Pese al difícil momento que atraviesa el cine peruano debido a la precariedad económica, social y legal del país —y, en particular desde la aprobación este año de la Ley 32309, denominada “ley anticine”—, los festivales han continuado activándose en distintas regiones del territorio nacional. Con el paso de los años, se han consolidado como una actividad esencial no solo para la exhibición alternativa de películas, también como espacios de intercambio y formación de creadores, profesionales y aficionados del ámbito audiovisual.
Según el informe Memoria de los cines peruanos, 57 festivales se activaron en el último año en distintos lugares del país. La ejecución y sostenimiento de la mayoría de ellos ha sido posible gracias a los recursos económicos que, desde 2013, otorga por concurso público la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del Ministerio de Cultura, en materia de gestión cultural para el cine y el audiovisual.
Desde entonces, decenas de festivales y muestras —principalmente en regiones— han permitido acercar el cine peruano y de otras latitudes a nuevas audiencias, descentralizar la cultura y la formación audiovisual, y generar espacios de encuentro, reflexión y celebración en torno al séptimo arte.
También existen casos de festivales creados de manera autónoma, que apostaron por la autogestión y la colaboración conjunta con asociaciones, instituciones y empresas locales. Tal es el caso de dos interesantes iniciativas que aparecieron este año en el mapa cinematográfico nacional: el Festival de Cine de la Selva Central – FECISC, realizado el 24 y 25 de abril en La Merced, capital de la provincia de Chanchamayo, departamento de Junín; y el Festival de Cine de Pasco – 4 Reales, que tuvo lugar del 16 al 18 de mayo en Cerro de Pasco, capital del departamento de Pasco.

Ambos eventos tienen en común que su organización y dirección están a cargo de jóvenes comunicadores y estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión (UNDAC). Cabe señalar que la facultad funciona entre la ciudad universitaria de Cerro de Pasco y una filial en La Merced, lo que explica la relación entre este centro de estudios y las sedes de ambos festivales.
El primer paso para su creación se dio en el marco de una capacitación dirigida por el realizador y productor huanuqueño Elías Cabello Contreras, responsable del Festival de Cine de Huánuco – FENACI. En su “Taller de Cine de Bajo Presupuesto”, los participantes —entre ellos los futuros gestores del FECISC y 4 Reales— aprendieron a desarrollar producciones y proyectos con presupuestos ajustados, gestionar con eficiencia los recursos disponibles, y estimular la creatividad desde la producción independiente. El taller se convirtió así en semillero de estos nuevos festivales regionales, que se describen a continuación.
Festival de Cine de la Selva Central – FECISC
Bajo la dirección de Mónica Donayre Bazán, la primera edición del FECISC se llevó a cabo en el auditorio de la Municipalidad Provincial de Chanchamayo, con más de una decena de películas nacionales entre cortos y largometrajes, además de conversatorios y ponencias, todas con acceso libre al público. Antes de su lanzamiento, no existían espacios ni eventos que impulsaran el séptimo arte en esta provincia.
La programación incluyó los largometrajes Misión Kipi de Sonaly Tuesta, Un mundo para Julius de Rossana Díaz, El huaro de Patricia Wiesse, Historias de shipibos de Omar Forero, Pirú de Bismarck Rojas, y cortometrajes provenientes de Lima, Pasco, Huánuco y Arequipa. Cabe resaltar la participación de realizaciones de Chanchamayo: el documental El grito del Río Macho de Sandro Pimentel, y el corto animado Rikinaki de Sebastián Astete.

En la sección competitiva de cortos de la región Junín, el premio principal fue para Morenada (2022) de Hans Matos Cámac, historia de un esclavo afroperuano que enseña a un niño andino a danzar la Morenada para resistir los abusos de un hacendado criollo. La mención honrosa recayó en Ayllu (2024) de Jordi Santana Daza, sobre un niño quechua hablante que busca aprender a leer con la esperanza de reencontrar a su hermano.
Entre las actividades formativas se realizaron ponencias sobre apreciación cinematográfica y formalización de empresas audiovisuales, así como conversatorios con los actores Emanuel Soriano y Gerardo Zamora, y la directora Sonaly Tuesta, invitados del festival cuyas películas integraron la programación. Asistieron también realizadores de distintas regiones, y un nutrido público que incluyó a escolares invitados de colegios locales.

