Festival de Lima: «About Dry Grasses» (2023), de Nuri Bilge Ceylan. La espera eterna

about dry grasses

Es mi teoría que las películas de Nuri Bilge Ceylan, quizás el cineasta turco más importante de los últimos años, no suelen ser sobre lo que se dice que son, o sobre lo que la audiencia cree a primera vista. Al finalizar Winter Sleep, titánica Palma de Oro en 2014, pensé genuinamente -y no creo ser el único- que el film era un devastador relato sobre un matrimonio caído en desgracia y los esfuerzos de ambos esposos por no dejarlo hecho pedazos, una suerte de drama psicológico en los páramos de la Capadocia. No pasó mucho hasta darme cuenta, y ayudó rever sus 198 minutos de metraje, que Ceylan, a partir de sus protagonistas, exhibía, con un ojo clínico y meticuloso, las tensiones de clase que permean a la sociedad turca contemporánea, los eternos conflictos entre ricos y pobres, la transgresión permanente de un código moral artificioso e irreal. Había pues, que ver más a fondo. 

About Dry Grasses dura un minuto menos que Winter Sleep, y, como su antecesora, sugiere una historia principal que funge como la excusa para un drama mucho más relevante en su núcleo. Creemos, a partir de las tribulaciones del personaje principal, que esta es la historia de la obsesión -bastante inquietante, por cierto- de un maestro rural por una de sus alumnas, que incita un drama moral que remece al pequeño pueblo de Anatolia en el que viven. Si miramos cuidadosamente, sin embargo, podemos notar que, en el fondo, Ceylan y sus coguionistas han preparado una alegoría sobre la distancia insalvable entre lo que se tiene y lo que se quiere, entre lo que uno es y a lo que uno aspira. Es un film sobre las frustraciones, la desesperanza y, ante todo, sobre la eterna espera. Los personajes esperan algo en concreto, pero no saben muy bien qué, y no saben si lo merecen, lo que los envuelve en un espiral de vergüenza y culpa, un espiral público y privado, que desata la tragedia. 

Pensemos en una de esas escenas de transición, que puede pasar desapercibida, pero que parece ser de las que más le gustan a Ceylan. Samet, profesor que espera regresar a Estambul lo antes que puede, se queda en silencio, como ido, mientras dos de sus colegas conversan animadamente sobre las vistas y alrededores del pueblo. Nuray es la profesora recién llegada, una mujer joven e idealista militante de izquierdas. Quien le comenta sobre el pueblo es Kenan, oriundo de allí, quien eligió la docencia por sobre un trabajo en el campo, y que parece suficientemente contento con su decisión. Quizás ninguno hubiese elegido estar allí de haber tenido otra, pero encuentran, en la idealización o la parsimonia, según sea el caso, alguna forma de escape. No es el caso de Samet, quien, desde el pequeño rincón que ha elegido para sí, decide alejarse del resto, construir una ficción de grandeza en su mente, repetirse constantemente que él no pertenece a ese pueblo por algún tipo de fin superior. Esta escena exhibe muy bien las intenciones de About Dry Grasses, dado que la desazón ante la injusticia y lo inevitable es percibida de formas muy distintas. Para unos, como Kenan u otros profesores, no tener control es un alivio. Pero, para Samet, cada segundo allí aumenta su condena, en una suerte de mala broma burocrática sobre la que Samet no tiene ningún tipo de control.  

Poco tiempo después, a Kenan y a Samet les acusan de acercamientos indebidos a sus estudiantes. Pensemos en cómo sus reacciones sugieren con amplitud el conflicto de ambos personajes. Kenan parece genuinamente preocupado por la injusticia detrás de su acusación, en una suerte de cruzada moral por limpiar su nombre y permitirse regresar a cierta posición de respeto. Samet, por otra parte, está más interesado en el juego político detrás, en la ira ante las acusaciones, en ajustar cuentas. Inicia su propia dictadura ficticia y unipersonal, constantemente atacando a sus alumnos y limitando sus acciones en clase. Humilla a Sevim, la estudiante estrella y potencial sospechosa de la denuncia, cada que puede. Manipula constantemente a Kenan y Nuray, aprovechándose de sus buenas intenciones. Lo inquietante de la fábula moral de Ceylan, eso que no se nos va ni en el cierre, es que en ningún momento se niega o se afirma que Samet es culpable, y al personaje tampoco le importa: lo que le duele no es la acusación en sí, sino que su favorita haya traicionado su confianza, que quizás, en el fondo, la única persona que cree su ficción de grandeza además de él ha decidido dejar de creerla. 

