“Liberté” de Albert Serra: La poesía de la sexualidad sin prohibiciones


Liberté es la más reciente película del catalán Albert Serra, uno de los realizadores más relevantes de la actualidad, director de filmes como “La muerte de Luis XIV”, “Historia de mi muerte”, “El canto de los pájaros” y “Honor de cavalleria”. 

Esta nueva película de época sigue a unos hombres libertinos expulsados de la corte de Luis XVI mientras buscan refugio en un bosque de Alemania. Ellos debaten cómo mantener sus prácticas sexuales en estas condiciones y  optan por invitar a aventureros, algunos de ellos con altos rangos de la sociedad de la época, a realizar lo que ahora es conocido como “cruising” (mantener relaciones sexuales en espacios públicos), despertando así los impulsos más primitivos de los participantes. Serra nos mostrará así esa otra cara del ser humano, la que normalmente es censurada o escondida bajo las sábanas.

La historia sigue a los personajes en sus silencios, observándolos desde lejos y desde muy cerca. Como espectadores nos sitúan al lado de ellos y escuchando las conversaciones privadas que mantienen entre sí, hablan de a quiénes se follarán y las más profundas fantasías que tendrían con ellos y ellas. No hay tabúes dentro de los relatos e inclusive los que tienen mayor rango social tienden a tener las fantasías más crueles y retorcidas.  

Conforme va anocheciendo, el bosque en el que están situados los personajes se vuelve el teatro en el que actuarán. La iluminación sutil de la luna aporta en ello, la luz se trabaja con los claroscuros en los rostros de personajes curiosos y luces difusas que en un comienzo no nos permiten ver la acción pero que poco a poco van dejando descubrir a estos “actores” en acción. Estamos viendo algo que no se supone que podamos ver y nos lo dejan claro.

Los espectadores no estamos solo en este descubrimiento o fisgoneo, nos acompañan otros  curiosos que se acercan a participar del cruising o a tocarse mientras miran a otros hacerlo. Los fetiches pasan de ser narrativos a mostrarse en escena, al menos aquellos que no son extremadamente crueles y no hay barreras para ello. El límite es la muerte y Serra se asegura de que lo sepamos.

Algunos de los encuentros sexuales se llevan a cabo en unas cápsulas de carruajes del Siglo XVIII estacionadas o abandonadas, que cumplen el rol de confesionarios de deseos.

Los gestores de esta iniciativa hablan con los altos mandos de la época, duques y trabajadores de las cortes reales, que están interesados en participar y les dejan claras las bases de los intercambios sexuales de los que tomarán parte, también escuchan con detenimiento los gustos de sus clientes y a pesar de que no los limitarán en ello, hacen pequeñas sugerencias.

Albert Serra nos obliga a  cambiar constantemente de perspectiva, somos los que miran a los que se masturban mientras ellos miran a su vez a los que son sodomizados, pero también estamos al lado de los sodomizados mirando a sus parejas de la noche y también estamos con los que dirigen este acto rebelde de pura libertad sexual.

La película juega mucho con ello, el protagonista es el deseo, de manera que el punto de vista cambia constantemente y esto causa cierta confusión en el espectador que va a ir donde el deseo se encuentre, y como este se mueve entre varios momentos y espacios durante la noche, eso es lo que estaremos presenciando.

Hay una escena que trajo muchos comentarios al momento de su estreno en el festival de Cannes del 2019, en el que se realiza un “golden shower” a uno de los personajes, y es precisamente la crudeza de esta escena donde podemos comprobar la maestría de Albert Serra. La cámara no teme ni se aleja, mira toda la acción, no hay cortes y así comparte el éxtasis por el que pasa el personaje. En ella podemos concluir muy bien el espíritu de la obra.

Es muy interesante cómo el bosque cobra forma dentro de la historia. Los personajes están trepados en los árboles y algunos amarrados a ellos mientras sus parejas hacen sus fantasías realidad. Esto nos lleva a una reflexión sobre cómo la “naturaleza” -en el sentido de las fantasías sexuales de los seres humanos- está llegando a la naturaleza misma de un bosque, es mostrar al ser humano regresando a sus orígenes sin los límites de la sociedad e imponiéndose sobre ellos, al igual que un bosque salvaje que aún no es descubierto por la sociedad, aún no lo llenan de cemento o lo talan. Es un bosque salvaje dejándose ser, así como la naturaleza de los personajes involucrados en un cruising situado hace tres siglos.

“Liberté” es una ficción que se aleja mucho de la manera tradicional en la que vemos retratar el siglo XVIII en el cine convencional. No hay damiselas en peligro o grandes caballeros luchando guerras o en castillos, y es justo alejándose de estos espacios donde brilla Serra. No es coincidencia que su filmografía siempre retrate siglos pasados y, con la crudeza que lo caracteriza, nos termine por dar algo muy sincero. Serra decide hablar de la sexualidad con desenfreno y lo hace de la mejor forma que sabe y aquello, a pesar de estar tan alejado del presente, resuena mucho con la sociedad actual.

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