Trilogía de la venganza de Chan-wook Park


Trilogia de la venganza

Nota del editor: Publicamos un sustancioso análisis escrito por Juan José Beteta sobre las tres películas de Chan-wook Park que han conformado la llamada «trilogía de la venganza». El estudio se divide en cinco partes, y cubre diferentes aspectos de esta obra que ha despertado el interés por el cine coreano de este siglo. En este post va el sumario y la introducción. Nos vemos en los comentarios.

Conjunciones y disyunciones

Sumario

Parte 1:
La brutal belleza de lo exagerado

Un mundo de valores trastocados

  • Simpatía por el Señor Venganza: la construcción del descontrol
  • Oldboy: la reproducción controlada
  • Lady Venganza: la diseminación

Parte 2:
La libertad perdida

  • Policía y medios de comunicación
  • Una alegoría sobre la imposibilidad de la libertad
  • Entre la autodestrucción y la sobrevivencia

Parte 3:
Ultraviolencia y multigénero
Lo irónico y lo onírico

Parte 4:
Hacia una mayor complejidad audiovisual

  • Simpatía por el Señor Venganza: la bifurcación del círculo
  • Oldboy: bajo el signo del acertijo
  • Lady Venganza: rompecabezas justiciero
  • Travellings laterales, escaleras, subjetivas e invertidas

Parte 5:
Una estética del siglo XVII para el siglo XXI

  • La totalidad como un proceso inacabable


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Introducción

La llamada “trilogía de la venganza” es una de las grandes obras maestras del cine asiático y mundial, equivalentes quizás a lo que fue la serie de El Padrino para el cine norteamericano, sino fuera porque las cintas del realizador surcoreano Park Chan-wook no constituyen una saga familiar, sino un audaz ejercicio de controversial estética cinematográfica. Está compuesto por tres películas que pueden apreciarse separadamente: Simpatía por el Señor Venganza (Compasión y Venganza), Oldboy (Hipnosis Mortal) y Lady Venganza.

Este ciclo describe la construcción de un mundo con valores éticos trastocados, pero que –al mismo tiempo– ofrece una visión más rica y variada de los conflictos y emociones humanas, en comparación –por ejemplo– con las numerosísimas películas donde “ganan los buenos”. La condición para ello va más allá de que no hayan ganadores ni perdedores, y más bien se dirige hacia la descripción de un mundo donde los personajes ya han perdido casi desde el comienzo. Es más, sus grandes luchas –a veces, de toda una vida– los conducen directamente a la autodestrucción, la muerte por mano propia o ajena, los más terribles castigos autoinfligidos; o, en el mejor de los casos, a un dolor que ninguna venganza en definitiva podrá calmar. Al concluir cada cinta encontramos desolación, olvido y resignación, y separación, respectivamente; pero también catarsis en dosis diversas.

Si toleramos este escenario tan pesimista es únicamente por la exacerbación de los sentimientos a la que nos somete el director; al punto que cada filme de esta serie es como un reto a nuestra capacidad de soportar las emociones más encontradas, incluyendo la exploración de lo abyecto. El énfasis emocional es el gran nexo de estas obras con la cultura contemporánea, caracterizada por una recuperación de la individualidad y la subjetividad, y dominada por el feeling, antes que por la razón. Los sentimientos en juego se relacionan con la culpa, la penitencia, la expiación, la (búsqueda de) redención, el sacrificio, la venganza; organizados a partir de la una lucha contra la injusticia y la pérdida de la libertad. De allí que esta trilogía reivindique, a su manera, el combate del individuo contra el poder, lo que arrastra contenidos sociales (diferencias de clase, inseguridad ciudadana) y políticos (alusiones a la división del país, los regímenes dictatoriales y la lucha por la democracia en Corea del Sur). Esta acumulación de contenidos individuales y sociopolíticos es lo que permite señalar que estamos ante la descripción de un mundo, si bien de cabeza, sólidamente asentado en realidades muy contemporáneas.

