“Un viaje de diez metros”: de Bombay con amor


Un viaje de diez metros es una de las películas más “a la antigua” que haya visto en mucho tiempo. No tiene violencia, no tiene sexo, no tiene lisuras. Es decir, no tiene muchos de los elementos que algunos considerarían que hacen divertido a un blockbuster. Pero habiendo visto la cinta, es evidente que eso es mentira.

Sí, se trata de una película inocentona, de tono casi de cuento de hadas y por momentos predecible, pero fueron precisamente estas cosas las que hicieron que la sienta refrescante, diferente. Después de haber pasado casi todo el invierno viendo blockbusters llenos de efectos especiales y peleas, ver “Un viaje de diez metros” fue como una suerte de descanso, un filme ‘bonito’ y divertido a pesar de tener bastantes fallas.

Un viaje de diez metros

La trama no es particularmente complicada. Nuestro protagonista es Hassan Kadam (Manish Dayal), un joven cocinero que se ve forzado a salir de India con su familia después de una tragedia. Eventualmente su padre (Om Puri) decide que se van a mudar a un pequeño pueblo llamado Saint-Antonin en Francia, en donde descubren un terreno vacío a la venta y abren un restaurante de su comida nativa llamado Maison Mumbai.

¿El problema? Justo frente a su nuevo local tienen un restaurante de lujo manejado por Madame Mallory (Helen Mirren), quien se niega a aceptar a sus nuevos competidores. Es de esta manera que comenzará una nueva rivalidad entre los dos restaurantes. Sin embargo, Kadam, un excelente cocinero que tendrá que adaptarse a su nueva vida y a una nueva cocina, tendrá (felizmente) la ayuda de una joven sous chef llamada Marguerite (Charlotte Le Bon).

Si después de haber leído el resumen de la trama ya sospechan hacia qué dirección irá la película… probablemente estén en lo correcto. No es nada que no hayamos visto antes, pero al menos está presentada de manera suficientemente atractiva. La fotografía es bella, por ejemplo, enseñándonos hermosos paisajes franceses, y mostrando todos los platos hechos por los personajes de manera amorosa y colorida. Después de todo, la comida es uno de los elementos más importantes del filme: los personajes (especialmente Hassam) se pasan buena parte de la cinta hablando sobre las sensaciones y aromas de la comida, y cómo esta puede traerte recuerdos. Si suena un poco cursi es porque lo es, pero en el contexto de la historia funciona.

Curiosamente, la mayoría (si es que no todo) del marketing de Un viaje de diez metros ha obviado el tercer acto del filme, y con justa razón, ya que se trata de su sección más débil. No quiero revelar demasiado sobre el final; sólo diré que se siente muy apurado, hay cambios en los protagonistas que simplemente no funcionan, y aunque la película definitivamente tiene un final feliz, no se siente “merecido”, especialmente en lo que se refiere a la historia de amor entre Hassam y Marguerite.

Porque, por si no lo habían sospechado, Un viaje de diez metros tiene elementos de romance. Después de todo, la cinta se desarrolla en Francia, tiene un par de protagonistas innegablemente atractivos, y romantiza la comida. ¿qué esperaban?

Lamentablemente, este aspecto del guión no se siente suficientemente desarrollado. Todo está bien durante los primeros dos actos de la película; Hassam y Marguerite pasan bastante tiempo juntos, se conocen, hay química. Pero es durante los últimos 40 minutos que suceden una serie de eventos que los separa y es aquí donde su romance deja de sentirse creíble.

Un viaje de diez metros

Curiosamente, este es uno de los aspectos menos cliché de la película, pero a la vez uno de los que yo si hubiera querido que se hayan mantenido predecibles. Se nota que Lasse Hallström (director) y Steven Knight (guionista) quisieron hacer algo diferente (ya que tenían en sus manos una historia bastante predecible), pero no les resultó. Eso, o fueron demasiado fieles a la novela (porque… ¡oh sorpresa! La película está basada en una novela, como casi la mitad de las películas que se estrenan hoy en día, al parecer), lo cual no siempre funciona.

Las actuaciones son muy buenas. Como Hassan, Manish Dayal tiene bastante carisma y una buena presencia frente a cámaras, y se ve creíble como un joven cocinero innegablemente talentoso. Además, y a pesar de que su relación no está particularmente bien desarrollada, tiene bastante química con la bella Charlotte LeBon (Marguerite), quien lamentablemente tiene un personaje algo plano, uno que hasta cierto punto hasta me pareció no era tan necesario en la historia.

Pero los que verdaderamente se roban la película son Om Puri (Kadam, el papá de Hassan) y Helen Mirren (Madame Mallory). El primero es muy carismático y chistoso, logrando crear un personaje memorable y tridimensional, mientras que la segunda, a pesar de utilizar un acento francés algo exagerado (pero a la vez efectivo) agarra un personaje potencialmente caricaturesco y lo hace creíble. Me gustó, además, un cuasi-romance implícito que se desarrolla entre los dos, el cual resultó ser más efectivo que el coqueteo entre los dos jóvenes súper-atractivos.

“Un viaje de diez metros” es graciosa, divertida, contiene momentos emocionales que funcionan, está bien actuada, tiene un gran dirección de fotografía y música muy bonita. Quizás hubiera sido mejor cambiarle los últimos 40 minutos o hacerla más corta. Sin embargo, y a pesar de todas las fallas que pueda tener, la pasé bien viendola. Es una película “limpia”, que pueda ser disfrutada por toda la familia y que, a pesar de ser predecible, te llega a atrapar con sus encantos. Si no sales de la sala de cine con ganas de visitar Francia y comer comida india, pues no logró engancharte tanto como a mí.

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