Tajo abierto. Un título bastante adecuado para resumir lo que le pasa a un país entero en dos palabras, a un país de Sudamérica, a un país como el nuestro.
Gabriela Concha es peruana, nació y creció en un campamento minero en Moquegua, al sur del Perú, el cual dejó a los 17 años. Estudió fotografía en Lima y vivió por un tiempo en Nueva York. Hace un par de años decidió volver al campamento, esta vez con una cámara en mano. El resultado es este, su primer largometraje documental que se encuentra en proceso de producción. No es uno que abarque la conocida problemática de la minería en el Perú, sino más bien una mirada íntima sobre la vida que llevan las mujeres en ese campamento minero.
Se trata de un estudio sobre lo que se conoce, pero no se dice en el Perú: es la fotografia de un rincón particularmente bien escondido en nuestro subconsciente cultural: la violencia simbólica hacia la mujer. Ejemplificado en una escenario bastante particular, por lejano y muy cercano al mismo tiempo.
Un lugar en medio de la nada, familias, un campamento. Hombres que trabajan para grandes empresas. Mujeres que esperan. Niños que saben, sin entender, de los secretos de los grandes. Atardeceres inexplicables, uno tras otro. Mujeres que toleran. ¿Por qué toleran? Calles limpias y tradiciones imaginadas. Rutinas, para no perder la ilación de los días. Arena y árboles perfectos en una armonía que incomoda. Hombres ausentes. Niños, hijos ausentes. Un lugar tácito al consciente de muchos peruanos usado como canal para contar una historia que, en realidad, todos conocemos.
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En lo personal, mi opinión respecto a la minería en general es negativa. Un campamento minero como el de Villa Cuajone, escenario del documental y cuna de Gabriela, es parte de la industria minera en el Perú y eso me hizo difícil escribir esta nota. Sin embargo, al conversar con Gabriela, comprendí que su largometraje es ajeno a cualquier propaganda y se concentra más bien en un aspecto de mucha urgencia para la realidad nacional: la violencia simbólica contra la mujer y sus determinantes. Las protagonistas principales son las mujeres y madres que viven en ese campamento minero, quienes en su mayoría llegaron allí siguiendo la premisa de darle un futuro mejor a sus hijos. Tal vez, sin calcular del todo el peso que tendría asumir esa vida a largo plazo. Esta es una de las constantes que cuestiona y explora “Tajo abierto”.
La iniciativa de Gabriela, al hacer este documental prácticamente sola, poniendo en juego la estabilidad de su familia y de muchas otras al lograr que las mujeres de ese campamento minero cuenten su historia, así como la interesante dicotomía que promete la película, al abrazar el discurso sobre el género, y al mismo tiempo ser muy cercana al mundo minero, nos lleva a invitarlos a apoyar este proyecto, sumándose a su campaña de crowdfounding. A continuación conversamos en extenso con la directora:
Gabriela, cuéntanos, ¿de qué trata “Tajo abierto”?
Es un documental sobre mujeres que han vivido más de 30 años en un campamento minero. El lugar parece prometer un estilo de vida ideal, pero el sentido de pertenencia al espacio se pierde fácilmente debido a su quietud y aislamiento. Vivir ahí es como vivir en una jaula de oro.
“Tajo abierto” también es una historia de mi relación con mi madre. En el documental intento acercarme más a ella y hablar con honestidad sobre nuestros problemas y diferencias. También conversamos de cómo nos afectó su crianza y la mía.
El documental se ha transformado mucho con el tiempo. Y ahora está pasando por una etapa crítica -en el buen sentido- porque estoy cuestionando las decisiones que he tomado durante el proceso de realización. Por ejemplo, al exponer mi deseo de sanar mi relación con mis padres, eso a su vez me ha hecho preguntarme hasta donde está bien llegar cuando filmo mis preguntas. Por ese motivo quiero también llegar a un público que se dedica al documental, o que trabaja temas similares con sus familias, para cuestionar la ética del artista y la enorme responsabilidad que uno debe cargar con sus proyectos personales. Qué significa, por ejemplo, “no traicionar el arte de uno”. Si al no traicionar mi arte voy a herir a alguien implicado en él, mi arte pierde todo valor para mí.
¿Para quiénes más haces este documental?
Me importa llegar a las familias que sufren las consecuencias de la violencia simbólica y no lo saben. Poner en perspectiva si queremos seguir viviendo bajo un mandato social de masculinidad. Confío en que el documental va a alentar a la sociedad a abrir un diálogo tan necesario sobre el tema del machismo y la equidad.
“Tajo abierto” también está hecho para sanar heridas familiares. Muchos construimos grandes muros que nos separan de nuestros padres, y viceversa, llenos de resentimiento o diferencias de opinión. Una vez derrumbados esos muros, muchas veces me he dado cuenta que los mantuve en pie para no sentir. El amor que siento por mis padres ahora es grande e inconmensurable, y eso claro que asusta, porque sabes que eventualmente alguno de nosotros va a dejar de estar aquí.
