Festival de Lima: “Todas las fuerzas” (2025), de Luciana Piantanida


El poder es sobrevivir

Lo invisible. Lo oculto. Incluso si las narrativas que la argentina Luciana Piantanida plasma en su segundo largometraje -una coproducción entre Argentina y Perú- son regulares en el contexto latinoamericano, es justo esa percepción del ciudadano privilegiado la que termina por olvidarlas, por relegarlas o ignorar su existencia. Así, desde la misión de Marlene por encontrar a su amiga desaparecida, la directora nos habla de brechas sociales ya estandarizadas, de indiferencia que se traduce en impotencia e injusticia, en el surgimiento de heroínas que luchan por una causa en común: la de sus iguales.

Considerando el contexto sociopolítico contemporáneo, hablar de migrantes y los conflictos que enfrentan no es solo relevante, sino una forma de responder a quienes dan la espalda a problemáticas humanas, a la supervivencia de otros. Marlene, interpretada por la actriz primeriza Celia Santos, quien deja el trabaja de empleada doméstica para sumergirse en el mundo de los trabajos nocturnos y la explotación laboral, es un personaje trágico desde la concepción, una mujer que busca respuestas en la oscuridad, a espaldas de la policía y de su propia jefa: Bertina (Andrea Garrote), quien la ha contratado para cuidar a su madre, anciana enferma, Teresa (Silvina Sabater).

El comentario social es claro en la simpleza del relato: causas que no resuenan en esa sociedad “blanca”, que buscan caminos fuera de lo establecido. Entonces la palabra héroe cobra un sentido más ficticio, Marlene y otras mujeres como ella poseen dones, poderes, la capacidad de mover objetos con la mente, hablar con las palomas o, en el caso de la protagonista, volar. En su valor metafórico, resulta sugerente que dichas habilidades no salgan al ojo público, como si estuvieran concebidas para la protección entre ellas, regalos de sus dioses en un mundo que suele dejarlas de lado. Hablamos de aptitudes que surgen en el olvido, que, incluso en su cualidad fantástica, permanecen en las sombras.

Sobre otros aspectos de la cinta, se valora la inclusión de Celia Santos en el rol protagónico, aunque ello no se traduzca en una actuación destacada. De pronto su interpretación se siente plana, como si su gesticulación e impronta vocal no llegará a transmitir la emoción que busca el filme. Lejos de ser un melodrama, la tensión y la tristeza se quedan en el papel. Conectar con la cinta o el personaje no es complicado, es notable su intención, pero mentiría si dijera que no me costó mantener el interés a pesar de las ideas y figuras antes explicadas. Propuesta potente pero de ejecución inconsistente.

Jugando con los géneros, la banda sonora refuerza el tono superheroico con sus metales y sintetizadores, es consciente en esta concepción de justicieros trágicos. Siguiendo esa línea, se recurre a la pantalla verde para las escenas de vuelo que, en su afán por ahorrar recursos, logran un momento íntimo con Marlene: el lente se pega a su rostro, su cuerpo, mientras la ciudad descansa como blur background a sus espaldas. Sin ser convincente, la espectacularidad se intercambia por la empatía y el encuentro, valores clave en el desarrollo de la cinta.

Entonces encuentro otro paralelo que refuerza lo planteado, ese entre Teresa, la madre enferma, y Eli, la amiga perdida. Aunque guarda vínculo sanguíneo con su hija, la anciana es encomendada a Marlene para su cuidado, para acompañarla hasta su muerte. Aunque Eli no guarda parentesco con Marlene, esta se esfuerza por encontrarla, con la esperanza de que siga viva. La ironía es dura pero evidente. La diferencia, ese sentido de comunidad que la ciudad misma ha extinguido, reside en la clase trabajadora. El filme no es idealista, no romantiza, mucho menos victimiza, solo muestra que, en medio de la crisis, sobrevivir es tarea de todos, pero la soledad se da en dos partes. Unas perecen lentamente en su cama; otras, en el piso de un hotel.

Correcta sin ser espectacular, la importancia de Todas las fuerzas (coproducida por el peruano Daniel Vega, de Maretazo Cine), va más allá de flujos narrativos torpes o interpretaciones irregulares, se alza en su llamado a la acción, a la apertura y el entender del otro. La ficción es una puerta a la realidad, que la justicia muchas veces no viene de arriba, que lo inhumano está a plena luz del día, que la oscuridad solo es excusa para quien vive sin ver. No por nada, rodeada de palomas, Marlene desaparece, pero su historia permanecerá. 


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