[Entrevista] Elena Duque, cineasta y tallerista del festival MUTA


Elena Duque es una de las invitadas principales del Festival Internacional de Apropiación Audiovisual MUTA que se viene desarrollando en estos días, ella desarrolla el taller Cine-Zine, una suerte de híbrido entre obra cinematográfica y fanzine en papel. Elena también es cineasta, ha desplegado su carrera en el cine experimental a través de varios cortometrajes de animación que han participado de festivales y muestras. De hecho, el festival MUTA presenta un foco de su obra compuesta por nueve cortometrajes. También se puede observar parte de su trabajo en su canal de Vimeo.

Para conocer más de ella, de sus motivaciones a la hora de crear, de su trabajo docente y su balance del cine experimental en el momento actual le hicimos una entrevista que presentamos a continuación:

Elena, sabemos que eres muy activa en la programación de festivales y publicaciones especializadas, ¿puedes contarnos un poco de esta faceta tuya?

La verdad es que ambas cosas empezaron por casualidad. En mis primeros años de universidad hacía fanzines con amigas y amigos: creo que eso me dio un contexto para empezar a escribir sobre las cosas que me interesaban con un tono personal y libre. Escribíamos sobre cine, música, arte, cualquier tema valía, y de ahí viene la vocación de reflexionar sobre algo y analizarlo escribiendo, y también la de querer compartir con la gente cosas que considerábamos dignas de verse u oírse. Creo que esto último es la base del trabajo de programación: querer compartir y difundir. Como programadora empecé también por azar, organizando un ciclo para el primer Ladyfest de España, y más adelante las labores de escritura en el marco de festivales de cine (empecé a trabajar en festivales a raíz de otros trabajos de escritura en periódicos y revistas, que a su vez surgieron de escribir en fanzines) me fueron llevando hacia la programación. Desde entonces, mi trabajo en esos campos está muy enfocado al cine experimental y de animación. Ahora mismo ejerzo de programadora en (S8) Mostra de Cinema Periférico en A Coruña (he editado algunos fanzines y un libro para este festival, sobre varios cineastas y temas), y en el Festival de Cine de Sevilla, además de preparar ciclos y focos para otros festivales e instituciones. En realidad esas dos cosas son las bases de mi subsistencia, junto con la docencia a partir de este año.

Como cineasta sueles experimentar con técnicas como el stop motion y tus películas suelen apuntar más a generar sensaciones que a buscar la narración. ¿Es así? ¿Cómo definirías tu trabajo?

Sí, así es. Desde muy pronto supe que quería dedicarme al cine, pero fue al descubrir el cine experimental cuando realmente vi la manera en la que quería hacer películas (no solo por lo que apuntas, sino también por la posibilidad de crear de manera personal y solitaria, más como quien pinta o escribe). Creo que mi imaginación funciona más en términos plásticos y de asociación que en términos de articular historias. Definiría mis películas como miniaturas o estudios en torno a lugares y recuerdos, en las que muchas veces uso el recurso de la animación, que nos brinda la posibilidad de ver cosas que de otra manera no sería posible ver. Creo que en todo caso lo que hago pasa más por la emoción que por el raciocinio, y por lo general las películas parten de imágenes que me encuentro (en mi vida cotidiana o en los libros y papeles que uso para los collages, por ejemplo) y en las sensaciones que me provocan.

Siendo como eres migrante, mitad latinoamericana y mitad española, ¿esta condición se traslada a tu trabajo? ¿O son otros los temas que te inspiran?

Pues yo pienso que está en la base de todo lo que hago. Mi madre es española y mi padre venezolano, y yo me vine a España a los 16 años. De manera que desde siempre he tenido mucha consciencia de los lugares que me rodean desde cierta añoranza a otros que están muy lejos, y esto me pasa tanto en una orilla como en otra. Se puede decir que nací migrante. Luego mi propia historia personal me ha llevado de un sitio a otro, de modo que el sentido de pertenencia (su presencia y ausencia simultánea) es algo que tengo muy presente. Venezuela, además, ha cambiado mucho en los últimos años, tanto que ha habido un enorme éxodo de venezolanos a países como España y Perú, justamente (tengo familiares viviendo en Lima). Yo hace muchos años que no vuelvo a Venezuela, mi familia cercana está aquí, y creo que todo eso deja una huella en lo que soy y en lo que hago. Además de la mezcla de colores y texturas de las dos culturas: el universo tropical y andino de Venezuela y la melancolía y la profundidad del norte de España (de donde procede mi familia de aquí).

