El bien esquivo (2001)

El bien esquivo

El Bien Esquivo

Hace algunos meses se publicó una versión original en DVD de esta película, debidamente pirateada en Polvos. Vale la pena recordar esta obra que narra las penalidades de un mestizo por recuperar su heredad en el Perú del siglo XV y de su fugaz contacto sentimental con una joven monja escritora, ambos sometidos al poder de la autoridad política y eclesial de la época.

La película tiene una narración sólida, fluida y eficaz, un poco lastrada sin embargo por diálogos con giros que reproducen el lenguaje de la época, no siempre bien logrados; por ejemplo, en la secuencia inicial y en algunas conversaciones entre los clérigos (Araujo, Mateo y el obispo). Pese a ello, el buen manejo narrativo nos ayuda a superar los rasgos teatrales de algunas líneas. Y es que todo ha sido muy bien organizado para que la acción no recaiga tanto en los diálogos como en la acción y la imagen. El relato avanza con eficacia y al director le basta a veces con algún plano de detalle para resolver toda una situación y enganchar con la siguiente. Mientras que los interrogatorios que realiza Araujo a Inés y Jerónimo nos ofrecen momentos para descansar de la acción externa e internarnos en la reflexión y profundización ideológica de la época. Lo cual nos conduce a otra de las virtudes de esta cinta: el desarrollo de personajes complejos y creíbles, que escapan tanto del maniqueísmo como del acartonamiento, y nos ofrecen la visión de un mundo unidimensional, teocrático, donde el individuo carece casi totalmente de autonomía.

Pero quizás el más importante soporte audiovisual para este fin sea el notable trabajo de fotografía e iluminación. En particular, la iluminación fuertemente contrastada nos sugiere un mundo donde el bien y el mal están contrapuestos en términos absolutos; y en donde la luz está de lado del poder y la autoridad, mientras que la oscuridad en el de la trasgresión, la lucha por derechos de propiedad o la autorrealización. El poder de la Iglesia está remarcado por la luz sobreexpuesta que hace refulgir la cruz en el pecho de Araujo y que lo inviste de la autoridad absoluta de un sistema que todo lo controla: desde el robo de melocotones hasta las peleas en cantinas o los funerales indígenas, para no hablar del propio pensamiento.

Pero esta iluminación también es funcional para la propia situación de los personajes, los cuales –como bien se lo recuerda Araujo a Inés– están en el borde mismo del “pecado”. La penumbra y el claroscuro apoyan los dilemas existenciales (internos) de la joven novicia Inés, así como los conflictos (externos) de Jerónimo; es en ese espacio poco definido, bajo las sombras, en el que viven permanentemente. Ella, por su vocación literaria; él, por su condición social subordinada e históricamente determinada. Finalmente, esta iluminación, de tonos cálidos, ayuda a contrapesar la rigidez de las relaciones personales y sociales, expresada en la contención emocional de los personajes; todo lo cual es funcional tanto a la descripción del contexto histórico como a la ideología dominante de la época.

El bien esquivo

Por otra parte, escoger el desierto como locación para el tramo final de la obra fue otro gran acierto de Tamayo. Primero, porque establece un contraste entre los oscuros espacios cerrados en los que transcurre la cinta, con la amplitud y luminosidad de la naturaleza; aunque subsistan allí también los momentos de contraste lumínico. En segundo lugar, la aridez del desierto como espacio de liberación prefigura el desenlace, mientras que el mar como horizonte de libertad mantiene hasta el final –en materia de ambientación y uso del paisaje– esta contraposición entre poder y libertad que atraviesa todo el filme. Aunque en el desenlace la actuación resulta un poco tosca, lo que no impide que esta conclusión tenga algo de surreal.

Pese a estos reparos El bien esquivo es un ejemplo superlativo de lo que es el cine histórico, en el cual la reconstrucción de la época no reside sólo ni principalmente en la ambientación, escenografía, vestuario y maquillaje; los que, sin embargo, son componentes importantes de soporte de la acción y que, en este filme, han sido trabajados ingeniosamente y con gran economía de medios (destacando, entre otros, el uso de locaciones actuales como si fueran de la época).

