La guerra interna vivida en el Perú en las dos décadas finales del siglo pasado se está convirtiendo en un tema manido en el cine, así como el enfoque a menudo utilizado, el de comunidades que estuvieron entre dos fuegos y que hoy permanecen olvidadas por el país oficial. Es por ello sintomático que todavía se encuentren formas nuevas y reveladoras de contar esta historia; siendo el documental un género apropiado para ello, ya que la memoria viva de los sobrevivientes está muy lejos de haberse agotado, como tampoco lo estará el de sus descendientes.
Chungui, horror sin lágrimas… una historia peruana, es el título completo del documental de Felipe Degregori, el cual nos muestra un nuevo ángulo para contar esta lucha fraticida a partir de la obra y trabajo del antropólogo y retablista ayacuchano Edilberto Jiménez. A lo largo de los años y casi sin darse cuenta, Jiménez escuchaba relatos y narraciones sobre la guerra interna que lo impresionaron de tal forma que no pudo evitar empezar a grabarlos y recolectarlos. Más aún, descubrió que le resultaba más fácil dibujarlos, a la manera del cronista Huamán Poma de Ayala, con lo cual juntó una serie de imágenes del horror de aquellos años; lo que luego trasladaría a sus retablos.
Este documental muestra este trabajo de Jiménez con los pobladores del distrito de Chungui, provincia de La Mar, departamento de Ayacucho. En él se dan la mano el horror y la belleza. Los terribles testimonios de víctimas y sobrevivientes –dichos y, en algunos casos, cantados– son ilustrados por los sencillos dibujos del artista. Y esa misma simplicidad y claridad en el trazo, que ilustra los testimonios, permite que el terror y el sufrimiento vividos en aquellos años los vayamos imaginando y compartiendo con los entrevistados. Pero sólo cuando, más adelante, vemos esos dibujos convertidos en retablos es que llegamos a interiorizar y comprender por qué las huellas de esa época están tan vivas y presentes en el alma de los pobladores de Chungui. Los impactantes detalles de los retablos nos muestran el colorido de la muerte, en contraste con la opacidad del agreste paisaje, adornado con tumbas a flor de tierra y con los restos de viviendas arrasadas treinta años atrás. Se nos muestra tanto el arte de Jiménez como sus fuentes, tanto las orales como las monumentales, que constituyen un testimonio viviente del tema en cuestión.
En esta línea, el tratamiento visual de Degregori es los menos intrusivo posible. El trabajo de cámara es tan sencillo como los dibujos de Edilberto, logrando que el peso emocional del documental repose en las manifestaciones de los entrevistados y el arte del retablista, cuya voz también está presente en la cinta. Por otra parte, en aras de la claridad, el director ha incluido voces en off para ordenar los contenidos testimoniales para el público foráneo. Contenidos que dan cuenta de una guerra iniciada por los senderistas y repelida con los mismos métodos brutales e inhumanos contra mujeres, niños y ancianos por las fuerzas armadas; y, luego, por las propias rondas campesinas del lugar. No obstante, Chungui es famosa (o debería serlo) por haber enfrentado y vencido a Sendero a fines de los años 80, pese a los cual hoy permanece desatendida por el Estado.
Hay pues hasta tres líneas narrativas entrecruzadas: 1) la del realizador, 2) la de Edilberto Jiménez y 3) la de los pobladores de Chungui. Las tres intercaladas de manera casi didáctica, de tal forma que encontramos una riqueza audiovisual y de contenidos que –como capas superpuestas– van construyendo un gran fresco del pasado reciente de la historia de esas regiones del país. En esa línea, el director ha aprovechado la belleza del paisaje, imágenes de las actividades productivas locales y momentos de algunas festividades (pero de manera moderada y sin engolosinarse y desviarse de su objetivo), las que a su vez sirven ya sea como transiciones entre secuencias como para contrapesar la dureza del recuerdo y el peso de la impunidad. La música también ayuda tanto a atemperar la intensidad emocional como a enfatizarla, según las distintas situaciones y contenidos planteados.
En consecuencia, Degregori consigue un resultado convincente ya que, después de lo visto, podemos obtener una imagen muy distinta al la del Perú “oficial” –el de zonas de una pobreza extrema casi inalterables desde aquellos años terribles– y también entender por qué es imposible “olvidar” lo que en las mentes y el paisaje de La Mar está allí presente desde hace décadas, sin que el Estado intervenga para sanar las heridas mediante reparaciones, justicia y oportunidades para promover el desarrollo local. El documental también es un ejemplo de cómo el arte –tanto el de Jiménez como el de Felipe– puede (y va a) colaborar decisivamente para mantener, recuperar y visibilizar la memoria colectiva para prevenir situaciones similares tanto en el futuro como en el presente. Notable documental, que contó con el auspicio del Instituto de Estudios Peruanos y apoyo de la cooperación técnica alemana.
Intérprete: Edilberto Jiménez. Cámara y edición: Carlos Barrios. Producción: Jenny Velapatiño. Texto: Luis Nieto Degregori. Música: Álvaro Hurtado. Colaboración en el guión: José Antonio Portugal, José Montalvo, Julio Vargas, Carlos Iván Degregori. Dirección de fotografía y cámara: Rodolfo Gonzáles. Dirección de arte: Lorena Salhuana.
Esta entrada fue modificada por última vez en 19 de julio de 2010 13:56
Esta web usa cookies.
Ver comentarios