Ceylan convence una vez más con sus largas escenas, con la cámara casi siempre fija y ausencia de música, porque confía en el valor de sus palabras y la tragedia de lo cotidiano, por encima de un excesivo dramatismo, priorizando una suerte de punto medio entre cine convencional y teatro. Evita los cortes innecesarios y se preocupa por el antes y el después, no el suceso en sí, el cual igualmente narra con particular detenimiento. Los personajes se pasan mucho más tiempo discutiendo sobre las consecuencias de cierto fenómeno que sufriendo el fenómeno, al menos, según lo que prioriza la cámara. A Ceylan le queda tan larga su película porque los personajes siguen hablando más de lo que deberían, o más de lo que esperamos. En una de las mejores escenas, Samet y Nuray discuten sobre política, ideologías y moral. La escena funciona porque los personajes, por más que nunca dejan de defenderse, constantemente reconocen su vulnerabilidad, a partir de lo que confiesan, o de sus silencios. Ceylan la filma con planos medios, de torso para arriba, que permite suficiente movilidad para sus actores, pero suficiente intimidad en los rostros, los gestos, las dudas y las creencias.

En la mayoría de películas, una vez que el conflicto ha terminado, la cámara se movería hacia otra parte. Aquí la cámara se queda. Samet y Nuray se acercan mutuamente y, en un momento particularmente incómodo, ahogan sus penas en el otro. Se besan y hacen el amor. Luego, un plano medio que enfoca el muñón de Nuray, quien perdió su pie en un atentado terrorista. Es el tipo de vulnerabilidad que no suele enfocarse en el cine y que, en este caso, Samet explota para su beneficio. Por lo que describimos, entonces, parecería que Samet se villaniza constantemente en la historia. Y no es cierto. Lo notable de los protagonistas es que, a partir del exceso de diálogo y el efecto del tiempo, su destino es particularmente volátil, su personalidad se transforma contantemente, sus cimientos tambalean con facilidad. La mirada de Ceylan se basa en la observación fija y constante, a fin de hallar la pequeña grieta, la fisura en la ficción establecida por sus personajes y la concepción del mundo que les rodea. Los protagonistas constantemente se excusan ante los otros, intentan racionalizar su ira y sus conflictos, evaden las respuestas mediante la analogía. 

Me pareció particularmente sorpresivo que el premio a Mejor Actriz de Cannes haya ido para Merve Dizdar en el papel de Nuray, no tanto por la calidad de su performance (que es magnífica), sino porque eso implica que, en el proceso de deliberación, prefirieron a Dizdar por encima de Ece Bagci como Sevim, quien, si nos ponemos rigurosos, parece dar la mejor actuación (y por lejos) en About Dry Grasses. La actuación de Bagci es particularmente devastadora, porque su rol en el film, que bien podría ser apenas una excusa narrativa o un dispositivo simbólico, es humanización. Al igual que el resto de personajes, Sevim está en la constante liminalidad entre sus aspiraciones y los límites de su voluntad -y capacidades-, pero, a diferencia del resto, ella no sabe como excusarse, ella cree y confía en el resto. El film no idealiza su camino (dado que resalta los riesgos de su obsesión por Samet), pero sí reconoce su valor. Tiene sentido, entonces, que su rostro, en un conmovedor primer plano, con la nieve de fondo, sea de las últimas imágenes en el film. Es, como reconoce Samet, un rostro puro, limpio, pero, aun así, un rostro tullido, afectado por la tragedia. Y es ese conflicto, esa misma contradicción, el punto medular en el film, aquello que no parece resolverse, una tragedia que se repite constantemente, así como el clima que, luego de frío, deja al descubierto los pocos pastos secos. 


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *