En plena época en la que los vampiros juveniles rondan por la pantalla, no podían faltar los experimentos que buscan crear nuevas franquicias a partir de esa moda. El último de estos casos lo representa esta versión del primero de los libros del irlandés Darren Shan y sus fantaseadas experiencias en un circo de fenómenos de inspiración burtoniana, y que se extiende por doce episodios. Acá el tema del vampirismo en la edad de los cambios y temores ante la responsabilidad, ya no pasa por la pacatería y un neoromanticismo en clave emo, sino todo lo contrario. Es la exacerbación de sus tópicos de forma irreverente, pretendidamente burlesca como ese show de shock, con el que se promociono la película. Lástima que el tránsito del papel al celuloide haya concluido en un filme tan desinflado, sin emoción siquiera.

Desde que los relatos sobre el encuentro con lo extraordinario en el mundo estadounidense de todos los días, se repopularizaran (gracias a Spielberg y todos sus alumnos malos y buenos) con efectos especiales y chicos simpáticos con personalidades fácilmente identificables con la mayoría, hemos sido testigos de todos tipo de experimentos alrededor de esa sola idea de escape hacia lo maravilloso. Diseños externos o internos de personajes y escenarios de los más variados tamaños, cromatismos y tonos de voz. Caricaturas vivientes que llegaron a su expresión más referencial en el extraño mundo del creador de Beetlejuice y Edward Scissorhands. A la vista de todo ello es un muy poco lo que nos ofrece la historia de Darren, ese adolescente que en busca de darse un pequeño respiro de su muy bien lograda hoja académica, se convierte en la viva imagen de todas esas pesadillas que le fueron alimentadas por el consejo paterno.

Ese tal vez era el asunto más explotable dentro de la trama y solo asoma fugazmente en algunas cuotas de un buscado y nunca logrado humor negro. Y es que el director Paul Weitz, no tiene el talento o al menos ingenio, como para sazonar como mayor malicia esta rocambolesca noche rebelde que se le vuelve eterna al protagonista. Solamente se limita a seguir al pie de la letra algunos aspectos comerciales del estilo impuesto por Burton, en esencia, todo lo que tiene que ver con el circo en cuestión. A los espectadores se nos vende la película como a Darren y su amigo Steve, este espectáculo efectista que incluye el desfile de algún que otro conocido actor asumiendo la deformidad o su aspecto meramente repulsivo, como motivo de orgullo. Golpe de solo unos minutos que es sustituido solo por un desarrollo meramente expositivo del conflicto.

Donde se percibe esto con mayor notoriedad es en el trance entre Darren y Steve, dos muchachos opuestos tanto en su vida ordinaria como en la que llevan en el estrato fantástico, pero no por ello menos conflictuados como lo estaban cuando se disponían a imaginar todas las formas posibles de diversión en un mundo opresivo y amenazante para ambos a partes iguales. Este enfrentamiento personal realmente era mucho más perturbador que todos los trucos baratos a los que apela la cinta, precisamente porque se remite a una realidad mucho más cercana. No obstante todo se limita a una parafernalia tan deslucida, que el encuentro es solo reservado a una guerrita tediosa que ni siquiera guarda interés como cine de acción. Darren, Steve, y sus respectivos maestros jedi, solo son motores casi sofocados de una película lamentable y acaso fallida iniciadora de otra serie de cintas para robarse el corazón de los ultrafanáticos de una épica más amable que los modales y consejos de Crepsley (John C. Reilly). Esta especialidad no le sienta nada bien a los Weitz, anteriores realizadores de las divertidas About a Boy e In Good Company.

Cirque du Freak: The Vampire’s Assistant. Dir. Paul Weitz | 109 min. | EE.UU.

Intérpretes: Chris Massoglia (Darren Shan), John C. Reilly (Larten Crepsley), Josh Hutcherson (Steve), Jessica Carlson (Rebecca), Michael Cerveris (Sr. Tiny), Ray Stevenson (Murlaugh), Patrick Fugit (Evra, el chico serpiente), Daniel Newman (Pete), Morgan Saylor (Annie), Don McManus (Sr. Shan), Colleen Camp (Sra. Shan), Ken Watanabe (Sr. Tall), Salma Hayek (Madame Truska), Orlando Jones (Alexander Ribs), Frankie Faison (Rhamus Twobellies)

Estreno en Perú: 14 de enero de 2010