Escrita y dirigida por Sebastián García García ‘Vientosalvaje’, «Acuérdate de mí» (2022) trata la historia de amor de dos universitarios limeños de la llamada generación del Bicentenario que pertenecen a clases sociales distintas. Xavier Miró es hijo de un abogado acomodado y estudia la profesión de su autoritario padre en la Universidad de Lima, aunque su verdadera vocación es el cine. Soledad Quispe vive con sus abuelos de credo cristiano en Los Olivos, estudia en San Marcos y sueña con ganar una beca como bailarina de ballet en Cuba. 

La película se cuenta desde los recuerdos y reflexiones de Xavier (Alec Chaparro) de su relación con Soledad (Liz Navarro). De cómo se conocieron, se enamoraron, y enfrentaron al racismo y conservadurismo de sus familias que querían separarlos, hasta que una revelación puso a prueba ese amor. Hay un evidente sentimiento evocador y nostálgico en su narración. 

El romance interdistrital se acrecienta a la velocidad con la que la pareja comparte mensajes de texto, transcurre en lugares reconocibles de ambas universidades –como el puente peatonal de Javier Prado o el Bosque de Letras sanmarquino– y en plazas, parques y a la orilla del mar con apacibles puestas de sol como telón de fondo. La puesta en escena muestra una urbe fotogénica que la cámara repasa y sobrevuela en varios momentos desde un dron.

Los problemas de la película empiezan con el perfil de los personajes. Un varón acartonado en expresar sus sentimientos, a quien (al parecer) le han doblado la voz, y su contraparte femenina que intenta hacer creíble la química entre los dos con naturalidad o algún gesto espontáneo. La dirección les limita a recitar las líneas de un guion de telenovela que insiste en machacar el tema de las diferencias, sin ir más allá del discurso o de representarlo a cabalidad desde la subjetividad de los personajes o de las circunstancias que los definen como sujetos sociales. 

Si bien en algún momento se habla de política y Soledad lleva a su pareja a una marcha anticorrupción en la plaza San Martín, para sacarlo de su burbuja de prejuicios y privilegios, esto solo es una anécdota dentro de un rosario de situaciones cursis y forzadas que rozan los estereotipos e intentan ganarse al espectador con dosis de sentimentalismo exagerado más un cierre predecible y aleccionador.

Bajo los acordes inmisericordes del Claro de Luna de Debussy y calcando el patrón de melodramas hollywoodenses como «Love Story» (Arthur Hiller, 1970), «Acuérdate de mí» peca de superficial e ingenua en su acercamiento a los dilemas del amor juvenil y en cómo las nuevas generaciones toman conciencia de su realidad en la Lima de hoy.