Festival de Toronto: Fogo-fátuo (2022), de João Pedro Rodrigues

fogo fatuo

Es el año 2069. Se asumiría como un año al azar, pero viniendo la referencia de João Pedro Rodrigues ese número ya se convierte en algo sugerente. Entonces, decíamos que era el 2069. Un rey se encuentra en su lecho de muerte. Mientras que fuera de su habitación sus súbditos programan la cobertura de prensa de su próxima muerte y especulan la repartición de sus bienes, dentro del cuarto un pequeño, tal vez uno de sus próximos herederos al trono, le recuerda al anciano una canción que revivió sus tiempos de juventud para cuando se le metió el bicho de querer ser bombero. Fogo-fátuo (Will-o’-the-Wisp, 2022) transita por la comedia satírica, el musical y la fantasía queer —este último un tópico básico en la filmografía del portugués— para crear un panorama sobre el conflicto de identidad que posiblemente muchos portugueses cargan. Afonso (André Cabral) es el protagonista de esta historia. Lo vemos muriendo, pero comenzamos a conocerlo en su juventud, por entonces, aspirante a heredero de la corona, aunque desapegado de las banalidades e incongruencias que expide su mundano e irreflexivo linaje. El solo hecho de querer aventurarse a un oficio como servidor público ya lo describe como un transgresor, aunque no necesariamente un emancipado de su círculo.

Pedro Rodrigues parece inspirarse de comedias enlatadas de Hollywood sobre príncipes codeándose con el pueblo para generar urticarias a sus mayores. Lo cierto es que este no es un reconocimiento social o intercambio ideológico, es más bien un acercamiento físico-sexual. El compromiso hacia la defensa de la naturaleza azotada por el calentamiento global que en principio atrajo al mozuelo se despista para luego prestar más interés a los cuerpos de los bomberos, sobre cómo sus corporalidades son medio de revolución contra su estirpe y de paso son fuente de alegoría artística —interesante forma de ver qué tan homoerótica es la cultura occidental—. Pier Paolo Pasolini diría: “Afonso ha dejado de ser burgués para ser un inconformista, y no hay nada mejor que la homosexualidad para empezar a explorar ese terreno”. Entonces toma por amante a no cualquiera, sino a alguien de una “raza” distinta. Fogo-fátuo, como toda película de Pasolini, le propone la guerra ideológica a esa comunidad que ha descompuesto la identidad nacional y para ello le siembra una serie de provocaciones. No hay duda de que João Pedro Rodrigues no tiene delicadeza para restregarle a la herencia colonialista sus represiones y negligencias, y de paso le sigue abriendo camino y diversidad de expresión a su universo homoerótico.


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