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Otro elemento que nos hace soportable un enfoque tan negativo es la ironía, que adopta la forma de un humor negro, muchas veces sutil pero también amargo y sarcástico. De esta forma, en medio de este mundo bizarro, la ironía viene a ser como el equilibrio dentro del desequilibrio, y siempre al borde de un abismo existencial ante una realidad a menudo fluctuante. Con esto llegamos a otra característica de estas películas, y de mucho del cine surcoreano: el recurso al multigénero que, en este caso, combina la tragedia y el melodrama, con un considerable porcentaje de comedia; aunque el género dominante es el thriller de suspenso. Esta mezcolanza mediatiza cualquier esquematismo y termina de eliminar todo rasgo de maniqueísmo; lo que nos ofrece la sensación de estar frente a una visión holística y comprehensiva de los conflictos humanos.

Pero el aporte central en estas cintas es la exacerbación de los sentimientos. Ello se logra de dos formas. La primera, y más importante, es el uso armonioso de un conjunto de elementos audiovisuales que constituyen todo un estilo personal y de indudable valor estético; pero cuyo resultado es un constante y excitante estímulo emocional al espectador. Aquí se demuestra cómo el uso de determinados encuadres y angulaciones, así como de movimientos de cámara, efectos de audio y hasta de determinadas transiciones pueden producir – acopladas y estructuradas en imágenes y situaciones inimaginables– sensaciones antes no experimentadas. A ello debe sumarse una variedad de combinaciones en la estructura audiovisual, que va desde la intensificación dramática hasta diversas variantes de paralelismo cinematográfico, todas destinadas a generar el suspenso y mantener la tensión. La segunda forma de exacerbación emocional es el recurso a la ultraviolencia, que al estar firmemente asentada en una estructura narrativa audiovisual llena de recursos, adquiere justificación tanto como mecanismo de producción de sentido, como de herramienta para amplificarlo.

Finalmente, existe un paraguas estético –sin ser el único– bajo el cual se puede clasificar el estilo de Park Chan-wook en esta notable trilogía: el barroquismo; al que se puede añadir buena parte de la mejor tradición cinematográfica internacional, desde Hitchcock hasta el comic. Estamos, pues, ante una de las obras más representativas (hay muchas otras de este nivel) en el cine surcoreano actual.

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En este trabajo haremos una comparación entre las películas de esta “trilogía de la venganza”, sin la pretensión de haberlo abarcado todo. Aunque en post anteriores ya hemos adelantado aspectos parciales de esta comparación, en éste haremos un análisis de conjunto; tratando en lo posible de no repetirnos con lo desarrollado anteriormente, pero también completando asuntos que en su momento quedaron pendientes.

Empezaremos por lo último, es decir, la principal fuente estética de la trilogía. Analizamos y discutimos luego los grandes temas dramatúrgicos desarrollados en estas películas; así como los aspectos adicionales y –transversalmente– las acotaciones políticas. En particular, discutiremos el tema de la ultraviolencia en este cine. Para concluir con el análisis comparativo de las estructuras audiovisuales y una vuelta a los asuntos de estética; sin olvidar los nexos comunes de estos tres filmes.

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3 respuestas

  1. […] Famoso por películas como Oldboy o Sympathy for Lady Vengeance (parte de la imprescindible Trilogía de la Venganza que inició con Sympathy for Mr. Vengeance), presenta una obra caracterizada por la construcción […]

  2. […] Sympathy for Mr. Vengeance y le sigue Sympathy for lady vengance conformando así la denominada “trilogía de la venganza”. Sin embargo no alcanzan la maestría de Oldboy ya que no alcanzan a narrar una buena historia […]

  3. Avatar de zzwendigo12

    ¿Cuál puede ser la mejor película de esta trilogía?; acaso la magistral «Oldboy» (la cual tiene un sitio entre las mejores películas de esta década)

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