Esta semana se estrenó en la ciudad de Los Angeles una ambiciosa puesta en escena de la ópera Il Trittico de Giacomo Puccini. La particularidad del caso fue que esta pieza dividida en tres partes ha tenido a dos famosos cineastas como directores escénicos: William Friedkin (Contacto en Francia, El exorcista) y Woody Allen.

El primero se ha hecho cargo de las dos primeras partes de la obra Il Tabarro y Suor Angelica, las cuales se destacan por su tono más bien oscuro. Pero toda la atención y aplausos se los ha llevado Allen con su versión irreverente de Gianni Schicchi, la tercera y jocosa conclusión de la trilogía. Esta incluye proyecciones como la de unos burlescos créditos iniciales que presentan a personajes como «Giuseppe Prosciutto», «Aldo Melone», o «Vitello Tonato».

La idea del director general de la Ópera de Los Angeles, el tenor Plácido Domingo, de contar con el pequeño cineasta ha sido celebrada por medios como LA Times que informó: «la mejor elección del mundo para la conclusión cómica del tríptico (…). Trabajo de genio, Gianni Schicchi es para morirse de risa». Se resalta su originalidad al narrar la aventura de fines del siglo XI como una película en la gran tradición italiana, que incluye escenografía en blanco y negro.

Los pocos reparos se dieron precisamente por su excesiva libertad, «que muchas veces hacía temer que la cosa se transforme en una rutina de los hermanos Marx», como señalan en el New York Times. Pero eso no fue impedimento alguno para que, al unísono, todo el público se ponga de pie para aplaudir la función. A pesar de estas largas demostraciones, Woody nunca asomó para recibirlas, según se dice, por timidez. Esta realización se mantendrá en cartel hasta el 26 de setiembre en la ciudad californiana. Sí, aquella misma que enfermaba al pequeño Alvy Singer en Annie Hall.

(Vía AFP)