciones.
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