[Festival de Sundance] Fairyland – Other People’s Children


Siguiendo mi cobertura del Festival de Sundance 2023, comparto mis críticas de Fairyland y Other People’s Children, dos películas que retratan la paternidad y la maternidad, respectivamente.

Fairyland (EE. UU., 2023)

Esta adaptación de las memorias de la escritora Alysia Abbot Fairyland: A Memoir of My Father, narra la relación entrañable, pero también tensa y dolorosa, de un padre gay y su hija, a lo largo de los años 70 y 80, cuando ambos se enfrentan a cambios profundos en su vida personal y también en la sociedad estadounidense.

En la primera mitad de la película, Steve (Scoot McNairy) se instala en San Francisco junto a su pequeña hija Alysia (Nessa Dougherty) luego de que su esposa muere en un trágico accidente. Mientras Steve intenta adaptarse al reto de criar solo a una niña, también explora el hecho de vivir fuera del closet, sin miedo a los prejuicios ajenos. Luego, en la segunda parte, Alysia ya es una adolescente (Emilia Jones), que no está del todo satisfecha con la excesiva independencia que le ha dado su padre y busca abrir sus alas lejos de él, mudándose a París.

El fotógrafo convertido en cineasta Andrew Durham evidencia en su primer largometraje una gran sensibilidad para retratar los complejos altibajos de una relación padre-hija marcada por un amor incondicional, pero también por tragedias y reproches que se maceran durante años. Asimismo, retrata cómo la letal propagación del sida fue un asesino silencioso para la comunidad gay de San Francisco en la década de 1980, ante la indiferencia de las autoridades.

A pesar de que algunos diálogos tienden ocasionalmente a subrayar o reiterar ciertas emociones de los personajes, Fairyland logra conmover sin caer en golpes bajos, a través de miradas y gestos sutiles que muestran cómo se construye la complicidad entre sus protagonistas y gracias a la notable actuación de Scoot McNairy, que transita de la calidez y el entusiasmo inicial a un registro más melancólico e inevitablemente devastador en su última escena.

Other People’s Children (Les enfants des autres, Francia, 2022)

En su quinto largometraje, la directora Rebecca Zlotowski (Grand Central, Una chica fácil) aborda con suma delicadeza y un humor elegante distintos dilemas relacionados a la maternidad, desde la perspectiva de Rachel (Virginie Efira), una mujer de 40 años que aún no ha tenido hijos, pero que al iniciar una nueva relación sentimental evalúa la posibilidad de quedar embarazada al mismo tiempo que se encariña con la pequeña hija de su novio Ali (Roschdy Zem).

El guion de Zlotowski entrelaza con destreza la evolución del romance adulto de Rachel y Ali con los inevitables conflictos que acechan en el trayecto: los deseos de Rachel de ser madre en un momento en el que su reloj biológico presiona con más fuerza las manecillas, la necesidad de acomodar sus horarios a las actividades de Ali y su hija Leïla (Callie Ferreira-Goncalves) y la sensación de ser un personaje secundario en la vida de ellos cada vez que aparece en escena Alice (Chiara Mastroianni), la madre de Leïla.

En la tradición de otros grandes maestros del cine francés, como Éric Rohmer o, más recientemente Emmanuel Mouret, Rebecca Zlotowski analiza las relaciones sentimentales con inteligencia y ese humor que llega siempre en el momento preciso para crear un contrapeso a la tensión. En Other People’s Children, desde su mirada femenina, la directora nos muestra el punto de vista de una mujer que se rehúsa a ser víctima de las circunstancias o a ser un adorno en la vida de las personas que ama.

En el rol de Rachel, la sensacional Virginie Efira (Benedetta) compone con dulzura y perspicacia el vibrante retrato de una mujer aparentemente feliz y realizada que se cuestiona si la maternidad es para ella o no, si ha llegado la hora de tener un hijo propio, si es suficiente ser la madre sustituta de la hija de su pareja o si en su rol de profesora puede ser una figura materna para sus alumnos y guiarlos hacia un futuro mejor. A Zlotowski no le interesa sentenciar que haya una sola respuesta correcta, sino que propone la reflexión de cómo muchas mujeres pueden asumir el rol de madre, sin que necesariamente haya un lazo sanguíneo.


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