«The Whale» (2022) : El peso de la paternidad

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Más allá de lo divididas que resultan las opiniones y críticas alrededor de la película más reciente de Darren Aronofsky, es evidente que el regreso protagónico del actor Brendan Fraser fue capaz de conquistar el corazón de un público que extrañaba verlo en la pantalla grande tras una serie de lamentables controversias. Por lo que, habiéndose consagrado ya con un premio Oscar y una campaña en redes sociales a su nombre, podría argumentarse que el filme se sostiene mayoritariamente en quien asume el rol protagonista, siendo esta una afirmación a medias considerando la calidad de los elementos técnicos aún con sus tropiezos narrativos.

En lo que respecta a la propuesta, más allá de la historia de un hombre con obesidad mórbida en sus últimos días de vida, The Whale es una película que se construye alrededor de diferentes relaciones sociales, familiares y amorosas en una muestra extrañamente optimista de lo que representa sacrificarse por lo demás. Es aquí donde la complejidad de Charlie (Brendan Fraser) entra en escena pues, luego de seguirlo durante todo el filme en una serie de escenas llenas de miseria y autodesprecio, sigue siendo capaz de amar y convencerse de que dejarse morir es mucho más significativo que una simple muestra de odio propio. Estamos ante un personaje que no tiene nada para sí mismo pero que, cuando se trata de los demás, es capaz de darlo todo, hecho que se mimetiza claramente en el pájaro que alimenta a diario. Por su parte, Brendan Fraser demuestra tener la suficiente capacidad para interpretar al personaje, logrando una caracterización dolorosa y vulnerable que se mantiene consistente a lo largo de la cinta.

Sin embargo, un protagonista como este requiere de personajes secundarios capaces de crear dinámicas lo suficientemente profundas que logren mantener el interés en descubrir más acerca de él, siendo este un caso generalmente decepcionante. Claro está que el personaje de Liz, interpretado por una Hong Chau capaz de personificar el gran despliegue emocional de este a lo largo del guion, posee un trasfondo suficientemente dramático y relevante para justificar su papel como cuidadora de Charlie, formando así una amistad carismática en la que el sufrimiento de esta resulta en vano ante la firme decisión del protagonista por dejarse morir; una relación que dota a la película de escenas emocionales e interacciones memorables gracias a la química de ambos actores en pantalla. Para este punto, es necesario hablar del personaje que mueve el principal conflicto de la cinta, Ellie, cuyas motivaciones y arco dramático resultan inconsistentes debido a lo pobremente escrita que está.

Entrando en mayores detalles, el principal sentimiento que mueve a Ellie, la hija de Charlie, es el odio hacia su padre, el cual se justifica considerando que este la abandonó a los 8 años. No obstante, la manera como la película retrata esta relación es bastante plana, entrando incluso al tropo ya visto del adolescente rebelde al no haber mayor exploración de su vida actual más allá de muestras superficiales de su personalidad “oscura”, característica que llega a puntos exagerados al ser un personaje sin cualidades redimibles notables. Eso sí, su papel casi antagónico sirve para crear un interesante equilibrio de polos opuestos entre ella y su padre, siendo la principal motivación de Charlie el entregarlo todo para convencerla de que aún es capaz de volver a encontrarse en un mundo que parece haberla dejado de lado, todo esto en paralelo con un ensayo de Moby Dick que retrata perfectamente la difícil relación familiar que constituye la columna vertebral del filme.

En lo que respecta al apartado técnico y visual, resulta interesante la elección de la relación de aspecto, la cual compone un encuadre claustrofóbico que encapsula perfectamente la sensación de Charlie quien no solo está encerrado en su hogar, sino en su propio cuerpo. Agregar a esto como el desorden y la mugre del diseño de producción sirven para la creación de una atmósfera deprimente y moribunda dotada de realismo, siendo la banda sonora un factor que puede jugarle en contra al exagerar el peso dramático en ciertas escenas. Por su parte, la forma como la película juega con las luces y sombras para establecer el tono de las escenas es una técnica práctica que ayuda a la narración, constituyendo un recurso visual que dota de desarrollo orgánico a los hechos sin caer en la discordancia; aunque la narrativa hace su parte para provocar cierto desasosiego debido a inclusiones bastante inconsistentes en el guion. 

Con esto último hago énfasis en el personaje de Thomas, un misionero religioso que se ve introducido en la vida de Charlie de forma entrevista durante su última semana de vida y quien considera que lo que este necesita es reencontrar su camino espiritual para salvarse. No obstante, lo que termina ofreciendo es un conflicto aparentemente relevante que se resuelve de manera abrupta y conveniente tras una escena que desentona completamente con la propuesta de la cinta, básicamente una larga interacción con Ellie poco carismática e innecesaria. Por otro lado, incluso si es capaz de ofrecer escenas mucho mejor construidas e importantes que permiten entender el trasfondo del protagonista, es la ejecución del tema de lo religioso lo que termina por hundirlo. En sí, la exploración de este es demasiado vaga para las complejas ideas que la película desea abarcar, resultando en diálogos reiterativos que poco o nada tienen para aportar a lo ya expuesto previamente.

Para cerrar, puedo afirmar que nos encontramos ante una película con un apartado técnico bien logrado que destaca especialmente por el uso de efectos prácticos y prótesis para recrear el disfraz de la obesidad. Sin embargo, esto no es suficiente para salvar a la cinta de sus muchos tropiezos y decisiones narrativas más allá de las grandes interpretaciones que nos ofrece. Una historia extrañamente esperanzadora que logra mantenerse en la superficie incluso si pareciera hundirse en la mediocridad.

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