La clave, sin embargo, está en la reproducción de los procesos sociales mediante las situaciones creadas por las acciones y personajes de la cinta. El contexto histórico posterior a la dación de la Nuevas Leyes por el virrey Toledo y sus implicancias para los mestizos de entonces están notablemente traducidas en las motivaciones y acción de Jerónimo; las que paralelamente de desarrollan también en términos dramáticos. Este contexto de conflicto social se refleja asimismo en el proceso de extirpación de las idolatrías, el cuál es visto desde un ángulo social antes que religioso; ya que se toleraba el sincretismo pero no se reconocían los derechos de propiedad de los mestizos. De otro lado, la relación amorosa del aventurero Jerónimo y sus (in)equívocos contactos con Inés sirve para ilustrar tanto la forma específica de subordinación de la mujer como la absoluta falta de libertad de pensamiento.

El bien esquivo

Estamos ante un rico fresco histórico que funciona muy bien dramáticamente, apoyado en un aparato formal altamente significativo, actuaciones sólidas y en el marco de una puesta en escena sumamente coherente. Y, como toda buena reconstrucción histórica, con alusiones a situaciones del presente o el pasado cercano; como los regímenes dictatoriales del fascismo o el comunismo, o los regímenes teocráticos islamistas.

Finalmente, vale la pena comparar esta cinta con la siguiente película de Tamayo: Una sombra al frente; con la cual comparte idénticos presupuestos estéticos, especialmente esa contención de los personajes, propia de una sociedad rígida, autoritaria y estratificada. Tal contención es muy apropiada para la época y personajes de El bien esquivo, pero resulta siendo la principal limitación de Una sombra al frente. En el primer caso, los personajes deben ser reservados y cuidadosos de sus acciones, dichos y hasta pensamientos, dada la estructura absolutista; donde la pareja protagonista debe actuar a la defensiva permanentemente (al igual que los indios y mestizos). En cambio, en la última cinta de este director, el protagonista más bien es un personaje con iniciativa, obsesivo y dominado por sus ambiciones de progreso; por lo que su carácter no va con el de un hombre reservado y “contenido”; como lo discutí en su momento.

Dir. Augusto Tamayo San Román | 130 min. | Perú

Intérpretes: Diego Bertie (Jerónimo de Ávila), Jimena Lindo (Inés Vargas de Carbajal), Orlando Sacha (Ignacio de Araujo), Paul Vega (Fray Mateo), Gianfranco Brero, Salvador del Solar (Carvajal), Francisca (Delfina Paredes), Enrique Victoria (Alguacil García), José Enrique Mavila (Capitán de Guardia), Carlos Gassols (Obispo), Alicia Saco (Priora), Katia Condos (Sor Ana), Erika Stockholm (Sor María), Fiorella Rodríguez (Sor Clarissa), Urpi Gibbons (Sor Agueda), Gianfranco Brero (Hermano Abraham), Gilberto Torres (notario Cajahuaringa), Manuel Luna (Páucar).

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4 respuestas

  1. […] El concurso de producción, el que dicen que me lo dan siempre, yo lo he ganado solo dos veces, con “El bien esquivo” hace 18 años, y el año pasado con “La herencia de Flora”, mi película sobre Flora […]

  2. Avatar de maniack

    pero si diego bertie no es mestizo? jaa ese papel era pa gerardo zamora o gustavo cerron…

  3. […] vez. ¿Será esa continuidad en el error el factor común de la trilogía que dice haber filmado? El bien esquivo y Una sombra al frente, primeras dos entregas de la trilogía en cuestión, comparten la gracia de […]

  4. […] poco. El riesgo es que, de tanto acicalamiento, se caiga en la pomposidad y la mera ilustración. El bien esquivo y Una sombra al frente representaban al mismo tiempo ese potencial y ese peligro, y por ello sus […]

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