Crítica: «Magic Mike XXL» no decepciona, aunque el XXL le queda grande

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Cuando Steven Soderbergh y Channing Tatum estrenaron «Magic Mike» en el 2012, pocos anticiparon que se convertiría en un éxito de crítica y taquilla. La película, que era una mezcla de drama y comedia, contaba las desventuras de un grupo de cotizados strippers que luchaban internamente por superar sus problemas personales, mientras le mostraban sus mejores caras (y sus cuerpos desnudos) a chicas alegres.

Su intensa trama, basada libremente en el pasado ‘teibolero’ de Tatum, y sus destacables actuaciones (sobre todo la del villano personificado por Matthew McConaughey) convirtieron a «Magic Mike» en mucho más que un simple placer culpable femenino. Era una película con mucha alma y con un final tan bien trabajado, que la idea de una secuela sonaba demasiado forzada.

Con la confirmación de que Soderbergh no la dirigiría y que McConauguey había rechazado volver a interpretar a su personaje, las esperanzas de ver algo interesante eran casi nulas. Sin embargo, «Magic Mike XXL» no resulta ser un mal producto: es entretenida, maneja bien el fan-service (caleteos que no saturan), y mantiene una respetable tensión gracias al agradable aporte de actores como Joe Manganiello y Elizabeth Banks, aunque si nos ponemos sumamente estrictos, esta secuela deja mucho que desear en comparación a los niveles de narración alcanzados por la primera parte.

Magic Mike XXL sigue nuevamente a Mike (Channing Tatum), quien en continuidad con lo visto en la primera parte, se mantiene feliz lejos de la vida de stripper y no tiene planes cercanos de volver a calatearse. Un día recibe una llamada de Tarzán (Kevin Nash), uno de sus viejos amigos, quien tras reunirse con él, le propone poner fin a su carrera como bailarín en la Convención Nacional de Strippers. Mike acepta y el viejo grupo se reúne para montar un nuevo espectáculo. Camino al show, Mike y sus amigos realizan algunas actividades y visitas inesperadas que resultan muy útiles para enfrentar su pasado y aprender mucho más el uno del otro.

Sí, como leen, la trama parece bastante cliché, pero su plus es que, a diferencia de la primera parte, donde el stripper era presentado como una especie de emprendedor, esta vez el bailarín exótico es visto más como una divinidad, discurso que le permite al director realizar un mejor trabajo desde el lado espiritual de los personajes (o al menos hay un respetable intento por hacerlo).

Gregory Jacobs (Wind Chill, Criminal), eterno asistente de Steven Soderbergh, es quien está a cargo de la dirección de esta película. Desde el inicio, busca marcar diferencias con su maestro enfocándose mucho más en los personajes y en el ya mencionado lado espiritual que en los elementos narrativos que hicieron tan llamativa la primera parte: el factor dinero, las rivalidades profesionales, la competencia desleal, la búsqueda del bien común, etc.

Jacobs no ahonda lo suficiente en lo mencionado y prefiere trabajar con figuras basadas en arquetipos ya desgastados por otros realizadores: el grupo de personas que logra superar sus diferencias, forma un equipo, saca sus armas, y supera un desafío que necesitó del poder conjunto de todos los involucrados. Algo así como Los Vengadores, pero con tangas.

La fórmula funciona bien si consideramos únicamente lo que podría opinar su público objetivo, pero no brinda giros narrativos que puedan sorprender a la audiencia, sobre todo porque ese gran desafío al que se enfrentan los protagonistas no está ni se siente personificado en un villano que goce ser la contraparte moral de la trama, como sí ocurría con Matthew McConaughey en la cinta original.

Entre lo bueno que presenta «Magic Mike XXL» destaca lo cómodos que se sienten los protagonistas interpretando a sus personajes. Channing Tatum es realmente Mike, así que la naturalidad en los bailes no es problema para nadie. Otros que destacan son los ya mencionados Joe Manganiello, Elizabeth Banks y Kevin Nash, quienes brindan una saludable y muy necesaria cuota cómica. Danny Glover y Jada Pinkett-Smith, quienes interpretan a personajes nuevos, son los únicos que se sienten algo alejados del grupo, pues no se tienen muchos antecedentes con respecto a sus motivaciones, pero al final resulta secundario.

Lo que sí podría causar algo de decepción es lo desaprovechado que está Matt Bomer: su personaje no tiene la importancia que debería y él parece no molestarse por eso, lo cual es raro tomando en cuenta el nivel de su participación en la película original. Más allá de ese detalle, en cuestión de actuaciones, prácticamente no hay nada que reprocharle a la película.

Como sugerí antes, el público objetivo difícilmente se sentirá decepcionado, las escenas de los bailes están muy bien ejecutadas (incluso, rozan la excelencia), los personajes caen muy bien, pero lastimosamente el ‘XXL’ le queda un poco grande… tal vez, una talla menos hubiese calzado perfecto.

Carlos Caramantín

Comunicador Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Editor General de El Celuloide.

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