Semana del Cine Ulima: “Duse” (2025), una pasión incandescente


Mi primer contacto con la filmografía del cineasta italiano Pietro Marcello fue en 2019, cuando vi Martin Eden (2019). Recuerdo esa película por sentirse como una experiencia grandilocuente, marcada por una pasión desbordante y por la dureza de vivir con intensidad hasta el desgaste. En ella, la búsqueda de sentido parecía conducir a la nada, pero también a una plenitud momentánea. Por eso me pareció una obra fascinante. Aunque no seguí su carrera inmediatamente después, ahora he tenido la oportunidad de ver su nuevo largometraje, Duse (2025), que en muchos sentidos dialoga con aquella adaptación de Jack London. Sin embargo, en esta ocasión Marcello se inspira en una figura real: la actriz Eleonora Duse, un personaje que desconocía por completo, pero cuya presentación inicial me bastó para comprender el tipo de viaje emocional al que me enfrentaría.

Antes de sumergirse en la historia de la protagonista, Marcello abre la película con una secuencia impactante: imágenes bélicas, muñecos y soldados de juguete sobre un paisaje devastado, símbolo de la violencia que asolaba al mundo durante el auge del fascismo en Italia, en las primeras décadas del siglo XX. Ese prólogo resulta clave para entender la mirada de Duse sobre la realidad. Desde el inicio, el director la sitúa flotando en los cielos, como una presencia suspendida entre la vida y el arte, ignorando el mundo que yace debajo. Esa distancia entre lo terrenal y lo sublime define el tono del relato: un drama intenso, excesivo y profundamente trágico. Puedo comprender a quienes consideran la película desbordada o incluso agotadora, pero justamente en ese exceso reside su poder. Marcello retrata a una mujer consumida por su arte, atrapada en el límite entre la genialidad y la autodestrucción.

El contexto artístico también ocupa un lugar central. El filme nos muestra un teatro en crisis, desplazado por la aparición del cine, que ya comenzaba a consolidarse como el nuevo lenguaje dominante. Duse encarna esa necesidad de transformación, esa urgencia por renovar la escena teatral sin renunciar a su esencia. Aunque la confrontación entre teatro y cine podría haberse desarrollado con más profundidad, el interés de Marcello está en el viaje interior de su protagonista. Al inicio, se nos presenta como una figura casi divina, resucitada de su propio agotamiento, decidida a reinventar su arte. Pero a medida que avanza la historia, esa fuerza creativa se apaga. Su grandeza se convierte en locura, su fe en sí misma en delirio, y su búsqueda espiritual en una serie de decisiones erradas que la conducen a la ruina.

Marcello filma esa caída con un tono de tragedia clásica. La Duse que soñaba con crear una meca para el teatro termina sumida en la decadencia, presa de su ambición y de un entorno político hostil en donde cada paso que da parece alejarla más del ideal inicial. Su entrega al arte la lleva incluso a pactar con quienes representan el poder más corrupto, en un intento desesperado por sostener su visión. Es ahí donde el retrato de Pietro Marcello alcanza su punto más oscuro y revelador: el sueño colectivo que deviene en proyecto egoísta, la creación que se convierte en destrucción. El paralelismo con Martin Eden no es casual. Nuevamente aparece el mar, símbolo de lo desconocido y del impulso autodestructivo del artista. Allí, Duse se abandona al viaje sin saber si hay algo más allá, quizá solo vacío, pero también una forma de liberación.

Duse es una película difícil, excesiva y, a veces, exasperante, pero también profundamente humana. Comprendo a quienes la consideran agotadora, pero creo que en esa intensidad radica su grandeza. La interpretación de Valeria Bruni Tedeschi es imponente: encarna a una mujer que arde hasta consumirse, consciente de que su arte puede ser tanto una salvación como una condena. Marcello construye una épica trágica sobre una utopía artística que se corrompe al enfrentarse con la realidad. No es una obra para todos los públicos, pero sí una experiencia absorbente para quienes estén dispuestos a dejarse arrastrar por su exceso, por su furia creativa y por la amarga lucidez con la que observa un mundo donde los errores del pasado siguen repitiéndose.


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