¿Qué tanto abarca el aspecto autobiográfico en tu documental?
No sé si el documental es del todo autobiográfico; creo que es una historia sobre mujeres y sobre resolver heridas familiares. Sin darme cuenta al principio, el documental fue un pretexto para acercarme nuevamente a mis padres y resolver nuestros conflictos, y finalmente eso terminó moldeando la historia. Sé que no hubiera podido regresar al campamento sin el proyecto en manos, lo cual me produce sentimientos encontrados, porque me pregunto: ¿Por qué es necesaria una cámara para sanar nuestras heridas? El documental funciona como un puente.
¿El título estaba definido desde un principio?
No estaba fijo desde un principio. Cuando empecé a ir seguido al campamento estaba encantada con las grietas que encontraba en los cerros, y no sabía bien porqué. Se me ocurrió, sin pensarlo tanto, filmarme saltando sobre una de ellas como quien intenta que el corte en el terreno se abra más. Recuerdo haber pensado: si esta parte del cerro se va a caer, que se caiga más rápido. Salté sobre la grieta muchas veces y en diferentes épocas del año, sabiendo que el gesto era inútil.
Un tiempo después tuve la oportunidad de ver la película “Del verbo amar” de Mary Jiménez. Es un documental autobiográfico de Mary y de su mamá. Si pueden conseguirlo, véanlo, es una belleza. En una parte de la película Mary visita la mina donde solía trabajar su papá. Ella dice: “Es curioso que llamen a este tipo de minería ‘a tajo abierto’, porque tajo significa herida”.
Cuando la escuché decir eso, pensé que ponerle el título del tipo de minería era perfecto por los significados que carga entre líneas. Vi que mi gesto de saltar era como una imitación de un sistema mayor que trabajaba la mina y yo, como aquel, también estaba irrumpiendo.
¿Cuáles son las columnas principales de tu documental?
La relación con mi madre: volver a conectar con ella, conocerla más allá de su rol materno que es el único que conozco y que aun siendo una parte hermosa de ella, no es su universo entero.
La culpa: La culpa en la maternidad, que se alimenta mucho por el juicio machista que ejercemos sobre nosotras. La culpa que siento como hija al haber juzgado a mi madre, muchas veces, bajo creencias machistas.
En el documental intento también acercarme más a mi padre. Ver cómo estos paradigmas de violencia a través del machismo lo han afectado incluso a él.
Me doy tambien licencia de hacer pequeños “actos”, como el salto sobre la grieta por ejemplo, que siento son actos sanadores. Son actos que cuando se me ocurren no los racionalizo, simplemente los hago con el cuerpo y el espacio.
Pasemos a temas de producción. ¿Con qué medios vienes realizando este documental?
Estoy grabándolo con una cámara réflex. Lo he avanzado sola hasta el momento y con pocos recursos. Empecé a filmar en el campamento hace aproximadamente tres años, yendo al principio cada dos meses y luego cada cuadro o seis meses inclusive. Me he tomado mi tiempo.
¿En qué etapa se encuentra el documental actualmente?
Tengo mucho material recopilado y una idea más clara de la dirección del documental, pero aun necesito visitar el campamento unas cuantas veces más para completarlo. Hasta el momento, sólo yo he trabajado en el documental manejando la cámara, el sonido y la edición. (A excepción del video de la campaña de crowdfunding, fue editado por una directora de cine en Nueva York). Más adelante, con la ayuda de la campaña, voy a poder contar con asesorías de personas en las que confío, y apoyo en la edición y posproducción de la película.
Viviste muchos años en ese campamento minero. ¿Cuándo te das cuenta de que el sacrificio de tu madre y de muchas mujeres que viven ahí es una de las tantas formas que puede tomar la violencia hacia la mujer?
Me di cuenta tarde, es decir hace pocos años. Cuando mi hermana y yo nos fuimos del campamento, mi madre tuvo que redefinir su identidad al tener que quedarse. Digo redefinir porque gran parte de su vida en el campamento fue dedicarla a sus hijas, a criarnos y darnos todo lo que necesitábamos. Fue difícil para ella quedarse en un lugar apartado con el síndrome del nido vacío, siendo tan joven.
Hace 32 años ella tuvo que renunciar a su carrera y sus metas personales para poder acomodarse a un lugar que seguía el modelo de crianza tradicional. Ella tomó esa decisión, hizo un sacrificio por la familia. Pero si nosotras ya no estábamos ahí, ¿qué sentido tenía quedarse en un lugar que no te permite crecer? Me di cuenta entonces que aun no siendo esta situación culpa de nadie, porque ella lo estaba decidiendo como muchas otras madres, sí hay cierto grado de responsabilidad en la sociedad al esperar ciertas determinaciones o conductas de una mujer y no otras: muchas veces explorar tus ambiciones te convierte en blanco de críticas si eso implica no dedicarte exclusivamente a la crianza de tus hijos, y eso no sucede con los hombres. Y de ellos también se esperan responsabilidades que no se esperan de las mujeres. La moral basada en un mandato de masculinidad afecta a todos.
