«Blue Jasmine», Woody Allen dibuja el rostro del crack

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La foto grupal de Blue Jasmine.

Una mujer de edad madura y gestos refinados que experimenta un desequilibrio económico y emocional serio, visita después de largo tiempo a su hermana menor, que sobrevive también en la austeridad financiera aunque es menos conflictuada, y tiene un novio de modales más bien toscos que no simpatiza con su cuñada, en medio de una serie de iniciativas y desajustes de ambas mujeres por encontrar un orden en sus vidas.

¿Les resulta familiar? Podríamos estar hablando parcialmente de la clásica obra de Tennessee Williams Un tranvía llamado deseo, llevada al cine por Elia Kazan al teatro en 1947 con Marlon Brando, Jessica Tandy, Kim Hunter y Karl Malden y al cine en 1951 con el ingreso de Vivien Leigh por Tandy. Eso es correcto, pero también estamos refiriéndonos a Blue Jasmine, la película del 2013 de Woody Allen. Llama la atención el parecido de la estructura argumental, siendo Allen un narrador de tanta experiencia y creatividad.

¿En qué se diferencian estas historias? Obviamente, una cosa es la reanimada economía norteamericana de postguerra, en la mitad del siglo XX, y otra muy distinta el mundo fraudulento, especulativo y gaseoso de las finanzas globalizadas de la segunda década del siglo XXI, generador de crisis locales y mundiales. La Jasmine que encarna magistralmente Cate Blanchett deja la opulencia de New York para trasladarse a la no muy distante San Francisco, mientras que Blanche Dubois, en las obras de Williams y Kazan, provenía de una familia acomodada pero nunca había sido copropietaria de un imperio financiero, y viajaba a la más proletaria New Orleans.

La fría opulencia. Cate Blanchett y Alec Baldwin en Blue Jasmine.

Al principio nos fijamos en estos paralelismos, pero luego el relato de Woody Allen despliega su dinámica particular. Aunque el autor ha dicho que no necesariamente se ha basado en el caso de Bernie Madoff, uno de los más expuestos estafadores en lo que va de este siglo –pero lejos de ser el mayor de los culpables de la gran crisis porque los peces más gordos no tuvieron castigo–, el rol de Alec Baldwin remite inevitablemente a él y en general a los aventureros que provocan codicia, fortuna vaporosa y bancarrota. En ese sentido, desde su fino clasicismo que no carece de locura pero que la expresa al viejo estilo alleniano, Blue Jasmine dialoga con películas contemporáneas, hiperactivas, nerviosas y aceleradas, como El lobo de Wall Street y American Hustle. Los diálogos concernientes a las inversiones son escasos y sencillos, pero suficientes para lucir el artificio y la inconsistencia de la plataforma armada.

En realidad, Woody ha encontrado la oportunidad para trazar uno de los retratos femeninos intensos y hondos que han colmado su filmografía desde la época de Diane Keaton y pasando por el periodo de Mia Farrow, y las apariciones de actrices como Meryl Streep, Diane Wiest, Judy Davis, Penélope Cruz, Scarlett Johansson y un largo etcétera. Jasmine representa la inexorable fractura de un modelo que somete a sus ejemplares a la enajenación, el desamparo y la mutación para no fallecer en el camino. La narración fragmentada que va y viene de la opulencia a la escasez exterioriza el proceso mental de la protagonista, que carga una doble identidad incluso nominal, que no ha terminado de irse de su pasado a la vez querido y agobiante, y que no se encuentra a sí misma en los modestos empleos, contextos y aprendizajes que emprende, en los que sufre en el contacto directo con gente común que nunca tuvo que tratar antes.

Blanchett, ganadora por esta actuación de más de veinte premios (Globo de Oro, BAFTA, Screen Actors Guild, Australian Film Institute, asociaciones de críticos de Boston, Chicago, Dallas, Florida, Londres, Los Angeles, New York, Phoenix, San Diego, San Francisco, Santa Barbara, la nacional estadounidense NSFC, entre otros) y probablemente del Oscar, hace gran trabajo de voz, complexión física, sensaciones y transmisión de energía. Logra que Jasmine viva un tránsito y una fuga permanentes, y no sólo en el inconsciente, porque su propósito muy claro es recuperar la comodidad y la seguridad con un nuevo novio y asumir que lo vivido sólo fue una pesadilla temporal. El encuentro de lo antiguo y lo actual resulta una mezcla imposible, que acaba de ensombrecer el pasado, paraliza el presente y amenaza la viabilidad del futuro.

Blue Jasmine, ¿salida en parejas?

Como es habitual en Woody Allen, la composición de los personajes es acertada en conjunto. La ligereza de Ginger (Sally Hawkins), la parquedad de Hal (Alec Baldwin), la tosquedad de Chili (Bobby Cannavale), la simpatía de Dwight (Peter Sarsgaard), la amargura de Augie (Andrew Dice Clay), entre otros, aportan un universo disímil, finalmente desquiciante para quien ha perdido el control de su propio ser.

Esta entrada fue modificada por última vez en 19 de febrero de 2014 15:35

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