Cinencuentro

[Crítica] «Capitán Fantástico», con Viggo Mortensen nominado al Oscar a Mejor Actor


Esta película trata de una familia que ha vivido aislada del mundo moderno y se ve obligada por las circunstancias a retornar a la vida urbana, produciéndose un peculiar choque cultural. Liderada por Ben Cash (Viggo Mortensen), este hogar contestatario formado por Ben y sus 6 hijos reivindica aspectos del movimiento hippie setentero, sobre todo desde un punto de vista político. Su objetivo fue formar a sus hijos para que piensen críticamente, sean independientes, tengan destrezas de sobrevivencia, buen estado físico, amen la naturaleza, tengan una amplia cultura y digan siempre la verdad.

Una familia automarginada que vive en el campo con técnicas de autonomía y formados en una visión crítica del mundo.

El filme está divido en tres grandes partes: 1) presentación de la familia en su entorno, 2) el traslado a la ciudad y los diversos conflictos del pasado y presente (intra y extra familiares), y 3) la salida a estos problemas mediante una solución intermedia, menos radical que la inicial. A pesar del argumento interesante y la buena actuación de Mortensen, encuentro el desarrollo de esta cinta algo convencional, con los conflictos agudos bien planteados pero resueltos de manera bastante “fácil”, complaciente con su héroe y funcionales a los esquemas del cine comercial. Uno esperaría que, dado el radicalismo anticapitalista del protagonista, la conclusión dejara la misma sensación que obtuvo Cronenberg con este mismo actor en películas como por ejemplo «Una Historia Violenta» o Promesas del Este; lo que no es el caso.

Pese a ello, hay dos aspectos muy interesantes en la película: la cosmovisión de este pequeño hogar comunitario y el hecho de que su retorno al mundo moderno constituye una metáfora de los conflictos que se pueden generar con grupos minoritarios en un contexto multicultural.

Sobre todo, me llama mucho la atención cómo un grupo que reivindica el radicalismo de Noam Chomsky tenga raíces tan fuertemente conservadoras (aquí en el Perú lo llamaríamos liberales) que incluso podría compartir algunos principios con el Tea Party. Ellos son individualistas acérrimos, defensores de su autonomía personal, muy competitivos, gustan de las armas y saben utilizarlas, aceptan los riesgos, aman los desafíos y nunca temen decir la verdad. Al mismo tiempo, asumen la vida comunitaria como una forma de apoyarse y colaborar entre sí. Hasta aquí la raíz liberal. A todo ello suman una crítica izquierdista a la sociedad de consumo y al capitalismo; mientras que su decisión de vivir en una agreste pero muy bella zona montañosa es compatible con su defensa de la naturaleza y el medio ambiente, y su aversión a la tecnología y la comida chatarra. Por si fuera poco, se educan en forma autodidacta y como declara Ben, arrepentido: “quisimos seguir el modelo platónico de La República”.

Sin embargo, cuando tienen que retornar al mundo actual, vemos cómo sus hijos padecen serios déficit sociales para interactuar y comunicarse con el mundo moderno; lo cual no les ha impedido, al mismo tiempo, preparar y aplicar organizadamente una serie de estrategias para proveerse de recursos (alimentos) y para enfrentar a la autoridad. Es decir, se han formado cuasi militarmente para atrincherarse en su aislamiento y defender sus valores y forma de vida alternativos, sabiendo actuar en un contexto adverso. A la vez, se producen tragicómicos desencuentros cuando deben relacionarse con sus familiares u otras personas en el medio urbano.

Al trasladarse a la ciudad la familia experimentará un choque cultural pero también un déficit de destrezas comunicacionales.

En cierta forma, es un proceso parecido a grupos culturalmente distintos que se encuentran en situación de vulnerabilidad o subordinación al interior de sociedades modernas en las que deben sobrevivir, siendo la preservación de su cultura e identidad una forma de defensa. A la que se añaden estrategias tomadas de la cultura dominante para disimular, sortear o encubrir la propia identidad. En el caso de «Capitán Fantástico» se dan algunas acciones que entrarían en esta categoría, por ejemplo, cuando se hacen pasar como miembros de un grupo evangélico para ahuyentar a un policía que los ha detenido por el camino.

La analogía no funciona en adelante porque la intención de Ben no es retornar permanentemente e integrarse a la sociedad de consumo, sino que van en plan de una visita temporal con un objetivo que luego cumplen. Más bien, toman otras acciones que corresponderían a una guerrilla urbana con un mínimo nivel de organización (relativamente pequeño robo a un supermercado) y otras transgresiones. Luego, al final, la película no desarrolla plenamente el tipo de relación que establece la familia con el mundo moderno, solo se limita a señalar que los niños asisten a la escuela.

Aun así, el filme nos muestra el choque cultural y las dificultades para hallar espacios de diálogo e interacción, principalmente por el desconocimiento mutuo que puede llegar a una seria incomunicación. Y este es un aporte valioso a resaltar en relación con la sociedad y mundo multicultural en el que vivimos. En suma, película con un planteamiento y puntos interesantes, buenas actuaciones pero que deviene en un desarrollo dramático un poco débil y convencional. Recomendable especialmente para nostálgico setenteros.

Capitán Fantástico

EEUU, 2016, 118 min.
Dirección: Matt Ross
Interpretación: Viggo Mortensen (Ben Cash), padre y sus hijos: George MacKay (Bo), Samantha Isler (Keilyr), Annalise Basso (Vespyr), Nicholas Hamilton (Reillian), Shree Crooks (Zaja), Charlie Shotwell (Nai). Trin Miller (Leslie Abigail Cash, esposa de Ben), Frank Langella (Jack, su suegro).

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Una respuesta

  1. […] Viggo Mortensen por “Capitán Fantástico” (“Captain Fantastic”). Personaje: Ben, un hombre que ha criado a sus seis hijos en un bosque, […]

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