¿Fue el análisis de una de las muchas manifestaciones de la violencia contra la mujer el objetivo principal de tu documental desde el principio?
Así es. Y ahora más bien, después de años de estar yendo al campamento, han surgido nuevas capas en el proyecto donde manifiesto mi preocupación por hacer un documental más participativo. Está naciendo un proyecto más complejo donde planteo algunas preguntas sobre la maternidad que pueden ser un poco controversiales. Ha crecido una urgencia en mí en exponer el ataque que recibimos cuando decidimos no asumir los roles que la sociedad nos impone. Todo esto se está planteando con mucho respeto, y por ello está surgiendo algo hermoso, lleno de coraje y de amor.
¿Dónde crees que empieza la violencia hacia la mujer?
La sociedad nos enseña a tenerle miedo a la feminidad. Le tenemos miedo porque es sinónimo de debilidad u homosexualidad para los homofóbicos. Sería interesante saber quién pensó que la feminidad era sinónimo de debilidad. Y también saber porqué la debilidad es vista como algo negativo.
No estoy segura, pero se me ocurre que el liderazgo de una mujer podría trabar los intereses de una sociedad basada en un mandato de masculinidad. (Sobre el concepto de “mandato de masculinidad” ha escrito mucho Rita Segato).
Se suele relacionar más la feminidad a lo espontáneo, a la libertad y a la emoción. La masculinidad se relaciona más a la racionalidad, al cálculo y al control. Curiosamente, el mundo está gobernado por hombres codiciosos y calculadores. Un ser humano sano, no lo es.
¿Crees que el Perú es un escenario particularmente propenso a la existencia de la violencia contra la mujer?
Definitivamente. La mayoría de mis amigas y yo hemos sido víctimas de violencia en la casa y en las calles. A mí me da miedo salir sola a caminar de noche, porque me pueden violar. Supongo que uno de los motivos de fondo en la violencia de género aquí es porque la mayoría de personas recibe una educación religiosa bastante misógina.
Hasta hace poco pensaba que la violencia de género era más propensa en países subdesarrollados. Pero eso no es necesariamente cierto. Países ricos, autosostenibles y con la mejor educación, como Finlandia por ejemplo, están entre los países que tienen el índice más alto de violencia de género.
El cine es otra plataforma que se puede prestar para ejercer un tipo de violencia hacia la mujer. ¿Qué opinas al respecto?
Lamentablemente la industria cinematográfica, la mayoría de las veces, ha retratado a la mujer con estereotipos unilaterales. El personaje femenino en una película muchas veces termina siendo “la chica”, es decir “el otro”, y no hay un esfuerzo por mostrar nuestra complejidad. Siento una pena profunda por el desconocimiento que se tiene y la enorme responsabilidad que cargan esos realizadores al retratarnos así ante jóvenes que absorben esos estereotipos como una verdad. El cine influye enormemente en lo que pensamos del mundo. Es importante que haya más apoyo a mujeres cineastas, porque ellas no caen en ese juego.
¿Qué piensas sobre el rol de la minería en el Perú en general, y en comunidades y pueblos como en el caso de tu documental, en particular?
Tengo una familia directamente relacionada con la minería; mi posición personal prefiero reservármela dado que pertenezco a esa estructura, a esa entidad que me creó de una manera. Lo que sí puedo decirte es que creo que es importante preguntarnos si son estas las estructuras reales por las que queremos vivir.
Hay proyectos valiosos sobre el rol de la minería en el país que admiro y respeto, pero el tema que a mí me interesa trabajar, y que ha sido desde un principio una iniciativa personal, es de las mujeres que viven en el campamento. Ellas son las protagonistas de esta historia.
Y para terminar, ¿quién es Gabriela Concha?
Esta pregunta me pone nerviosa. Este año cumplo 30 años y aun no sé responderla. Lo que puedo decirte es que actualmente estoy pasando por una etapa creativa muy intensa. Soy fotógrafa de profesión. En mis proyectos anteriores siempre ha primado trabajar con una idea ya resuelta. Eso era fácil para mí porque pensaba que así no corría el riesgo de decepcionarme de mí misma. Hace algunos años, sin embargo, decidí acercarme al medio de la fotografía de una forma diferente, combinándola con video y escritura de una forma más intuitiva, y así surgió el proyecto “Tajo abierto”. Creo que esta decisión me ha cambiado para siempre. Estoy abrazando una nueva forma de ver el arte, y a la vez, la forma de vivir mi vida en general.
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