El FECISC fue organizado por la empresa audiovisual M&D, con el apoyo de la Municipalidad de Chanchamayo y la Facultad de Comunicación de la UNDAC, y el auspicio de más de veinte instituciones y marcas locales. Esta primera edición ha abierto un prometedor espacio para el cine en la selva central del país y, desde la gestión cultural, contribuye además a promover los atractivos turísticos y la apreciada producción cafetalera de la provincia.
Festival de Cine de Pasco – 4 Reales
La presencia del cinematógrafo en Cerro de Pasco se remonta a inicios del siglo XX, cuando los primeros cines eran puntos de encuentro para los trabajadores mineros y sus familias. Fueron célebres los cines Grau y Pasco hasta las décadas de 1980 y 1990, así como el Cine Popular, fundado en 1965 por Leopoldo Meza Rosales y Serafín Meza Sedano —locutores radiales conocidos como “Chelelo y Borolas”— junto a Angélica Sedano Oscátegui, cuya historia rescata Cines de video (2020), documental de Wari Gálvez Rivas sobre las salas cinematográficas de antaño en las regiones del país.
Desde el cierre de aquellas salas, Pasco carecía de espacios dedicados al séptimo arte. El Festival de Cine de Pasco – 4 Reales, dirigido por Joel Hermitaño Hermoza y la productora Pakinawi, tiene el propósito de revertir esta situación abriendo una ventana para el cine nacional e internacional, con énfasis en la producción audiovisual pasqueña. La iniciativa contó con apoyo de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Pasco, la UNDAC y el auspicio de instituciones y negocios locales. Se trata, además, del festival de cine con la mayor altitud geográfica del mundo, pues se realiza a 4,330 metros sobre el nivel del mar. Su nombre alude a una antigua moneda de plata de la época colonial que simboliza la historia y la riqueza minera de la región.

El festival tuvo como sedes el auditorio del colegio César Vallejo y las instalaciones de la UNDAC. La película inaugural fue La era olvidada de César Miranda, producción peruano-polaca filmada en el Bosque de Piedras de Huayllay, uno de los mayores atractivos turísticos de Pasco. La programación incluyó ocho largometrajes y veinte cortos nacionales, exhibidos por primera vez en la región.
Se proyectaron gratuitamente películas como La gringa y el músico de Roberto Pazos, Hogar de Jano Burmester, Pirú de Bismarck Rojas, Peso Gallo de Hans Matos, Compartespacios de Carmen Rojas, y Un mundo para Julius de Rossana Díaz, además de la colombiana Paisaje indeleble de Jaime Barrios Martínez.
Además, se otorgaron premios y menciones honrosas en dos secciones competitivas. En la categoría de cortometrajes pasqueños, los reconocimientos fueron para V/H/S de Jefferson Sánchez, ejercicio de subgénero de terror found footage, y Juan 8:32 de Roberto Capcha, microdrama con alusiones bíblicas.
En la categoría de cortometrajes universitarios a nivel nacional, los galardonados fueron Sasa Kuyay de Diego Rengifo Ríos (Huánuco), drama sobre una madre campesina que intenta salvar a su hijo de la muerte mediante rituales chamánicos; Frágil de Robert Torres (Puno), animación simbólica que alude a la represión del gobierno de Boluarte a las protestas ciudadanas de 2022 en el sur peruano; y Dios, mi vieja y el hormigón armado de Walter Fernando Yataco Briozo (Lima), relato documental sobre la crisis existencial de su director, dividido entre su carrera de ingeniero y su vocación artística.

Las actividades formativas incluyeron conversatorios transmitidos en vivo sobre animación, cine pasqueño, actuación, estímulos económicos, formación de públicos y mujeres en el cine. Además, se dictaron talleres gratuitos de producción, guion, actuación, dirección de fotografía, arte y apreciación cinematográfica.
Tanto el FECISC como el 4 Reales evidencian que, aun en un contexto adverso para nuestro cine, la vitalidad de las regiones sostiene y renueva el impulso cinematográfico del país. Estas valiosas iniciativas organizadas por jóvenes y agrupaciones locales amplían la red de festivales, son herramientas de identidad, educación y encuentro colectivo, y fortalecen la democratización real del audiovisual peruano que se proyecta a la ciudadanía desde estos espacios.
Disclosure: el autor de este artículo participó en ambos festivales como jurado y tallerista.
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