¿Cuál crees que es el espacio y el rol del cine experimental, como el que tú haces, en el panorama contemporáneo del audiovisual?

Creo que el cine experimental, no solo ahora sino siempre, está en la base del progreso formal de todo el cine. Históricamente el cine narrativo y comercial ha ido incorporando giros y modos de hacer que derivan de lo experimental, o al menos de formas de proceder experimentales. He visto en los últimos años un creciente interés por este tipo de cine, en parte imagino que por los festivales y centros que han ido surgiendo, y también por las posibilidades de acceder a muchos contenidos online. Yo no supe que existía el cine experimental hasta que tuve ocasión de asistir a una proyección que me abrió ese mundo, y a casi todas las que nos dedicamos a esto les pasó lo mismo. Como espectadora soy muy abierta y me interesan todas las formas posibles de cine, con lo cual no creo que haya una jerarquía a la hora de hablar de tipos de cine, o que el experimental deba ocupar necesariamente el rol de lo underground, por minoritario que sea. Todo debería poder convivir y tener su espacio y su momento. Entonces, respondiendo de manera más directa a la pregunta, creo que el espacio y el rol del cine experimental en el panorama contemporáneo audiovisual es que simplemente forma parte de él, como otro vital elemento de un ecosistema vastísimo y heterogéneo.

Nos llama mucho la atención el taller que estás dictando en MUTA, acerca de hacer cine-zine, hacer cine en papel. ¿Puedes darnos más luces al respecto?

Este taller surge de la colaboración intermitente que tengo con mi querida y admirada Gloria Vilches, programadora, cineasta, collagista y editora, entre muchas otras cosas. Hace años armamos juntas un ciclo sobre collage animado, y hace unos años hicimos una exposición llamada «El cine en papel», en la que poníamos en relación un grupo de películas con los diagramas preparatorios o posteriores que sus creadores habían confeccionado para hacerlas, pues algunos son auténticas obras de arte. A ambas nos interesa mucho el collage y los fanzines, y Gloria ha editado cosas como su colección de postales «Cine quieto», con fotogramas de películas impresos. Hablando sobre qué hacer para el curso de MUTA, pensamos en esta idea de taller teórico-práctico para hacer fanzines que evoquen a la idea del cine, pero no desde la escritura o la crítica, sino intentando trasladar la idea de secuencialidad y montaje, bases del cine, a una publicación. Hemos propuesto dos ejercicios a los alumnos, y en la primera clase hablamos de referentes que van desde las fotonovelas de películas a los flipbooks, pasando por las partituras, los sketchbooks de cineastas, el cine expandido en papel… En fin, es un universo inagotable que nos gustaría seguir explorando, y que se puede resumir en la idea de hacer una película en papel.

A partir de experiencias como el MUTA en Perú, es probable que muchos jóvenes quieran iniciarse en el experimental. ¿Qué les dirías para animarlos, por dónde deberían empezar?

Yo creo que la base para empezar a hacer cine está en ver cine, en informarse, en encontrar la manera de hacer películas que se adecue a cada una. Para mí, como decía, fue muy importante enterarme de que se podía hacer una película sin grandes equipos de rodaje, con lo que una tuviese a mano. Aquí no puedo más que seguir difundiendo la idea que me cambió la vida, que es el D.I.Y. o «hazlo tú misma»: consiste en hacer cosas con lo que se tenga a mano, y descubrir por el camino como hacerlas. Así hacía (y sigo haciendo) mis fanzines hace años, y así empecé y sigo haciendo mis películas. No importa si uno tiene un teléfono móvil, una cámara digital o una Bolex de 16mm: lo importante es tener ideas, porque en el mundo en el que vivimos, además, el hacer películas está al alcance de casi todo el mundo. En ese sentido el cine experimental es muy inspirador y libre, pues no hay reglas ni manuales de estilo.


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